Ciudad
del Vaticano, 19 enero 2013
(VIS).-Benedicto XVI ha recibido esta mañana a los participantes en
la asamblea plenaria del Pontificio Consejo “Cor Unum” -cuyo
presidente es el cardenal Robert Sarah- y que este año ha estado
dedicada al tema "Caridad, nueva ética y antropología
cristiana". Reproducimos a continuación amplios extractos del
discurso pronunciado por el Santo Padre:
“Todo
el “ethos” cristiano recibe su significado de la fe como
"encuentro" con el amor de Cristo, que ofrece un nuevo
horizonte y una orientación decisiva para la vida (...) La adhesión
al Evangelio imprime a la caridad su forma típicamente cristiana y
constituye el principio de discernimiento. El cristiano,
especialmente el que trabaja en los organismos de caridad, debe
orientarse por los principios de la fe, por la cual nos adherimos al
"punto de vista de Dios," a su proyecto para nosotros. Esta
nueva visión del mundo y de la humanidad que ofrece la fe también
proporciona el criterio correcto para evaluar las expresiones de
caridad, en el contexto actual”.
“En
todas las épocas, cuando el hombre no ha buscado ese proyecto, ha
sido víctima de tentaciones culturales que han acabado por
esclavizarlo. En los últimos siglos, las ideologías que rendían
culto a la nación, a la raza, a la clase social han resultado ser
idolatrías, propias y verdaderas. Lo mismo se puede decir del
capitalismo salvaje con su culto del lucro, que se ha traducido en
crisis, desigualdad y pobreza. En el día de hoy se condivide, cada
vez más, un sentimiento común acerca de la dignidad inalienable de
todo ser humano y de la responsabilidad, interdependiente y recíproca
hacia el. Todo ello redunda en beneficio de la verdadera
civilización, la civilización del amor. Por otra parte, por
desgracia, sobre nuestro tiempo también se abaten sombras que
oscurecen el plan de Dios. Me refiero, sobre todo, a una trágica
reducción antropológica que replantea el antiguo materialismo
hedonista, al que se suma, además, un “prometeísmo tecnológico”
De la unión entre una visión materialista del hombre y el gran
desarrollo de la tecnología emerge una antropología de fondo ateo.
Presupone que el hombre se reduce a funciones autónomas, la mente al
cerebro, la historia humana a un destino de auto-realización. Todo
ello prescindiendo de Dios, de la dimensión propiamente espiritual y
del horizonte ultraterrenal. En la perspectiva de un hombre privado
de su alma y por lo tanto de una relación personal con el Creador,
lo que es técnicamente posible se convierte en moralmente lícito,
todo experimento es aceptable, cualquier política demográfica
consentida y cualquier manipulación legitimada. La amenaza más
peligrosa de esta corriente de pensamiento es, de hecho, la
absolutización del hombre: el hombre quiere ser ab-solutus, liberado
de toda atadura y de cualquier constitución natural”.
“La
fe y el sano discernimiento cristiano nos llevan, por tanto, a
prestar una atención prófética a esta problemática ética y a
la mentalidad subyacente. La justa colaboración con las instancias
internacionales en el ámbito del desarrollo y la promoción humana,
no deben hacer que cerremos los ojos frente a estas graves
ideologías y los pastores de la Iglesia(...) tienen el deber de
advertir de estos desvíos tanto a los fieles católicos como a
todos las personas de buena voluntad y de recta razón. Se trata, de
hecho, de una deriva negativa para el hombre, aunque se disfrace de
buenos sentimientos en nombre de un supuesto progreso, o de presuntos
derechos o de presunto humanismo. Frente a esta reducción
antropológica: ¿Cual es la tarea de todos los cristianos, y
especialmente de quienes se dedican a las actividades de caridad, y
por tanto están estrechamente relacionado con muchos otros actores
sociales? Ciertamente tenemos que ejercer una vigilancia crítica y,
a veces, recusar financiamientos y colaboraciones que, directa o
indirectamente, favorezcan acciones o proyectos en contraste con la
antropología cristiana. Pero,positivamente, la Iglesia siempre está
comprometida con la promoción del hombre según el designio de Dios,
en toda su dignidad, de conformidad con su doble dimensión vertical
y horizontal. A ello tiende también la acción también de los
organismos eclesiales”.
“La
visión cristiana del hombre es, efectivamente, un gran sí a la
dignidad de la persona llamada a la comunión íntima con Dios, una
comunión filial, humilde y confiada. El ser humano no es ni un
individuo separado ni un elemento anónimo en la comunidad, sino una
persona singular e irrepetible, intrínsecamente ordenada a la
relación y la socialización. Por lo tanto, la Iglesia reafirma su
gran sí a la dignidad y la belleza del matrimonio como una expresión
de la alianza fiel y fructífera entre el hombre y la mujer, y su no
a filosofías como la de género, está motivada por el hecho de que
la reciprocidad entre hombres y mujeres es una expresión de belleza
natural del Creador”.
“Frente
a estos desafíos decisivos, sabemos que la respuesta es el encuentro
con Cristo. En él, el hombre pueda realizar plenamente su bien
personal y el bien común”.
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