Ciudad
del Vaticano, 24 enero 2013
(VIS).-El Santo Padre ha enviado un telegrama al cardenal Kazimierz
Nycz, arzobispo metropolitano de Varsovia (Polonia), con motivo del
fallecimiento, a los 83 años, del cardenal Josef Glemp, que fue
arzobispo de esa sede desde 1981 hasta 2006.
“Caritatis
in iustitia -por la caridad en la justicia-; este lema episcopal lo
ha acompañado durante toda la existencia y ha caracterizado su forma
de pensar, de valorar, de elegir, de tomar decisiones y de ofrecer
las líneas de la acción pastoral. Era un “hombre” justo en el
espíritu de San José, su patrono, y de aquellos que en la tradición
bíblica han sabido escuchar la voz de la llamada de Dios dirigida no
solo a ellos personalmente, sino también a las comunidades a las que
habían sido enviados. Esa justicia, rica de la humilde adhesión a
la voluntad de Dios, fue la base de su profundo amor por Dios y por
el ser humano, que era la luz, la inspiración y la fuerza en el
difícil ministerio de guía de la Iglesia en una época, en que
significativos cambios sociales y políticos interesaban a Polonia y
a Europa”, escribe el Papa.
“El
amor de Dios y de la Iglesia, la atención a la vida y la dignidad de
toda persona, hicieron de él un apóstol de la unidad contra la
división, de la concordia frente al enfrentamiento, de la
construcción común de un futuro feliz sobre la base de las
experiencias pasadas, gozosas y dolorosas, de la Iglesia y del
pueblo. Prosiguiendo la obra del cardenal Stefan Wyszynski, en
constante comunión y vínculo espiritual con el Papa Juan Pablo II,
con gran prudencia, resolvía tantas cuestiones y problemas en la
vida política, social y religiosa de los polacos. Fiándose de la
Divina Providencia, miraba con optimismo hacia el nuevo milenio, en
el que le fue dado introducir a la comunidad de creyentes en
Polonia”.
“En
la última etapa de su vida estuvo probado por el sufrimiento que
soportaba con serenidad de espíritu. También en esta prueba siguió
siendo testigo de la confianza en la bondad y el amor de Dios
omnipotente”.
“Personalmente
-concluye el Santo Padre- he apreciado siempre su bondad sincera, su
sencillez, su apertura y su dedicación cordial a la causa de la
Iglesia en Polonia y en el mundo. Permanecerá así en mi recuerdo y
en mi oración. ¡Que el Señor lo acoja en su gloria!”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario