Ciudad
del Vaticano, 11 mayo 2012 (VIS).- “La evangelización, que tiene
siempre un carácter de urgencia, en estos momentos impulsa a la Iglesia a
recorrer, con paso todavía más rápido, los caminos del mundo, para que
todos los seres humanos conozcan a Cristo”, dijo el Papa esta mañana
recibiendo en audiencia a los directores nacionales de las Obras
Misionales Pontificias. Ese organismo, al que está confiada la
cooperación misionera de todas las Iglesias en el mundo, celebra estos
días la asamblea anual de su Consejo Superior.
“Sólo
en la Verdad, que es Cristo -continuó el Santo Padre- la humanidad
puede descubrir el significado de la existencia, encontrar la salvación y
crecer en la justicia y la paz. Cada hombre y cada pueblo tienen el
derecho de recibir el evangelio de la verdad (...) Jesús, el Verbo
Encarnado, sigue siendo el centro del anuncio, el punto de referencia
para la continuación y para la misma metodología de la misión
evangelizadora, porque es el rostro humano de Dios, que quiere encontrar
a cada hombre y mujer para hacerlos entrar en comunión con Él, en su
amor”.
En
nuestros días “la misión necesita renovar la confianza en la acción de
Dios y una oración más intensa para que venga su Reino (...) Es
necesario invocar del Espíritu Santo luz y fuerza, y comprometerse con
decisión y generosidad para inaugurar, en cierto sentido, 'una nueva
época de anuncio del Evangelio ... porque, después de dos mil años, una
gran parte de la familia humana sigue sin conocer a Cristo, y también
porque la situación en que se encuentran la Iglesia y el mundo presenta
particulares desafíos a la fe religiosa'”, dijo Benedicto XVI citando la
exhortación apostólica del beato Juan Pablo II, Ecclesia in Asia.
Asimismo, manifestó todo su apoyo al proyecto de la Congregación para la
Evangelización de los Pueblos y de las Obras Misionales Pontificias que
promueven el Año de la Fe, con “una campaña mundial que, a través de la
oración del Santo Rosario, acompañe la tarea de evangelización en el
mundo y ayude a muchos bautizados a redescubrir y profundizar la fe”.
“El
anuncio del Evangelio conlleva, no pocas veces, dificultades y
sufrimientos; a menudo el Reino de Dios se difunde en el mundo al precio
de la sangre de sus siervos. En esta fase de cambios económicos,
culturales y políticos, cuando el ser humano puede sentirse sólo, presa
de la angustia y la desesperación, los mensajeros del Evangelio, a pesar
de ser anunciadores de esperanza y de paz, siguen siendo perseguidos
como lo fue su Maestro y Señor. Pero, no obstante los problemas y la
realidad trágica de la persecución, la Iglesia no se desanima: sigue
siendo fiel al mandato de su Señor, consciente de que "como siempre en
la historia cristiana, los mártires, es decir, los testigos son
numerosos e indispensables para el camino del Evangelio. Hoy como ayer,
el mensaje de Cristo, no puede ajustarse a la lógica de este mundo,
porque es profecía y liberación; es semilla de una nueva humanidad que
está creciendo, y sólo al final de los tiempos llegará a su plena
realización”.
El
Papa concluyó recordando que a las Obras Misionales Pontificias, se les
había confiado en un modo particular, “la tarea de apoyar a los
ministros del Evangelio, ayudándoles a 'mantener la alegría de
evangelizar, incluso cuando tenemos que sembrar con lágrimas'. Por eso
el trabajo de animación y formación misional que desempeñan “forma parte
del alma del cuidado pastoral, porque la misión 'ad gentes' es el
paradigma de toda la acción de la Iglesia Apostólica. Sed, cada más vez,
expresión visible y concreta de la comunión de personas y medios entre
las Iglesias, que, como vasos comunicantes, viven la misma vocación y
tensión misionera, y en cada rincón de la tierra trabajan para sembrar
el Verbo de Verdad en todos los pueblos y culturas”.
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