Ciudad
del Vaticano, 24 marzo 2012
(VIS).-Ayer por la mañana, antes de partir hacia México, Benedicto
XVI fue saludado en el aeropuerto de Fiumicino por el Presidente del
Consejo de Ministros italiano, Mario Monti. Durante el vuelo, se
celebró la tradicional conferencia de prensa del Papa con los más
de 70 periodistas acreditados, en la que se trataron numerosos temas
de actualidad, desde el narcotráfico y la violencia en México hasta
la situación social en Cuba y la nueva evangelización del
continente latinoamericano.
El
Pontífice destacó que en este viaje seguirá las huellas de Juan
Pablo II, que estuvo en cinco ocasiones en México y una en Cuba,
para continuar la obra comenzada por el Papa Beato. “Comparto las
alegrías y las esperanzas, el luto y las dificultades del pueblo
mexicano -dijo Benedicto XVI-. Voy para animar y aprender, para
confirmar en la fe, en la esperanza y en la caridad, así como en el
compromiso por el bien y en el esfuerzo de la lucha contra el mal.
Esperemos que el Señor nos ayude”.
Un
periodista mexicano preguntó cómo puede ayudar la Iglesia Católica
a solucionar el problema del narcotráfico, que ha causado unos
50.000 muertos en los últimos cinco años. El Santo Padre respondió:
“Conocemos bien toda la belleza de México, pero también este gran
problema del narcotráfico y la violencia. Es ciertamente una gran
responsabilidad para la Iglesia en un país donde el 80% de la
población se profesa católica. Debemos hacer lo posible contra este
mal destructor de la humanidad y de nuestra juventud. Diría que lo
primero es anunciar a Dios: Dios el juez, Dios que nos ama pero nos
pide que estemos con el bien y la verdad y contra el mal”.
“Es
una gran responsabilidad de la Iglesia educar las conciencias
-continuó Benedicto XVI-, educar en la responsabilidad moral; y
desenmascarar el mal, desenmascarar esta idolatría del dinero que
esclaviza a los hombres, así como sus falsas promesas (…) Debemos
saber que el hombre tiene necesidad del infinito. Si no hay Dios, lo
sustituye creándose sus propios paraísos, una apariencia de
infinitos que solamente puede ser mentira. Por eso es tan importante
que Dios esté presente y sea accesible. (…) En este sentido la
Iglesia puede desenmascarar el mal: haciendo presente la bondad de
Dios, su verdad, el verdadero infinito. Este es el gran deber de la
Iglesia”.
Una
periodista mexicana observó que América Latina sigue siendo una
región de enormes contrastes sociales, y que a veces parece que a la
Iglesia Católica no se le aliente lo suficiente para comprometerse
en este campo.
“Naturalmente
la Iglesia debe siempre preguntarse si se hace lo bastante por la
justicia social en este gran continente -respondió el pontífice-.
Es una cuestión de conciencia que debemos plantearnos constantemente
(...) ¿Que debe hacer la Iglesia? ¿Que no puede y no debe hacer? La
Iglesia no es un poder político, no es un partido, sino una realidad
moral, un poder moral (…) Repito cuanto he dicho ya: el primer
pensamiento de la Iglesia es educar las conciencias, y de ese modo
crear la responsabilidad necesaria. Educar las conciencias sea en la
ética individual que en la pública. En este sentido, quizás, haya
carencias. En América Latina y en otros lugares, algunos católicos
están aquejados de una especie de 'esquizofrenia' entre moral
individual y pública (…) Hay que educar a superarla, educar no
solamente a una moral individual, sino a una moral pública, y
servirse para ello de la Doctrina Social de la Iglesia, porque,
naturalmente, esta moral pública debe ser una moral racional,
compartida también por los no creyentes, una moral de la razón.
Efectivamente, nosotros, a la luz de la fe, podemos ver mejor tantas
cosas que también la razón puede ver, pero la fe sirve también
para liberar de los intereses falsos que oscurecen la razón y, así,
crear con la doctrina social los modelos substanciales de la política
y (…) superar esas divisiones”.
Otra
periodista recordó las palabras de Juan Pablo II durante su viaje a
Cuba: “Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”;
y señaló que, en espera de la visita de Benedicto XVI a la isla, se
habían alzado muchas voces de defensores de los derechos humanos.
El
Papa reiteró su conformidad con las palabras de Juan Pablo II, “que
siguen siendo actuales”, y afirmó que con Cuba hay “un camino de
colaboración y de diálogo constructivo, largo y que requiere
paciencia, pero que prosigue. Hoy es evidente que la ideología
marxista, como fue concebida, ya no responde a la realidad (…) Para
edificar una nueva sociedad hay que encontrar nuevos modelos, con
paciencia y de forma constructiva. Queremos contribuir a este proceso
que exige paciencia, pero también decisión, con espíritu de
diálogo, para evitar traumas y encaminarnos a una sociedad fraterna
para todo el pueblo. Es obvio que la Iglesia está siempre de la
parte de la libertad: de la libertad de conciencia, de la libertad de
la religión. En este sentido (…) contribuyen también los fieles a
proseguir el camino”.
Por
último, el Santo Padre respondió a una pregunta sobre la nueva
evangelización en el continente latinoamericano a la luz de la
Conferencia de Aparecida:
“El
camino de la nueva evangelización comenzó con el Concilio Vaticano
II, era ésta fundamentalmente la intención del beato Juan XXIII,
que subrayó también el beato Juan Pablo II. Su necesidad en un
mundo que cambia se ha hecho aún más patente; el Evangelio debe
expresarse con formas nuevas (...) En el mundo hay una situación
común: la secularización, la ausencia de Dios y la dificultad de
verlo como una realidad que nos concierne. En el contexto de la
moderna racionalidad, podemos volver a descubrir a Dios como
orientación fundamental de la vida y la esperanza, y de los valores
sobre los que se asienta la sociedad (…) Creo que es muy importante
anunciar que Dios corresponde a nuestra razón (…) Por otra parte,
hay que tener en cuenta la realidad concreta. En América Latina,
generalmente, se debe considerar que el cristianismo no ha sido tanto
algo ligado a la razón como al corazón (…) Ahora bien, esta
intuición del corazón debe ligarse con la racionalidad de la fe y
con la profundidad de la fe que va más allá de la razón. No
tenemos que perder el corazón, sino unir corazón y razón (…)
solo así el ser humano es completo”.
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