CIUDAD DEL VATICANO, 29 OCT 2011 (VIS).-El Santo Padre recibió el sábado por la mañana a 26 prelados de la Conferencia Episcopal de Angola y Santo Tomé en visita “ad limina”.
Benedicto XVI comenzó su discurso mencionando la visita que realizó a Luanda en marzo de 2009, durante la cual, recordó, “pude encontrarme con vosotros y celebrar a Jesucristo en medio de un pueblo que no se cansa de buscarlo, amarlo y servirlo con generosidad y alegría”.
Asimismo, señaló que en noviembre regresará al continente africano para firmar en Benin la Exhortación Postsinodal de la segunda asamblea especial para Africa del Sínodo de los Obispos. Citando el mensaje final de la asamblea, el Papa afirmó que “en cuanto Iglesia, nuestra primera y más específica contribución para el pueblo africano es la proclamación del Evangelio de Jesucristo, ya que el anuncio de Cristo es el primer y principal factor de desarrollo. De hecho, la dedicación al servicio del desarrollo procede de la transformación del corazón, y la transformación del corazón viene de la conversión al Evangelio”.
A continuación, el pontífice abordó tres cuestiones que representan las mayores dificultades para los cristianos de Angola y Santo Tomé, influidos por “la presión de las costumbres en las sociedades en las que viven; pero, por la gracia del bautismo, están llamados a renunciar a las tendencias nocivas imperantes y a caminar contra corriente, guiados por el espíritu de las Bienaventuranzas”.
El primer problema es el concubinato, “que contradice el plan de Dios para la generación y la familia humana. El reducido número de matrimonios católicos en vuestras comunidades indica una hipoteca que grava sobre la familia, cuyo valor insustituible para la estabilidad del edificio social conocemos. (…) Ayudad a los casados a adquirir la madurez humana y espiritual necesaria para asumir de modo responsable su misión de esposos y padres cristianos, recordándoles que su amor esponsal debe ser único e indisoluble como la alianza entre Cristo y su Iglesia”.
Otra dificultad importante tiene su causa en que “el corazón de los bautizados anda dividido entre el cristianismo y las religiones tradicionales africanas. Afligidos por los problemas de la vida, no dudan en recorrer a prácticas incompatibles con el seguimiento de Cristo. Efecto abominable es la marginalización e incluso el asesinato de niños y ancianos, condenados por los falsos dictámenes de la hechicería. Ciertos de que la vida humana es sagrada en todas sus fases y situaciones, continuad, queridos obispos, a levantar vuestra voz a favor de las víctimas”. Las comunidades eclesiales han de realizar un esfuerzo conjunto, con la colaboración de los gobiernos y la sociedad civil, para “encontrar un método que conduzca a la definitiva erradicación” de esta lacra.
El tercer problema que han de afrontar los cristianos está constituido por “los resquicios de tribalismo étnico, palpables en las actitudes de las comunidades que tienden a encerrarse rechazando a las personas originarias de otras partes de la nación. (…) En la Iglesia, como nueva familia de todos los que creen en Cristo, no hay lugar para ningún tipo de división. (…) Alrededor del altar se reúnen hombres y mujeres de tribus, lenguas y naciones diversas que, compartiendo el mismo Cuerpo y Sangre de Jesús en la Eucaristía, se hacen hermanos y hermanas verdaderamente consanguíneos. Este vínculo de fraternidad es más fuerte que el de nuestras familias terrenas o el de vuestras tribus”.
Para concluir, el Papa repitió la exhortación que pronunció en su visita a Luanda: “Dios concede a los seres humanos el poder de elevarse sobre sus tendencias naturales, con las alas de la razón y de la fe. Si os dejáis llevar por ellas, no será difícil reconocer en el otro un hermano que ha nacido con los mismos derechos humanos fundamentales”.
Benedicto XVI comenzó su discurso mencionando la visita que realizó a Luanda en marzo de 2009, durante la cual, recordó, “pude encontrarme con vosotros y celebrar a Jesucristo en medio de un pueblo que no se cansa de buscarlo, amarlo y servirlo con generosidad y alegría”.
Asimismo, señaló que en noviembre regresará al continente africano para firmar en Benin la Exhortación Postsinodal de la segunda asamblea especial para Africa del Sínodo de los Obispos. Citando el mensaje final de la asamblea, el Papa afirmó que “en cuanto Iglesia, nuestra primera y más específica contribución para el pueblo africano es la proclamación del Evangelio de Jesucristo, ya que el anuncio de Cristo es el primer y principal factor de desarrollo. De hecho, la dedicación al servicio del desarrollo procede de la transformación del corazón, y la transformación del corazón viene de la conversión al Evangelio”.
A continuación, el pontífice abordó tres cuestiones que representan las mayores dificultades para los cristianos de Angola y Santo Tomé, influidos por “la presión de las costumbres en las sociedades en las que viven; pero, por la gracia del bautismo, están llamados a renunciar a las tendencias nocivas imperantes y a caminar contra corriente, guiados por el espíritu de las Bienaventuranzas”.
El primer problema es el concubinato, “que contradice el plan de Dios para la generación y la familia humana. El reducido número de matrimonios católicos en vuestras comunidades indica una hipoteca que grava sobre la familia, cuyo valor insustituible para la estabilidad del edificio social conocemos. (…) Ayudad a los casados a adquirir la madurez humana y espiritual necesaria para asumir de modo responsable su misión de esposos y padres cristianos, recordándoles que su amor esponsal debe ser único e indisoluble como la alianza entre Cristo y su Iglesia”.
Otra dificultad importante tiene su causa en que “el corazón de los bautizados anda dividido entre el cristianismo y las religiones tradicionales africanas. Afligidos por los problemas de la vida, no dudan en recorrer a prácticas incompatibles con el seguimiento de Cristo. Efecto abominable es la marginalización e incluso el asesinato de niños y ancianos, condenados por los falsos dictámenes de la hechicería. Ciertos de que la vida humana es sagrada en todas sus fases y situaciones, continuad, queridos obispos, a levantar vuestra voz a favor de las víctimas”. Las comunidades eclesiales han de realizar un esfuerzo conjunto, con la colaboración de los gobiernos y la sociedad civil, para “encontrar un método que conduzca a la definitiva erradicación” de esta lacra.
El tercer problema que han de afrontar los cristianos está constituido por “los resquicios de tribalismo étnico, palpables en las actitudes de las comunidades que tienden a encerrarse rechazando a las personas originarias de otras partes de la nación. (…) En la Iglesia, como nueva familia de todos los que creen en Cristo, no hay lugar para ningún tipo de división. (…) Alrededor del altar se reúnen hombres y mujeres de tribus, lenguas y naciones diversas que, compartiendo el mismo Cuerpo y Sangre de Jesús en la Eucaristía, se hacen hermanos y hermanas verdaderamente consanguíneos. Este vínculo de fraternidad es más fuerte que el de nuestras familias terrenas o el de vuestras tribus”.
Para concluir, el Papa repitió la exhortación que pronunció en su visita a Luanda: “Dios concede a los seres humanos el poder de elevarse sobre sus tendencias naturales, con las alas de la razón y de la fe. Si os dejáis llevar por ellas, no será difícil reconocer en el otro un hermano que ha nacido con los mismos derechos humanos fundamentales”.
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