CIUDAD DEL VATICANO, 14 JUN 2011 (VIS).-Benedicto XVI inauguró a las 19,30 de ayer en la Basílica de San Juan de Letrán el Congreso eclesial que concluye el año pastoral de la diócesis de Roma, y cuyo tema es: “La alegría de engendrar en la fe en la Iglesia de Roma” (13-16 de junio).
Comentando el tema del congreso, el Papa afirmó que “la fe no se conserva en el mundo, no se transmite automáticamente al corazón del hombre, sino que debe ser siempre anunciada. El anuncio de la fe, a su vez, para que sea eficaz debe comenzar por un corazón que cree, que espera, que ama, un corazón que adora a Cristo y cree en la fuerza del Espíritu Santo. (…) La respuesta de la fe nace cuando el hombre descubre, por gracia de Dios, que creer significa encontrar la verdadera vida, la “vida en plenitud”.
El Santo Padre subrayó que “la Iglesia, cada uno de nosotros, tiene que llevar al mundo esta gozosa noticia: Jesús es el Señor, Aquel en el que se han hecho carne la cercanía y el amor de Dios por cada hombre y mujer y por toda la humanidad. Este anuncio tiene que resonar de nuevo en las regiones de antigua y tradición cristiana”. En este contexto, el Papa recordó sus palabras a los jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud de Colonia (2005): “La felicidad que buscáis, la felicidad que tenéis el derecho de experimentar tiene un nombre, un rostro: el de Jesús de Nazaret, escondido en la Eucaristía”.
“Los hombres se olvidan de Dios –continuó- también porque con frecuencia se reduce la persona de Jesús a un hombre sabio y se debilita o incluso se niega la divinidad. Esta manera de pensar impide comprender la novedad radical del cristianismo, pues si Jesús no es el Hijo único del Padre, entonces tampoco Dios ha venido a visitar la historia del hombre. Por el contrario, ¡la encarnación forma parte del corazón del Evangelio! Que crezca, por tanto, el compromiso por una renovada estación de evangelización, que no es sólo tarea de algunos, sino de todos los miembros de la Iglesia”.
Benedicto XVI se preguntó si “no debemos mostrar también nosotros la belleza y la racionalidad de la fe, llevar la luz de Dios al hombre de nuestro tiempo, con coraje, convicción y alegría. Hay mucha gente que todavía no ha encontrado al Señor, a la que hay que prestar una especial atención pastoral, (…) que es más urgente que nunca, y exige comprometernos con confianza, apoyados por la certeza de que la gracia de Dios siempre actúa en el corazón del ser humano”.
El Papa señaló a continuación que los mensajeros de la buena noticia del Evangelio son todos los bautizados, comenzando por los padres, “a quienes corresponde la tarea de pedir el bautismo”, y subrayó que la Iglesia les apoya en esta tarea fundamental. “Desde la infancia -dijo- los niños necesitan a Dios y tienen la capacidad de percibir su grandeza; saben apreciar el valor de la oración y de los ritos, intuyen la diferencia entre el bien y el mal. Por lo tanto, acompañadlos en la fe desde pequeños”.
Por cuanto se refiere a las etapas sucesivas del camino cristiano, el Santo Padre recordó que “desde siempre la comunidad cristiana ha acompañado la formación de los niños y jóvenes, ayudándoles no sólo a comprender con la inteligencia las verdades de la fe, sino también a vivir las experiencias de oración, la caridad y la fraternidad. La palabra de la fe corre el peligro de quedarse en silencio, si no encuentra una comunidad que la pone en práctica, haciéndola viva y atractiva”.
Benedicto XVI habló de “los adolescentes, que emprenden el camino de la iniciación cristiana” para “recorrer la senda que hace descubrir el Evangelio no como una utopía, sino como la forma plena de la existencia”, e invitó a redescubrir el sacramento de la Confirmación, para que “el don del Espíritu Santo confirme la alegría de haber sido engendrados hijos de Dios”.
“Para que todo ello sea eficaz y dé fruto es necesario que el conocimiento de Jesús crezca y se prolongue con la celebración de los sacramentos. Esta es la tarea de la catequesis. (…) La catequesis es acción eclesial y por ello es necesario que los catequistas enseñen y den testimonio de la fe de la Iglesia y no de su propia interpretación. Con este fin se realizó el Catecismo de la Iglesia Católica”.
El Papa concluyó recordando la necesidad de educar también “al silencio y la interioridad”. “Confío en que en las parroquias de Roma los itinerarios de iniciación cristiana eduquen a la oración, para que impregne la vida y ayude a encontrar la verdad que vive en nuestros corazones. La fidelidad a la fe de la Iglesia debe conjugarse, además, con “una creatividad catequética” que tenga en cuenta el contexto, la cultura y la edad de los destinatarios. El patrimonio de historia y arte que Roma posee es una forma más de acercar a las personas a la fe. Invito a todos a atesorar en la catequesis este “camino de la belleza” que lleva a Aquel que es, según S. Agustín, la Belleza tan antigua y siempre nueva”.
AC/ VIS 20110614 (890)
Comentando el tema del congreso, el Papa afirmó que “la fe no se conserva en el mundo, no se transmite automáticamente al corazón del hombre, sino que debe ser siempre anunciada. El anuncio de la fe, a su vez, para que sea eficaz debe comenzar por un corazón que cree, que espera, que ama, un corazón que adora a Cristo y cree en la fuerza del Espíritu Santo. (…) La respuesta de la fe nace cuando el hombre descubre, por gracia de Dios, que creer significa encontrar la verdadera vida, la “vida en plenitud”.
El Santo Padre subrayó que “la Iglesia, cada uno de nosotros, tiene que llevar al mundo esta gozosa noticia: Jesús es el Señor, Aquel en el que se han hecho carne la cercanía y el amor de Dios por cada hombre y mujer y por toda la humanidad. Este anuncio tiene que resonar de nuevo en las regiones de antigua y tradición cristiana”. En este contexto, el Papa recordó sus palabras a los jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud de Colonia (2005): “La felicidad que buscáis, la felicidad que tenéis el derecho de experimentar tiene un nombre, un rostro: el de Jesús de Nazaret, escondido en la Eucaristía”.
“Los hombres se olvidan de Dios –continuó- también porque con frecuencia se reduce la persona de Jesús a un hombre sabio y se debilita o incluso se niega la divinidad. Esta manera de pensar impide comprender la novedad radical del cristianismo, pues si Jesús no es el Hijo único del Padre, entonces tampoco Dios ha venido a visitar la historia del hombre. Por el contrario, ¡la encarnación forma parte del corazón del Evangelio! Que crezca, por tanto, el compromiso por una renovada estación de evangelización, que no es sólo tarea de algunos, sino de todos los miembros de la Iglesia”.
Benedicto XVI se preguntó si “no debemos mostrar también nosotros la belleza y la racionalidad de la fe, llevar la luz de Dios al hombre de nuestro tiempo, con coraje, convicción y alegría. Hay mucha gente que todavía no ha encontrado al Señor, a la que hay que prestar una especial atención pastoral, (…) que es más urgente que nunca, y exige comprometernos con confianza, apoyados por la certeza de que la gracia de Dios siempre actúa en el corazón del ser humano”.
El Papa señaló a continuación que los mensajeros de la buena noticia del Evangelio son todos los bautizados, comenzando por los padres, “a quienes corresponde la tarea de pedir el bautismo”, y subrayó que la Iglesia les apoya en esta tarea fundamental. “Desde la infancia -dijo- los niños necesitan a Dios y tienen la capacidad de percibir su grandeza; saben apreciar el valor de la oración y de los ritos, intuyen la diferencia entre el bien y el mal. Por lo tanto, acompañadlos en la fe desde pequeños”.
Por cuanto se refiere a las etapas sucesivas del camino cristiano, el Santo Padre recordó que “desde siempre la comunidad cristiana ha acompañado la formación de los niños y jóvenes, ayudándoles no sólo a comprender con la inteligencia las verdades de la fe, sino también a vivir las experiencias de oración, la caridad y la fraternidad. La palabra de la fe corre el peligro de quedarse en silencio, si no encuentra una comunidad que la pone en práctica, haciéndola viva y atractiva”.
Benedicto XVI habló de “los adolescentes, que emprenden el camino de la iniciación cristiana” para “recorrer la senda que hace descubrir el Evangelio no como una utopía, sino como la forma plena de la existencia”, e invitó a redescubrir el sacramento de la Confirmación, para que “el don del Espíritu Santo confirme la alegría de haber sido engendrados hijos de Dios”.
“Para que todo ello sea eficaz y dé fruto es necesario que el conocimiento de Jesús crezca y se prolongue con la celebración de los sacramentos. Esta es la tarea de la catequesis. (…) La catequesis es acción eclesial y por ello es necesario que los catequistas enseñen y den testimonio de la fe de la Iglesia y no de su propia interpretación. Con este fin se realizó el Catecismo de la Iglesia Católica”.
El Papa concluyó recordando la necesidad de educar también “al silencio y la interioridad”. “Confío en que en las parroquias de Roma los itinerarios de iniciación cristiana eduquen a la oración, para que impregne la vida y ayude a encontrar la verdad que vive en nuestros corazones. La fidelidad a la fe de la Iglesia debe conjugarse, además, con “una creatividad catequética” que tenga en cuenta el contexto, la cultura y la edad de los destinatarios. El patrimonio de historia y arte que Roma posee es una forma más de acercar a las personas a la fe. Invito a todos a atesorar en la catequesis este “camino de la belleza” que lleva a Aquel que es, según S. Agustín, la Belleza tan antigua y siempre nueva”.
AC/ VIS 20110614 (890)
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