CIUDAD DEL VATICANO, 4 JUN 2011 (VIS).-A las 19,15, Benedicto XVI se trasladó en papamóvil a la Plaza Josip Jelacic, la plaza central de Zagreb, que puede acoger a unas 50.000 personas, donde tuvo lugar la vigilia de oración con los jóvenes.
Antes de la llegada del Papa algunos jóvenes llevaron en procesión la imagen de la Virgen de la Puerta de Piedra, protectora de Zagreb y la colocaron en el podio.
Después de la lectura de unos versículos de la Carta de San Pablo a los Filipenses tuvo lugar el testimonio de dos jóvenes.
A continuación, el Santo Padre pronunció su discurso. Haciendo referencia a la lectura en la que San Pablo invita a estar “siempre alegres en el Señor”, el Papa dijo que la experiencia del Apóstol, que escribe mientras se encontraba en la cárcel, “revela cómo es posible mantener la alegría en nuestro camino, aun en los momentos oscuros”.
“Todos sabemos -afirmó- que en el corazón de cada uno anida un fuerte deseo de felicidad. Cada acción, cada decisión, cada intención encierra en sí esta íntima y natural exigencia. Pero con frecuencia nos damos cuenta de haber puesto la confianza en realidades que no apagan ese deseo, sino que por el contrario, revelan toda su precariedad. Y estos momentos es cuando se experimenta la necesidad de algo que sea “más grande”, que dé sentido a la vida cotidiana”.
La juventud, continuó, “es el tiempo de los grandes horizontes, de los sentimientos vividos con intensidad, y también de los miedos ante las opciones comprometidas y duraderas, de las dificultades en el estudio y en el trabajo, de los interrogantes sobre el misterio del dolor y del sufrimiento. Más aún, este tiempo estupendo de vuestra vida comporta un anhelo profundo, que no anula todo lo demás, sino que lo eleva para darle plenitud”.
“Jesús os habla hoy: mediante el Evangelio y el Espíritu Santo, Él se hace contemporáneo vuestro. Es Él quien os busca, aun antes de que vosotros lo busquéis. Respetando plenamente vuestra libertad, se acerca a cada uno de vosotros y se presenta como la respuesta auténtica y decisiva a ese anhelo que anida en vuestro ser, al deseo de una vida que vale la pena ser vivida. Dejad que os tome de la mano. Dejad que entre cada vez más como amigo y compañero de camino. Ofrecedle vuestra confianza, nunca os desilusionará”.
“Jesús os hace conocer de cerca el amor de Dios Padre, os hace comprender que vuestra felicidad se logra en la amistad con Él, en la comunión con Él, porque hemos sido creados y salvados por amor, y sólo en el amor, que quiere y busca el bien del otro, experimentamos verdaderamente el significado de la vida y estamos contentos de vivirla, incluso en las fatigas, en las pruebas, en las desilusiones, incluso caminando contra corriente”.
Benedicto XVI puso de relieve que “Jesús no es un maestro que embauca a sus discípulos: nos dice claramente que el camino con Él requiere esfuerzo y sacrificio personal, pero que vale la pena”. En este sentido, alentó a los jóvenes a no dejarse “desorientar por las promesas atractivas de éxito fácil, de estilos de vida que privilegian la apariencia en detrimento de la interioridad. No cedáis a la tentación de poner la confianza absoluta en el tener, en las cosas materiales, renunciando a descubrir la verdad que va más allá, como una estrella en lo alto del cielo, donde Cristo quiere llevaros. Dejaos guiar a las alturas de Dios”.
Tras subrayar que durante su juventud les sostenían los santos y “aquí, en Croacia, el Beato Iván Merz”, el Papa señaló que este joven “descubre la belleza de la fe católica y comprende que la vocación de su vida es vivir y hacer vivir la amistad con Cristo. (…) Muere el 10 de mayo de 1928, con tan sólo treinta y dos años, después de algunos meses de enfermedad, ofreciendo su vida por la Iglesia y por la juventud”.
“Esta vida joven, entregada por amor, lleva el perfume de Cristo, y es para todos una invitación a no tener miedo de confiarse al Señor, del mismo modo que lo contemplamos, en modo particular, en la Virgen María, la Madre de la Iglesia, aquí venerada y amada con el título de “Majka Božja od Kamenutih vrata” (“Madre de Dios de la Puerta de Piedra”), concluyó.
Después del discurso hubo un momento de adoración del Santísimo Sacramento, que estuvo expuesto toda la noche para los fieles que quisieron permanecer en oración y prepararse para la misa del domingo.
El Santo Padre se despidió de los jóvenes y se dirigió a la nunciatura para cenar y pernoctar.
PV-CROACIA/ VIS 20110606 (790)
Antes de la llegada del Papa algunos jóvenes llevaron en procesión la imagen de la Virgen de la Puerta de Piedra, protectora de Zagreb y la colocaron en el podio.
Después de la lectura de unos versículos de la Carta de San Pablo a los Filipenses tuvo lugar el testimonio de dos jóvenes.
A continuación, el Santo Padre pronunció su discurso. Haciendo referencia a la lectura en la que San Pablo invita a estar “siempre alegres en el Señor”, el Papa dijo que la experiencia del Apóstol, que escribe mientras se encontraba en la cárcel, “revela cómo es posible mantener la alegría en nuestro camino, aun en los momentos oscuros”.
“Todos sabemos -afirmó- que en el corazón de cada uno anida un fuerte deseo de felicidad. Cada acción, cada decisión, cada intención encierra en sí esta íntima y natural exigencia. Pero con frecuencia nos damos cuenta de haber puesto la confianza en realidades que no apagan ese deseo, sino que por el contrario, revelan toda su precariedad. Y estos momentos es cuando se experimenta la necesidad de algo que sea “más grande”, que dé sentido a la vida cotidiana”.
La juventud, continuó, “es el tiempo de los grandes horizontes, de los sentimientos vividos con intensidad, y también de los miedos ante las opciones comprometidas y duraderas, de las dificultades en el estudio y en el trabajo, de los interrogantes sobre el misterio del dolor y del sufrimiento. Más aún, este tiempo estupendo de vuestra vida comporta un anhelo profundo, que no anula todo lo demás, sino que lo eleva para darle plenitud”.
“Jesús os habla hoy: mediante el Evangelio y el Espíritu Santo, Él se hace contemporáneo vuestro. Es Él quien os busca, aun antes de que vosotros lo busquéis. Respetando plenamente vuestra libertad, se acerca a cada uno de vosotros y se presenta como la respuesta auténtica y decisiva a ese anhelo que anida en vuestro ser, al deseo de una vida que vale la pena ser vivida. Dejad que os tome de la mano. Dejad que entre cada vez más como amigo y compañero de camino. Ofrecedle vuestra confianza, nunca os desilusionará”.
“Jesús os hace conocer de cerca el amor de Dios Padre, os hace comprender que vuestra felicidad se logra en la amistad con Él, en la comunión con Él, porque hemos sido creados y salvados por amor, y sólo en el amor, que quiere y busca el bien del otro, experimentamos verdaderamente el significado de la vida y estamos contentos de vivirla, incluso en las fatigas, en las pruebas, en las desilusiones, incluso caminando contra corriente”.
Benedicto XVI puso de relieve que “Jesús no es un maestro que embauca a sus discípulos: nos dice claramente que el camino con Él requiere esfuerzo y sacrificio personal, pero que vale la pena”. En este sentido, alentó a los jóvenes a no dejarse “desorientar por las promesas atractivas de éxito fácil, de estilos de vida que privilegian la apariencia en detrimento de la interioridad. No cedáis a la tentación de poner la confianza absoluta en el tener, en las cosas materiales, renunciando a descubrir la verdad que va más allá, como una estrella en lo alto del cielo, donde Cristo quiere llevaros. Dejaos guiar a las alturas de Dios”.
Tras subrayar que durante su juventud les sostenían los santos y “aquí, en Croacia, el Beato Iván Merz”, el Papa señaló que este joven “descubre la belleza de la fe católica y comprende que la vocación de su vida es vivir y hacer vivir la amistad con Cristo. (…) Muere el 10 de mayo de 1928, con tan sólo treinta y dos años, después de algunos meses de enfermedad, ofreciendo su vida por la Iglesia y por la juventud”.
“Esta vida joven, entregada por amor, lleva el perfume de Cristo, y es para todos una invitación a no tener miedo de confiarse al Señor, del mismo modo que lo contemplamos, en modo particular, en la Virgen María, la Madre de la Iglesia, aquí venerada y amada con el título de “Majka Božja od Kamenutih vrata” (“Madre de Dios de la Puerta de Piedra”), concluyó.
Después del discurso hubo un momento de adoración del Santísimo Sacramento, que estuvo expuesto toda la noche para los fieles que quisieron permanecer en oración y prepararse para la misa del domingo.
El Santo Padre se despidió de los jóvenes y se dirigió a la nunciatura para cenar y pernoctar.
PV-CROACIA/ VIS 20110606 (790)
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