CIUDAD DEL VATICANO, 31 MAY 2011 (VIS).-Con motivo del cien aniversario del Pontificio Instituto de Música Sacra, el Santo Padre ha enviado una carta al cardenal Zenon Grocholewski, gran canciller de esa institución. La carta, que se publica hoy, fue leída en esa sede el pasado 26 de mayo.
Benedicto XVI recordó que fue San Pío X el fundador de la Escuela Superior de Música Sacra, elevada dos décadas después a Pontificio Instituto por Pío XI, y afirmó que para comprender claramente la identidad y la misión de ese Instituto era necesario saber que San Pío X lo fundó “ocho años después de haber emanado el Motu Proprio “Tra le sollecitudini” del 22 de noviembre de 1903, con el que llevó a cabo una profunda reforma en el campo de la música sacra, recurriendo a la gran tradición de la Iglesia contra el influjo ejercido por la música profana, sobre todo la ópera”.
“Para ser actuada en la Iglesia universal, esa intervención magisterial necesitaba de un centro de estudios y de enseñanza que transmitiera de forma fiel y calificada las líneas indicadas por el Sumo Pontífice según la tradición, auténtica y gloriosa, que se remonta a San Gregorio Magno. En el arco de los últimos cien años, esta institución ha asimilado, elaborado y transmitido los contenidos doctrinales y pastorales de los documentos pontificios, al igual que los del Concilio Vaticano II concernientes a la música sacra para que iluminen y guíen la obra de los compositores, de los maestros de capilla, de los liturgistas, de los músicos y de todos los formadores en este ámbito”.
El Papa resaltó después cómo desde San Pío X hasta hoy “teniendo en cuenta la evolución natural, haya una continuidad sustancial del Magisterio acerca de la música sacra” y citó en particular a Pablo VI y a Juan Pablo II, que “a la luz de la constitución conciliar “Sacrosanctum concilium” reiteraron la finalidad de la música sacra, es decir, “la gloria de Dios y la santificación de los fieles“ y los criterios fundamentales de la tradición al respecto: el sentido de la oración, la dignidad y la belleza; la plena adherencia a los textos y gestos litúrgicos; la participación de la asamblea y, por lo tanto, la adaptación legítima a la cultura local conservando al mismo tiempo la universalidad del lenguaje; el primado del canto gregoriano como modelo supremo de música sacra y la cuidadosa valoración de las otras formas expresivas que forman parte del patrimonio histórico litúrgico de la Iglesia, especialmente, pero no sólo la polifonía; la importancia de la “schola cantorum”, en particular en las catedrales”.
“Pero tenemos que preguntarnos siempre: ¿Cuál es el verdadero sujeto de la liturgia? La respuesta es sencilla: la Iglesia. No es el individuo o el grupo que celebra la liturgia, sino que ésta es en primer lugar la acción de Dios a través de la Iglesia, que cuenta con su historia, su rica tradición y su creatividad. La liturgia, y en consecuencia la música sacra, “vive de una relación constante y adecuada entre sana “traditio” y “legitima progressio”, teniendo siempre presente que estos dos conceptos (...) se integran mutuamente porque la tradición es una realidad viva y engloba por lo tanto en sí misma el principio del desarrollo y del progreso”, concluyó el pontífice.
MESS/ VIS 20110531 (550)
Benedicto XVI recordó que fue San Pío X el fundador de la Escuela Superior de Música Sacra, elevada dos décadas después a Pontificio Instituto por Pío XI, y afirmó que para comprender claramente la identidad y la misión de ese Instituto era necesario saber que San Pío X lo fundó “ocho años después de haber emanado el Motu Proprio “Tra le sollecitudini” del 22 de noviembre de 1903, con el que llevó a cabo una profunda reforma en el campo de la música sacra, recurriendo a la gran tradición de la Iglesia contra el influjo ejercido por la música profana, sobre todo la ópera”.
“Para ser actuada en la Iglesia universal, esa intervención magisterial necesitaba de un centro de estudios y de enseñanza que transmitiera de forma fiel y calificada las líneas indicadas por el Sumo Pontífice según la tradición, auténtica y gloriosa, que se remonta a San Gregorio Magno. En el arco de los últimos cien años, esta institución ha asimilado, elaborado y transmitido los contenidos doctrinales y pastorales de los documentos pontificios, al igual que los del Concilio Vaticano II concernientes a la música sacra para que iluminen y guíen la obra de los compositores, de los maestros de capilla, de los liturgistas, de los músicos y de todos los formadores en este ámbito”.
El Papa resaltó después cómo desde San Pío X hasta hoy “teniendo en cuenta la evolución natural, haya una continuidad sustancial del Magisterio acerca de la música sacra” y citó en particular a Pablo VI y a Juan Pablo II, que “a la luz de la constitución conciliar “Sacrosanctum concilium” reiteraron la finalidad de la música sacra, es decir, “la gloria de Dios y la santificación de los fieles“ y los criterios fundamentales de la tradición al respecto: el sentido de la oración, la dignidad y la belleza; la plena adherencia a los textos y gestos litúrgicos; la participación de la asamblea y, por lo tanto, la adaptación legítima a la cultura local conservando al mismo tiempo la universalidad del lenguaje; el primado del canto gregoriano como modelo supremo de música sacra y la cuidadosa valoración de las otras formas expresivas que forman parte del patrimonio histórico litúrgico de la Iglesia, especialmente, pero no sólo la polifonía; la importancia de la “schola cantorum”, en particular en las catedrales”.
“Pero tenemos que preguntarnos siempre: ¿Cuál es el verdadero sujeto de la liturgia? La respuesta es sencilla: la Iglesia. No es el individuo o el grupo que celebra la liturgia, sino que ésta es en primer lugar la acción de Dios a través de la Iglesia, que cuenta con su historia, su rica tradición y su creatividad. La liturgia, y en consecuencia la música sacra, “vive de una relación constante y adecuada entre sana “traditio” y “legitima progressio”, teniendo siempre presente que estos dos conceptos (...) se integran mutuamente porque la tradición es una realidad viva y engloba por lo tanto en sí misma el principio del desarrollo y del progreso”, concluyó el pontífice.
MESS/ VIS 20110531 (550)
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