CIUDAD DEL VATICANO, 6 ABR 2011 (VIS).-Benedicto XVI dedicó la catequesis de la audiencia general de los miércoles, celebrada en la Plaza de San Pedro y a la que asistieron más de 10.000 personas a Santa Teresita de Lisieux o Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz, “que vivió en este mundo tan sólo 24 años al final del siglo XIX, llevando una vida muy sencilla y oculta, pero que, después de la muerte y la publicación de sus escritos, se convirtió en una de las santas más conocidas y amadas”.
“Teresita -prosiguió el Papa-, nunca ha dejado de ayudar a las almas más sencillas, a los pequeños, a los pobres y los que sufren cuando la imploran, sino que también ilumina a toda la Iglesia con su profunda doctrina espiritual hasta el punto que Juan Pablo II, en 1997 le otorgó el título de Doctora de la Iglesia (...) y la definió una experta en la “scientia amoris”. Teresa expresa esta ciencia, que hace resplandecer en el amor toda la verdad de la fe, en la historia de su vida, publicada un año después de su muerte bajo el título “Historia de un alma”.
Teresa nació en 1873 en Alençon (Francia.). Era la menor de los nueve hijos de Louis y Zélie Martin, beatificados en 2008. La santa quedó huérfana de madre a los 4 años y más tarde sufrió una grave enfermedad nerviosa de la que se curó en 1886 gracias a lo que llamó “la sonrisa de la Virgen”. En 1887 peregrina a Roma con su padre y su hermana y pide al Papa León XIII que le conceda entrar con sólo quince años en el Carmelo de Lisieux .Un año después su deseo se hará realidad, pero al mismo tiempo inicia la grave enfermedad mental de su padre que hará a Teresa acercarse a la contemplación del Rostro de Jesús en su pasión. En 1890 pronuncia los votos religiosos. En 1896 comienza un período de gran sufrimiento físico, que la llevará a la muerte, y espiritual.
“Vive en esos momentos la fe más heroica como luz en las tinieblas que le invaden el alma”, dijo el Papa. “En este contexto de sufrimiento, viviendo el amor más grande en las pequeñas cosas de la vida diaria, la santa cumple su vocación de ser el amor en el corazón de la Iglesia”.
Teresa murió en la tarde del 30 de septiembre de 1897, diciendo las simples palabras: “Dios mío, ¡Te amo!”. “Estas últimas palabras -subrayó el Santo Padre- son la clave de toda su doctrina, de su interpretación del Evangelio. El acto de amor expresado en su último suspiro era como el hálito continuo de su alma. (...) Las palabras ”Jesús te amo” están en el centro de todos sus escritos”.
La santa es “uno de los “pequeños” del Evangelio que se deja guiar por Dios en las profundidades de su misterio. Una guía para todos, especialmente para (...) los teólogos. Con la humildad y la fe, la caridad y la esperanza, Teresa entra continuamente en el corazón de la Sagrada Escritura que encierra el misterio de Cristo. Y esa lectura de la Biblia, alimentada por la ciencia del amor, no se opone a la ciencia académica. La “ciencia de los santos”, de la que habla en la última página de su “Historia de un alma”, es la ciencia más alta”.
“En el evangelio Teresa descubre sobre todo la Misericordia de Jesús” y “Confianza y Amor” son el punto final de la historia de su vida: dos palabras que han iluminado como faros su camino de santidad, con el fin de guiar a otros en su mismo “pequeño camino de la confianza y el amor”, de la infancia espiritual. La confianza del niño que se abandona en las manos de Dios, inseparable del compromiso fuerte, radical del verdadero amor que es don total de sí”, concluyó el Santo Padre.
AG/ VIS 20110406 (630)
“Teresita -prosiguió el Papa-, nunca ha dejado de ayudar a las almas más sencillas, a los pequeños, a los pobres y los que sufren cuando la imploran, sino que también ilumina a toda la Iglesia con su profunda doctrina espiritual hasta el punto que Juan Pablo II, en 1997 le otorgó el título de Doctora de la Iglesia (...) y la definió una experta en la “scientia amoris”. Teresa expresa esta ciencia, que hace resplandecer en el amor toda la verdad de la fe, en la historia de su vida, publicada un año después de su muerte bajo el título “Historia de un alma”.
Teresa nació en 1873 en Alençon (Francia.). Era la menor de los nueve hijos de Louis y Zélie Martin, beatificados en 2008. La santa quedó huérfana de madre a los 4 años y más tarde sufrió una grave enfermedad nerviosa de la que se curó en 1886 gracias a lo que llamó “la sonrisa de la Virgen”. En 1887 peregrina a Roma con su padre y su hermana y pide al Papa León XIII que le conceda entrar con sólo quince años en el Carmelo de Lisieux .Un año después su deseo se hará realidad, pero al mismo tiempo inicia la grave enfermedad mental de su padre que hará a Teresa acercarse a la contemplación del Rostro de Jesús en su pasión. En 1890 pronuncia los votos religiosos. En 1896 comienza un período de gran sufrimiento físico, que la llevará a la muerte, y espiritual.
“Vive en esos momentos la fe más heroica como luz en las tinieblas que le invaden el alma”, dijo el Papa. “En este contexto de sufrimiento, viviendo el amor más grande en las pequeñas cosas de la vida diaria, la santa cumple su vocación de ser el amor en el corazón de la Iglesia”.
Teresa murió en la tarde del 30 de septiembre de 1897, diciendo las simples palabras: “Dios mío, ¡Te amo!”. “Estas últimas palabras -subrayó el Santo Padre- son la clave de toda su doctrina, de su interpretación del Evangelio. El acto de amor expresado en su último suspiro era como el hálito continuo de su alma. (...) Las palabras ”Jesús te amo” están en el centro de todos sus escritos”.
La santa es “uno de los “pequeños” del Evangelio que se deja guiar por Dios en las profundidades de su misterio. Una guía para todos, especialmente para (...) los teólogos. Con la humildad y la fe, la caridad y la esperanza, Teresa entra continuamente en el corazón de la Sagrada Escritura que encierra el misterio de Cristo. Y esa lectura de la Biblia, alimentada por la ciencia del amor, no se opone a la ciencia académica. La “ciencia de los santos”, de la que habla en la última página de su “Historia de un alma”, es la ciencia más alta”.
“En el evangelio Teresa descubre sobre todo la Misericordia de Jesús” y “Confianza y Amor” son el punto final de la historia de su vida: dos palabras que han iluminado como faros su camino de santidad, con el fin de guiar a otros en su mismo “pequeño camino de la confianza y el amor”, de la infancia espiritual. La confianza del niño que se abandona en las manos de Dios, inseparable del compromiso fuerte, radical del verdadero amor que es don total de sí”, concluyó el Santo Padre.
AG/ VIS 20110406 (630)
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