CIUDAD DEL VATICANO, 16 MAR 2011 (VIS).-Hoy se hizo público un mensaje del Santo Padre dirigido al presidente de la República Italiana, Giorgio Napolitano, con ocasión de los 150 años de la unidad política de Italia, que se conmemoran mañana.
En el mensaje, que el cardenal secretario de Estado, Tarcisio Bertone, ha entregado esta mañana al presidente Napolitano durante una visita al palacio del Quirinal, el Papa destaca la contribución del cristianismo en “la construcción de la identidad italiana a través de la labor de la Iglesia, sus instituciones educativas y asistenciales, establecimiento de modelos de comportamiento, formas institucionales, relaciones sociales, pero también mediante una riquísima actividad artística”. Asimismo recuerda la influencia de santos como Francisco de Asís y Catalina de Siena en la construcción de dicha identidad.
Tras poner de relieve que “por razones históricas, políticas y culturales complejas, el “Risorgimento” ha pasado a la historia como un movimiento contrario a la Iglesia, al catolicismo, a veces incluso a la religión en general”, afirma sin embargo, la contribución de los católicos en la formación del estado unitario, como Gioberti, Rosmini, Manzoni.
Refiriéndose posteriormente a la llamada “Cuestión Romana” y a los “efectos lacerantes en la conciencia individual y colectiva de los católicos italianos”, Benedicto XVI afirma que no se verificó “ningún conflicto en el cuerpo social, marcado por una profunda amistad entre la comunidad civil y la comunidad eclesial. La identidad nacional de los italianos, tan fuertemente arraigada en las tradiciones católicas, constituyó la base más sólida de la unidad política conquistada”.
“La aportación fundamental de los católicos italianos a la elaboración de la Constitución republicana de 1947 es bien conocida. (...) Fue también el punto de partida de un compromiso muy significativo de los católicos italianos en la política, (...) en la sociedad civil, brindando una contribución relevante al crecimiento del país, con demostraciones de absoluta fidelidad al Estado y de entrega al bien común y situando a Italia en proyección europea”.
“Por su parte, la Iglesia -observa el Santo Padre-, gracias también a la libertad que le garantizó el Concordato lateranense de 1929 ha proseguido con sus instituciones y actividades contribuyendo activamente al bien común. (...) La conclusión del Acuerdo de revisión del Concordato lateranense, firmado el 18 de febrero de 1984, señaló el paso a una nueva fase de las relaciones entre Iglesia y Estado en Italia. (...) El Acuerdo que contribuyó ampliamente a delinear esa sana laicidad que connota al Estado italiano y su ordenamiento jurídico, ha evidenciado los dos principios supremos que están llamados a presidir las relaciones entre la Iglesia y la comunidad política: la distinción de los ámbitos y la colaboración. (...) La Iglesia es consciente no solamente de la aportación que da a la sociedad civil por el bien común, sino también de lo que recibe de la sociedad civil”.
“Contemplando el largo camino de la historia hay que reconocer -concluye el pontífice- que la nación italiana ha advertido siempre el peso, pero al mismo tiempo el privilegio singular de la situación peculiar por la que en Italia, en Roma, se encuentra la sede del sucesor de Pedro y por tanto el centro de la catolicidad. Y la comunidad nacional ha respondido siempre a esta conciencia manifestando cercanía afectiva, solidaridad, ayuda a la Sede Apostólica por su libertad y para facilitar el logro de las condiciones favorables al ejercicio del ministerio espiritual en el mundo por parte del Sucesor de Pedro, que es obispo de Roma y Primado de Italia”.
MESS/ VIS 20110316 (580)
En el mensaje, que el cardenal secretario de Estado, Tarcisio Bertone, ha entregado esta mañana al presidente Napolitano durante una visita al palacio del Quirinal, el Papa destaca la contribución del cristianismo en “la construcción de la identidad italiana a través de la labor de la Iglesia, sus instituciones educativas y asistenciales, establecimiento de modelos de comportamiento, formas institucionales, relaciones sociales, pero también mediante una riquísima actividad artística”. Asimismo recuerda la influencia de santos como Francisco de Asís y Catalina de Siena en la construcción de dicha identidad.
Tras poner de relieve que “por razones históricas, políticas y culturales complejas, el “Risorgimento” ha pasado a la historia como un movimiento contrario a la Iglesia, al catolicismo, a veces incluso a la religión en general”, afirma sin embargo, la contribución de los católicos en la formación del estado unitario, como Gioberti, Rosmini, Manzoni.
Refiriéndose posteriormente a la llamada “Cuestión Romana” y a los “efectos lacerantes en la conciencia individual y colectiva de los católicos italianos”, Benedicto XVI afirma que no se verificó “ningún conflicto en el cuerpo social, marcado por una profunda amistad entre la comunidad civil y la comunidad eclesial. La identidad nacional de los italianos, tan fuertemente arraigada en las tradiciones católicas, constituyó la base más sólida de la unidad política conquistada”.
“La aportación fundamental de los católicos italianos a la elaboración de la Constitución republicana de 1947 es bien conocida. (...) Fue también el punto de partida de un compromiso muy significativo de los católicos italianos en la política, (...) en la sociedad civil, brindando una contribución relevante al crecimiento del país, con demostraciones de absoluta fidelidad al Estado y de entrega al bien común y situando a Italia en proyección europea”.
“Por su parte, la Iglesia -observa el Santo Padre-, gracias también a la libertad que le garantizó el Concordato lateranense de 1929 ha proseguido con sus instituciones y actividades contribuyendo activamente al bien común. (...) La conclusión del Acuerdo de revisión del Concordato lateranense, firmado el 18 de febrero de 1984, señaló el paso a una nueva fase de las relaciones entre Iglesia y Estado en Italia. (...) El Acuerdo que contribuyó ampliamente a delinear esa sana laicidad que connota al Estado italiano y su ordenamiento jurídico, ha evidenciado los dos principios supremos que están llamados a presidir las relaciones entre la Iglesia y la comunidad política: la distinción de los ámbitos y la colaboración. (...) La Iglesia es consciente no solamente de la aportación que da a la sociedad civil por el bien común, sino también de lo que recibe de la sociedad civil”.
“Contemplando el largo camino de la historia hay que reconocer -concluye el pontífice- que la nación italiana ha advertido siempre el peso, pero al mismo tiempo el privilegio singular de la situación peculiar por la que en Italia, en Roma, se encuentra la sede del sucesor de Pedro y por tanto el centro de la catolicidad. Y la comunidad nacional ha respondido siempre a esta conciencia manifestando cercanía afectiva, solidaridad, ayuda a la Sede Apostólica por su libertad y para facilitar el logro de las condiciones favorables al ejercicio del ministerio espiritual en el mundo por parte del Sucesor de Pedro, que es obispo de Roma y Primado de Italia”.
MESS/ VIS 20110316 (580)
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