CIUDAD DEL VATICANO, 5 FEB 2011 (VIS).-Benedicto XVI presidió esta mañana en la Basílica Vaticana la celebración eucarística durante la cual confirió la ordenación episcopal a los monseñores Savio Hong Tai-Fai, S.D.B., secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos; Marcello Bartolucci, secretario de la Congregación para las Causas de los Santos; Celso Morga Iruzubieta, secretario de la Congregación para el Clero; Antonio Guido Filipazzi, nuncio apostólico y Edgar Peña Parra, nuncio apostólico en Pakistán.
Comentando en la homilía el Evangelio de la misa de hoy, “La mies es mucha pero los obreros son pocos”, el Papa afirmó que “aunque pueda parecer que una gran parte del mundo moderno, de los hombres de hoy, den la espalda a Dios y consideren la fe una cosa del pasado, existe sin embargo el anhelo de que por fin se establezcan la justicia, el amor, la paz, y que la pobreza y el sufrimiento sean superados, que la gente encuentre la alegría”.
“La liturgia de hoy -continuó- nos da dos definiciones de la misión de los obispos, de sacerdotes de Jesucristo: ser trabajadores en la mies de la historia del mundo con la tarea de curar, abriendo las puertas del mundo a la señoría de Dios, para que la voluntad de Dios se haga así en la tierra como en el cielo” y “cooperar en la misión de Jesucristo”.
Benedicto XVI puso de relieve que San Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, ilustra “los elementos fundamentales de la existencia cristiana en la comunión de la Iglesia de Jesucristo: “Perseveraban en la enseñanza de los apóstoles y en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones”. En estos cuatro elementos básicos del ser Iglesia se describe al mismo tiempo la tarea esencial de sus pastores”.
“La perseverancia, la constancia, pertenece a la esencia del ser cristianos y es fundamental para la tarea de los pastores, de los trabajadores en la mies del Señor. (…) Ser intrépido, la valentía para oponerse a las corrientes del momento, pertenece de modo esencial a la tarea del pastor. (…) Sólo donde hay estabilidad hay también crecimiento”.
Refiriéndose al segundo pilar de la Iglesia, “la comunión”, el Santo Padre subrayó que “al estar en comunión con los Apóstoles, con su fe, estamos en contacto con el Dios vivo. A este fin sirve el ministerio de los Obispos: que esta cadena de la comunión no se interrumpa. Esta es la esencia de la sucesión apostólica: conservar la comunión con aquellos que han encontrado al Señor de manera visible y tangible”.
“Ofreced vuestra ayuda –dijo dirigiéndose a los nuevos arzobispos- para que se mantenga viva la alegría por la gran unidad de la Iglesia, por la comunión de todos los lugares y tiempos, por la comunión de la fe que abarca los cielos y la tierra”.
Benedicto XVI señaló que el siguiente elemento fundamental de la existencia eclesial es “la fracción del pan. (…) Partir el pan -la Sagrada Eucaristía- es el centro de la Iglesia y debe ser el centro de nuestro ser cristianos y de nuestra vida sacerdotal. El Señor se nos da. El Cristo resucitado entra en mi intimidad y quiere transformarme para que entre en una comunión profunda con Él”.
“Tratemos de celebrar la Eucaristía con una devoción, con un fervor cada vez más profundo, de modo que nuestros días giren en torno a ella, dejándonos modelar por ella. Con el partir el pan se expresa también el compartir, el transmitir nuestro amor a los demás. La dimensión social, el compartir, no es un apéndice moral que se añade a la Eucaristía, sino que es parte de ella”.
Comentando el último elemento de la existencia eclesial, “las oraciones”, el Papa subrayó que “la oración, por una parte, debe ser muy personal, una unión profunda con Dios. (…) Sin embargo –añadió-, nunca es un asunto privado de mi “yo” individual, que no afecta a los demás. Orar es siempre y esencialmente también orar en el “nosotros” de los hijos de Dios. Sólo en este “nosotros” somos hijos de nuestro Padre, a quien el Señor nos ha enseñado a rezar. (…) Así, en última instancia, rezar no es una actividad entre otras, un cierto rincón de mi tiempo”.
“Duc in altum” dice el Señor en esta hora a vosotros, queridos amigos”, concluyó el Santo Padre. “Estáis llamados a tareas que conciernen a la Iglesia universal. Estáis llamados a echar la red del Evangelio en el mar agitado de este tiempo para obtener la adhesión de los seres humanos a Cristo, para sacarlos, por decir así, de las aguas salinas de la muerte y de la oscuridad en la que no penetra la luz del cielo. Debéis llevarlos a la tierra de la vida, a la comunión con Jesucristo”.
HML/ VIS 20110207 (800)
Comentando en la homilía el Evangelio de la misa de hoy, “La mies es mucha pero los obreros son pocos”, el Papa afirmó que “aunque pueda parecer que una gran parte del mundo moderno, de los hombres de hoy, den la espalda a Dios y consideren la fe una cosa del pasado, existe sin embargo el anhelo de que por fin se establezcan la justicia, el amor, la paz, y que la pobreza y el sufrimiento sean superados, que la gente encuentre la alegría”.
“La liturgia de hoy -continuó- nos da dos definiciones de la misión de los obispos, de sacerdotes de Jesucristo: ser trabajadores en la mies de la historia del mundo con la tarea de curar, abriendo las puertas del mundo a la señoría de Dios, para que la voluntad de Dios se haga así en la tierra como en el cielo” y “cooperar en la misión de Jesucristo”.
Benedicto XVI puso de relieve que San Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, ilustra “los elementos fundamentales de la existencia cristiana en la comunión de la Iglesia de Jesucristo: “Perseveraban en la enseñanza de los apóstoles y en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones”. En estos cuatro elementos básicos del ser Iglesia se describe al mismo tiempo la tarea esencial de sus pastores”.
“La perseverancia, la constancia, pertenece a la esencia del ser cristianos y es fundamental para la tarea de los pastores, de los trabajadores en la mies del Señor. (…) Ser intrépido, la valentía para oponerse a las corrientes del momento, pertenece de modo esencial a la tarea del pastor. (…) Sólo donde hay estabilidad hay también crecimiento”.
Refiriéndose al segundo pilar de la Iglesia, “la comunión”, el Santo Padre subrayó que “al estar en comunión con los Apóstoles, con su fe, estamos en contacto con el Dios vivo. A este fin sirve el ministerio de los Obispos: que esta cadena de la comunión no se interrumpa. Esta es la esencia de la sucesión apostólica: conservar la comunión con aquellos que han encontrado al Señor de manera visible y tangible”.
“Ofreced vuestra ayuda –dijo dirigiéndose a los nuevos arzobispos- para que se mantenga viva la alegría por la gran unidad de la Iglesia, por la comunión de todos los lugares y tiempos, por la comunión de la fe que abarca los cielos y la tierra”.
Benedicto XVI señaló que el siguiente elemento fundamental de la existencia eclesial es “la fracción del pan. (…) Partir el pan -la Sagrada Eucaristía- es el centro de la Iglesia y debe ser el centro de nuestro ser cristianos y de nuestra vida sacerdotal. El Señor se nos da. El Cristo resucitado entra en mi intimidad y quiere transformarme para que entre en una comunión profunda con Él”.
“Tratemos de celebrar la Eucaristía con una devoción, con un fervor cada vez más profundo, de modo que nuestros días giren en torno a ella, dejándonos modelar por ella. Con el partir el pan se expresa también el compartir, el transmitir nuestro amor a los demás. La dimensión social, el compartir, no es un apéndice moral que se añade a la Eucaristía, sino que es parte de ella”.
Comentando el último elemento de la existencia eclesial, “las oraciones”, el Papa subrayó que “la oración, por una parte, debe ser muy personal, una unión profunda con Dios. (…) Sin embargo –añadió-, nunca es un asunto privado de mi “yo” individual, que no afecta a los demás. Orar es siempre y esencialmente también orar en el “nosotros” de los hijos de Dios. Sólo en este “nosotros” somos hijos de nuestro Padre, a quien el Señor nos ha enseñado a rezar. (…) Así, en última instancia, rezar no es una actividad entre otras, un cierto rincón de mi tiempo”.
“Duc in altum” dice el Señor en esta hora a vosotros, queridos amigos”, concluyó el Santo Padre. “Estáis llamados a tareas que conciernen a la Iglesia universal. Estáis llamados a echar la red del Evangelio en el mar agitado de este tiempo para obtener la adhesión de los seres humanos a Cristo, para sacarlos, por decir así, de las aguas salinas de la muerte y de la oscuridad en la que no penetra la luz del cielo. Debéis llevarlos a la tierra de la vida, a la comunión con Jesucristo”.
HML/ VIS 20110207 (800)
No hay comentarios:
Publicar un comentario