CIUDAD DEL VATICANO, 30 ENE 2011 (VIS).-Benedicto XVI se asomó a mediodía a la ventana de su estudio para rezar el Ángelus con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, entre ellos los jóvenes de la Acción Católica de la diócesis de Roma que concluían con la Caravana de la Paz el mes de enero, dedicado tradicionalmente a este argumento. Al final del rezo del Ángelus, un niño y una niña, desde la ventana del apartamento del Papa soltaron dos palomas, como símbolo de paz.
Antes de la oración mariana el Papa comentó el Evangelio de este domingo en que San Mateo narra el primer gran discurso de Jesús a la multitud en las colinas alrededor del lago de Galilea, conocido como el Sermón de la Montaña o de Las Bienaventuranzas y en que Jesús llama bienaventurados a los pobres de espíritu, a los afligidos, a los misericordiosos, a los que tienen hambre de justicia, a los puros de corazón y a los perseguidos.
“Las Bienaventuranzas -dijo el Santo Padre- son un nuevo programa de vida para liberarse de los falsos valores del mundo y abrirse a los bienes verdaderos, presentes y futuros. Cuando Dios consuela, sacia el hambre de justicia, enjuga las lágrimas de los afligidos, significa que, además de recompensar a cada uno abre el Reino de los Cielos. Las Bienaventuranzas son la transposición de la cruz y de la resurrección en la existencia de los discípulos. Reflejan la vida del Hijo de Dios que se deja perseguir, despreciar hasta la condena a muerte para dar a los hombres la salvación”.
“Por eso, la Iglesia -concluyó el pontífice-, no teme la pobreza, el desprecio, la persecución en una sociedad que, a menudo, se siente atraída por el bienestar material y el poder mundano”.
Después de rezar el Ángelus el Santo Padre recordó que este domingo se celebra la Jornada Mundial de los enfermos de lepra, instituida en los años 50 del siglo XX por Raoul Follereau y reconocida por la ONU. “La lepra, a pesar de que disminuya -comentó el Papa- todavía afecta, desgraciadamente a muchas personas que viven en miseria. Aseguro a todos los enfermos una oración especial que hago extensiva a cuantos los cuidan, y, en diversas maneras se dedican a la lucha contra la enfermedad de Hansen”.
Después felicitó a cuantos, en diversos países de Extremo Oriente, celebran el Año Nuevo lunar y deseó “de todo corazón a todos esos grandes pueblos serenidad y prosperidad”.
Por último, habló de la Jornada internacional de intercesión por la paz en Tierra Santa. “Me uno -dijo- al Patriarca Latino de Jerusalén y al Custodio de Tierra Santa, invitando a todos a rezar al Señor para que lleve las mentes y los corazones a proyectos concretos de paz”.
ANG/ VIS 20110131 (480)
Antes de la oración mariana el Papa comentó el Evangelio de este domingo en que San Mateo narra el primer gran discurso de Jesús a la multitud en las colinas alrededor del lago de Galilea, conocido como el Sermón de la Montaña o de Las Bienaventuranzas y en que Jesús llama bienaventurados a los pobres de espíritu, a los afligidos, a los misericordiosos, a los que tienen hambre de justicia, a los puros de corazón y a los perseguidos.
“Las Bienaventuranzas -dijo el Santo Padre- son un nuevo programa de vida para liberarse de los falsos valores del mundo y abrirse a los bienes verdaderos, presentes y futuros. Cuando Dios consuela, sacia el hambre de justicia, enjuga las lágrimas de los afligidos, significa que, además de recompensar a cada uno abre el Reino de los Cielos. Las Bienaventuranzas son la transposición de la cruz y de la resurrección en la existencia de los discípulos. Reflejan la vida del Hijo de Dios que se deja perseguir, despreciar hasta la condena a muerte para dar a los hombres la salvación”.
“Por eso, la Iglesia -concluyó el pontífice-, no teme la pobreza, el desprecio, la persecución en una sociedad que, a menudo, se siente atraída por el bienestar material y el poder mundano”.
Después de rezar el Ángelus el Santo Padre recordó que este domingo se celebra la Jornada Mundial de los enfermos de lepra, instituida en los años 50 del siglo XX por Raoul Follereau y reconocida por la ONU. “La lepra, a pesar de que disminuya -comentó el Papa- todavía afecta, desgraciadamente a muchas personas que viven en miseria. Aseguro a todos los enfermos una oración especial que hago extensiva a cuantos los cuidan, y, en diversas maneras se dedican a la lucha contra la enfermedad de Hansen”.
Después felicitó a cuantos, en diversos países de Extremo Oriente, celebran el Año Nuevo lunar y deseó “de todo corazón a todos esos grandes pueblos serenidad y prosperidad”.
Por último, habló de la Jornada internacional de intercesión por la paz en Tierra Santa. “Me uno -dijo- al Patriarca Latino de Jerusalén y al Custodio de Tierra Santa, invitando a todos a rezar al Señor para que lleve las mentes y los corazones a proyectos concretos de paz”.
ANG/ VIS 20110131 (480)
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