CIUDAD DEL VATICANO, 18 SEP 2010 (VIS).-A las 16,40 el Santo Padre se trasladó a la residencia de ancianos St. Peter, que dista 11 kms de la nunciatura apostólica. La institución, a cargo de las Hermanitas de los Pobres, alberga a 76 ancianos, entre ellos 9 sacerdotes y religiosos. Colaboran con las religiosas, que llegaron a Inglaterra en 1851, voluntarios y miembros de la Asociación Jeanne Jugan (1792-1879), la fundadora de la orden hoy presente en 32 países.
Benedicto XVI fue recibido por el arzobispo de Southwark, Peter Smith, el Capellán del centro, la Superiora Provincial de la Orden y las religiosas de la comunidad. Después se dirigió al salón de actos de la institución, donde le esperaban los residentes, a los que dirigió un discurso.
“La Iglesia -dijo el Papa- ha tenido siempre un gran respeto por los ancianos. El cuarto mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor tu Dios te ha mandado”, está unido a la promesa “que se prolonguen tus días y seas feliz en la tierra que el Señor tu Dios te da”. Esta obra de la Iglesia por los ancianos y enfermos no sólo les brinda amor y cuidado, sino que también Dios la recompensa con las bendiciones que promete a la tierra donde se observa este mandamiento. Dios quiere un verdadero respeto por la dignidad y el valor, la salud y el bienestar de las personas mayores y, a través de sus instituciones caritativas en el Reino Unido y otras partes, la Iglesia desea cumplir el mandato del Señor de respetar la vida, independientemente de su edad o circunstancias”.
“La vida es un don único, en todas sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural, y Dios es el único para darla y exigirla. Puede que se disfrute de buena salud en la vejez; aun así, los cristianos no deben tener miedo de compartir el sufrimiento de Cristo, si Dios quiere que luchemos con la enfermedad”, subrayó. “Mi predecesor, el Papa Juan Pablo II, sufrió de forma muy notoria en los últimos años de su vida. Todos teníamos claro que lo hizo en unión con los sufrimientos de nuestro Salvador. Su buen humor y paciencia cuando afrontó sus últimos días fueron un ejemplo extraordinario y conmovedor para todos los que debemos cargar con el peso de la avanzada edad”.
“En este sentido, estoy entre vosotros no sólo como un padre, sino también como un hermano que conoce bien las alegrías y fatigas que llegan con la edad”, afirmó el Papa. “Nuestros largos años de vida nos ofrecen la oportunidad de apreciar, tanto la belleza del mayor don que Dios nos ha dado, el don de la vida, como la fragilidad del espíritu humano. A quienes tenemos muchos años se nos ha dado la maravillosa oportunidad de profundizar en nuestro conocimiento del misterio de Cristo, que se humilló para compartir nuestra humanidad”.
“A medida que el curso normal de nuestra vida crece, con frecuencia nuestra capacidad física disminuye; con todo, estos momentos bien pueden contarse entre los años espiritualmente más fructíferos de nuestras vidas. Estos años constituyen una oportunidad de recordar en la oración afectuosa a cuantos hemos querido en esta vida, y de poner lo que hemos sido y hecho ante la misericordia y la ternura de Dios. Ciertamente esto será un gran consuelo espiritual y nos permitirá descubrir nuevamente su amor y bondad en todos los días de nuestra vida”, concluyó el pontífice.
Finalizado el discurso, el Papa saludó a algunos ancianos y visitó a los enfermos en el primer piso del edificio. Después de firmar en el Libro de Honor de la residencia.
PV-REINO UNIDO/ VIS 20100919 (650)
Benedicto XVI fue recibido por el arzobispo de Southwark, Peter Smith, el Capellán del centro, la Superiora Provincial de la Orden y las religiosas de la comunidad. Después se dirigió al salón de actos de la institución, donde le esperaban los residentes, a los que dirigió un discurso.
“La Iglesia -dijo el Papa- ha tenido siempre un gran respeto por los ancianos. El cuarto mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor tu Dios te ha mandado”, está unido a la promesa “que se prolonguen tus días y seas feliz en la tierra que el Señor tu Dios te da”. Esta obra de la Iglesia por los ancianos y enfermos no sólo les brinda amor y cuidado, sino que también Dios la recompensa con las bendiciones que promete a la tierra donde se observa este mandamiento. Dios quiere un verdadero respeto por la dignidad y el valor, la salud y el bienestar de las personas mayores y, a través de sus instituciones caritativas en el Reino Unido y otras partes, la Iglesia desea cumplir el mandato del Señor de respetar la vida, independientemente de su edad o circunstancias”.
“La vida es un don único, en todas sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural, y Dios es el único para darla y exigirla. Puede que se disfrute de buena salud en la vejez; aun así, los cristianos no deben tener miedo de compartir el sufrimiento de Cristo, si Dios quiere que luchemos con la enfermedad”, subrayó. “Mi predecesor, el Papa Juan Pablo II, sufrió de forma muy notoria en los últimos años de su vida. Todos teníamos claro que lo hizo en unión con los sufrimientos de nuestro Salvador. Su buen humor y paciencia cuando afrontó sus últimos días fueron un ejemplo extraordinario y conmovedor para todos los que debemos cargar con el peso de la avanzada edad”.
“En este sentido, estoy entre vosotros no sólo como un padre, sino también como un hermano que conoce bien las alegrías y fatigas que llegan con la edad”, afirmó el Papa. “Nuestros largos años de vida nos ofrecen la oportunidad de apreciar, tanto la belleza del mayor don que Dios nos ha dado, el don de la vida, como la fragilidad del espíritu humano. A quienes tenemos muchos años se nos ha dado la maravillosa oportunidad de profundizar en nuestro conocimiento del misterio de Cristo, que se humilló para compartir nuestra humanidad”.
“A medida que el curso normal de nuestra vida crece, con frecuencia nuestra capacidad física disminuye; con todo, estos momentos bien pueden contarse entre los años espiritualmente más fructíferos de nuestras vidas. Estos años constituyen una oportunidad de recordar en la oración afectuosa a cuantos hemos querido en esta vida, y de poner lo que hemos sido y hecho ante la misericordia y la ternura de Dios. Ciertamente esto será un gran consuelo espiritual y nos permitirá descubrir nuevamente su amor y bondad en todos los días de nuestra vida”, concluyó el pontífice.
Finalizado el discurso, el Papa saludó a algunos ancianos y visitó a los enfermos en el primer piso del edificio. Después de firmar en el Libro de Honor de la residencia.
PV-REINO UNIDO/ VIS 20100919 (650)
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