CIUDAD DEL VATICANO, 22 SEP 2010 (VIS).-En la audiencia general de este miércoles, celebrada en la Plaza de San Pedro, el Papa habló sobre su reciente viaje apostólico al Reino Unido (16-19 de septiembre), “un acontecimiento histórico que ha marcado una nueva fase importante en la historia larga y compleja de las relaciones entre esas poblaciones y la Santa Sede”.
Refiriéndose a la primera cita del viaje, el encuentro con la Reina Isabel II en Edimburgo, el Santo Padre destacó que “fue muy cordial, y se caracterizó por el intercambio de pareceres sobre algunas profundas preocupaciones para el bienestar de los pueblos del mundo y el papel de los valores cristianos en la sociedad”.
En Glasgow, donde celebró la primera misa de su viaje, precisamente en la fiesta litúrgica de San Ninián, primer evangelizador de Escocia, recordó “la importancia de la evangelización de la cultura, especialmente en nuestra época en la que un relativismo generalizado amenaza con oscurecer la verdad inmutable de la naturaleza del hombre”.
Benedicto XVI señaló que la segunda jornada del viaje empezó con el encuentro en Londres con el mundo de la educación católica, donde “recordé la importancia de la fe en la formación de ciudadanos maduros y responsables. A los numerosos adolescentes y jóvenes que me acogieron con simpatía y entusiasmo, les dije que no persiguieran objetivos limitados, contentándose con decisiones cómodas, sino que aspiraran a algo más grande, es decir, la búsqueda de la verdadera felicidad, que sólo se encuentra en Dios”.
“En el sucesivo encuentro con los responsables de las otras religiones más representadas en el Reino Unido, señalé la necesidad ineludible de un diálogo sincero, que tiene que respetar el principio de reciprocidad para que sea totalmente fructífero. Al mismo tiempo, hice hincapié en la búsqueda de lo sagrado como terreno común a todas las religiones sobre el que fortalecer la amistad, la confianza y la cooperación”.
El Papa dijo que “la visita fraterna al arzobispo de Canterbury fue la oportunidad para reiterar nuestro compromiso de dar testimonio del mensaje cristiano que une a católicos y anglicanos. Posteriormente tuvo lugar uno de los momentos más significativos del viaje apostólico: el encuentro en el gran salón del Parlamento británico, donde subrayé que la religión, para los legisladores, no debe ser un problema que hay que resolver, sino un factor que contribuye fundamentalmente al camino histórico y al debate público de la nación, especialmente al recordar la importancia vital del fundamento ético para las decisiones en los diversos sectores de la vida social”.
El rezo de las vísperas junto con las distintas comunidades cristianas del Reino Unido en la Abadía de Westminster, visitada por primera vez por un sucesor de Pedro, “fue un momento importante en las relaciones entre la Iglesia católica y la Comunión Anglicana”.
En la mañana del sábado, continuó, tuvo lugar la celebración eucarística en la Catedral de Westminster, dedicada a la Preciosa Sangre de Nuestro Señor. “Me alegró mucho –dijo- encontrar a un gran número de jóvenes, (…) que con su presencia llena de entusiasmo (…) demostraron querer ser los protagonistas de una nueva era de valiente testimonio, de solidaridad activa y de compromiso generoso al servicio del Evangelio”.
El Santo Padre recordó que en la nunciatura apostólica encontró a “algunas víctimas de abusos por parte de representantes del clero y de los religiosos. Fue un momento intenso, conmovedor y de oración”. Al grupo de profesionales y voluntarios encargados de la protección de los niños y de los jóvenes en los ambientes eclesiales, “les di las gracias y les animé a continuar su trabajo, que se inscribe en la larga tradición de la Iglesia de respeto, educación y formación de las nuevas generaciones”.
La casa de reposo para ancianos, que visitó la tarde del sábado, “es –dijo- signo de la gran consideración que siempre ha tenido la Iglesia por los ancianos, así como expresión del compromiso de los católicos británicos en el respeto por la vida, sin tener en cuenta la edad o las condiciones”.
“El punto culminante de mi visita al Reino Unido fue la beatificación del cardenal John Henry Newman, un hijo ilustre de Inglaterra. Estuvo precedida y preparada por una vigilia de oración especial la noche del sábado en el Hyde Park de Londres. (…) A la multitud de fieles, especialmente jóvenes, volví a proponer la figura luminosa del cardenal Newman, intelectual y creyente, cuyo mensaje espiritual se puede resumir en el testimonio de que el camino de la conciencia no es un cerrarse a sí mismo, sino apertura, conversión y obediencia a Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida”.
Benedicto XVI terminó poniendo de relieve que “este viaje apostólico ha confirmado en mí una profunda convicción: que las antiguas naciones de Europa tienen un alma cristiana, que forman una unidad con el “genio” y la historia de sus respectivos pueblos, y que la Iglesia no cesa de trabajar para mantener despierta continuamente esta tradición espiritual y cultural”.
AG/ VIS 20100922 (830)
Refiriéndose a la primera cita del viaje, el encuentro con la Reina Isabel II en Edimburgo, el Santo Padre destacó que “fue muy cordial, y se caracterizó por el intercambio de pareceres sobre algunas profundas preocupaciones para el bienestar de los pueblos del mundo y el papel de los valores cristianos en la sociedad”.
En Glasgow, donde celebró la primera misa de su viaje, precisamente en la fiesta litúrgica de San Ninián, primer evangelizador de Escocia, recordó “la importancia de la evangelización de la cultura, especialmente en nuestra época en la que un relativismo generalizado amenaza con oscurecer la verdad inmutable de la naturaleza del hombre”.
Benedicto XVI señaló que la segunda jornada del viaje empezó con el encuentro en Londres con el mundo de la educación católica, donde “recordé la importancia de la fe en la formación de ciudadanos maduros y responsables. A los numerosos adolescentes y jóvenes que me acogieron con simpatía y entusiasmo, les dije que no persiguieran objetivos limitados, contentándose con decisiones cómodas, sino que aspiraran a algo más grande, es decir, la búsqueda de la verdadera felicidad, que sólo se encuentra en Dios”.
“En el sucesivo encuentro con los responsables de las otras religiones más representadas en el Reino Unido, señalé la necesidad ineludible de un diálogo sincero, que tiene que respetar el principio de reciprocidad para que sea totalmente fructífero. Al mismo tiempo, hice hincapié en la búsqueda de lo sagrado como terreno común a todas las religiones sobre el que fortalecer la amistad, la confianza y la cooperación”.
El Papa dijo que “la visita fraterna al arzobispo de Canterbury fue la oportunidad para reiterar nuestro compromiso de dar testimonio del mensaje cristiano que une a católicos y anglicanos. Posteriormente tuvo lugar uno de los momentos más significativos del viaje apostólico: el encuentro en el gran salón del Parlamento británico, donde subrayé que la religión, para los legisladores, no debe ser un problema que hay que resolver, sino un factor que contribuye fundamentalmente al camino histórico y al debate público de la nación, especialmente al recordar la importancia vital del fundamento ético para las decisiones en los diversos sectores de la vida social”.
El rezo de las vísperas junto con las distintas comunidades cristianas del Reino Unido en la Abadía de Westminster, visitada por primera vez por un sucesor de Pedro, “fue un momento importante en las relaciones entre la Iglesia católica y la Comunión Anglicana”.
En la mañana del sábado, continuó, tuvo lugar la celebración eucarística en la Catedral de Westminster, dedicada a la Preciosa Sangre de Nuestro Señor. “Me alegró mucho –dijo- encontrar a un gran número de jóvenes, (…) que con su presencia llena de entusiasmo (…) demostraron querer ser los protagonistas de una nueva era de valiente testimonio, de solidaridad activa y de compromiso generoso al servicio del Evangelio”.
El Santo Padre recordó que en la nunciatura apostólica encontró a “algunas víctimas de abusos por parte de representantes del clero y de los religiosos. Fue un momento intenso, conmovedor y de oración”. Al grupo de profesionales y voluntarios encargados de la protección de los niños y de los jóvenes en los ambientes eclesiales, “les di las gracias y les animé a continuar su trabajo, que se inscribe en la larga tradición de la Iglesia de respeto, educación y formación de las nuevas generaciones”.
La casa de reposo para ancianos, que visitó la tarde del sábado, “es –dijo- signo de la gran consideración que siempre ha tenido la Iglesia por los ancianos, así como expresión del compromiso de los católicos británicos en el respeto por la vida, sin tener en cuenta la edad o las condiciones”.
“El punto culminante de mi visita al Reino Unido fue la beatificación del cardenal John Henry Newman, un hijo ilustre de Inglaterra. Estuvo precedida y preparada por una vigilia de oración especial la noche del sábado en el Hyde Park de Londres. (…) A la multitud de fieles, especialmente jóvenes, volví a proponer la figura luminosa del cardenal Newman, intelectual y creyente, cuyo mensaje espiritual se puede resumir en el testimonio de que el camino de la conciencia no es un cerrarse a sí mismo, sino apertura, conversión y obediencia a Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida”.
Benedicto XVI terminó poniendo de relieve que “este viaje apostólico ha confirmado en mí una profunda convicción: que las antiguas naciones de Europa tienen un alma cristiana, que forman una unidad con el “genio” y la historia de sus respectivos pueblos, y que la Iglesia no cesa de trabajar para mantener despierta continuamente esta tradición espiritual y cultural”.
AG/ VIS 20100922 (830)
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