CIUDAD DEL VATICANO, 24 JUN 2010 (VIS).-Tras la visita al Centro “Don Orione”, el Santo Padre visitó el Monasterio Dominico de Santa María del Rosario en Monte Mario, donde presidió la celebración de la Hora Media con las monjas de clausura.
En el Monasterio se custodian la antigua imagen de la Virgen Hagiosoritissa, conocida como Virgen de San Lucas (siglo VII) y preciosas reliquias de Santo Domingo, de Santa Catalina de Siena y de otros santos y santas dominicos.
“Vosotras, que conocéis bien la eficacia de la oración -dijo el Papa en la homilía a las religiosas-, experimentáis cada día la cantidad de gracias de santificación que puede obtener a la Iglesia”.
Benedicto XVI alentó a las monjas a ser “agradecidas a la divina Providencia por el don sublime y gratuito de la vocación monástica, a la que el Señor os ha llamado sin que hayáis hecho nada por merecerlo”.
“La forma de vida contemplativa, que de las manos de Santo Domingo recibisteis en las modalidades de la clausura, os sitúa como miembros vivos y vitales en el corazón del cuerpo místico del Señor, que es la Iglesia; y como el corazón hace circular la sangre y mantiene vivo todo el cuerpo, así vuestra existencia escondida con Cristo, entretejida de trabajo y de oración contribuye a sostener a la Iglesia, instrumento de salvación para cada hombre, que el Señor ha redimido con su sangre”.
Con la oración, resaltó el Papa, presentáis “al Altísimo las necesidades espirituales y materiales de tantos hermanos en dificultad, la vida perdida de los que se han apartado del Señor. ¿Cómo no compadecerse de aquellos que parecen vagar sin rumbo? ¿Cómo no desear que se encuentren con Jesús, el único que da sentido a la existencia?”.
“Reconoced, pues, que en todo lo que hacéis, además de los momentos que dedicáis a la oración, vuestro corazón sigue estando guiado por el deseo de amar a Dios. (…) ¡Este es el horizonte de la peregrinación terrena! ¡Esta es vuestra meta! Por eso, habéis optado por vivir retiradas y renunciando a los bienes terrenos: para desear por encima de todas las cosas el bien sin igual, aquella perla preciosa que merece la renuncia a cualquier otro bien para poseerla”.
El Santo Padre concluyó invitando a las religiosas a pronunciar cada día su “sí” a los designios de Dios, con la misma humildad con la que pronunció su “sí” la Santísima Virgen”.
Después de despedirse de las monjas, el Papa regresó al Vaticano.
BXVI-VISITA/ VIS 20100624 (420)
En el Monasterio se custodian la antigua imagen de la Virgen Hagiosoritissa, conocida como Virgen de San Lucas (siglo VII) y preciosas reliquias de Santo Domingo, de Santa Catalina de Siena y de otros santos y santas dominicos.
“Vosotras, que conocéis bien la eficacia de la oración -dijo el Papa en la homilía a las religiosas-, experimentáis cada día la cantidad de gracias de santificación que puede obtener a la Iglesia”.
Benedicto XVI alentó a las monjas a ser “agradecidas a la divina Providencia por el don sublime y gratuito de la vocación monástica, a la que el Señor os ha llamado sin que hayáis hecho nada por merecerlo”.
“La forma de vida contemplativa, que de las manos de Santo Domingo recibisteis en las modalidades de la clausura, os sitúa como miembros vivos y vitales en el corazón del cuerpo místico del Señor, que es la Iglesia; y como el corazón hace circular la sangre y mantiene vivo todo el cuerpo, así vuestra existencia escondida con Cristo, entretejida de trabajo y de oración contribuye a sostener a la Iglesia, instrumento de salvación para cada hombre, que el Señor ha redimido con su sangre”.
Con la oración, resaltó el Papa, presentáis “al Altísimo las necesidades espirituales y materiales de tantos hermanos en dificultad, la vida perdida de los que se han apartado del Señor. ¿Cómo no compadecerse de aquellos que parecen vagar sin rumbo? ¿Cómo no desear que se encuentren con Jesús, el único que da sentido a la existencia?”.
“Reconoced, pues, que en todo lo que hacéis, además de los momentos que dedicáis a la oración, vuestro corazón sigue estando guiado por el deseo de amar a Dios. (…) ¡Este es el horizonte de la peregrinación terrena! ¡Esta es vuestra meta! Por eso, habéis optado por vivir retiradas y renunciando a los bienes terrenos: para desear por encima de todas las cosas el bien sin igual, aquella perla preciosa que merece la renuncia a cualquier otro bien para poseerla”.
El Santo Padre concluyó invitando a las religiosas a pronunciar cada día su “sí” a los designios de Dios, con la misma humildad con la que pronunció su “sí” la Santísima Virgen”.
Después de despedirse de las monjas, el Papa regresó al Vaticano.
BXVI-VISITA/ VIS 20100624 (420)
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