CIUDAD DEL VATICANO, 21 ABR 2010 (VIS).-En la audiencia general de este miércoles, celebrada en la Plaza de San Pedro, el Papa rememoró su reciente viaje apostólico a Malta, el sábado y domingo pasados, “con motivo del 1950 aniversario del naufragio del apóstol Pablo en las costas del archipiélago maltés y de su permanencia en las islas durante unos tres meses”.
“La historia de esta nación desde casi dos mil años –dijo- es inseparable de la fe católica, que caracteriza su cultura y sus tradiciones: se dice que en Malta hay 365 iglesias, “una para cada día del año”, ¡un signo visible de esta fe profunda!”.
Tras recordar que en la “Gruta de San Pablo”, en Rabat, participó en un “momento intenso de oración”, el Santo Padre subrayó que “desde la sucesiva permanencia de Pablo en Malta a causa del naufragio, nació una comunidad cristiana ferviente y sólida, que después de dos mil años sigue siendo fiel al Evangelio y se esfuerza por conjugarlo con los complejos problemas de nuestro tiempo. Esto, naturalmente, no es siempre fácil ni evidente, pero los ciudadanos de Malta saben encontrar en la visión cristiana de la vida las respuestas a los nuevos desafíos. Un signo de ello es, por ejemplo, el hecho de haber mantenido sólido el profundo respeto por la vida naciente y por la santidad del matrimonio, decidiendo no introducir el aborto y el divorcio en el ordenamiento jurídico del país”.
Benedicto XVI señaló que después de la celebración eucarística ante la Iglesia de San Publio, donde los fieles “participaron con gran fervor”, quiso encontrar “a algunas personas víctimas de abusos por parte de sacerdotes. Compartí con ellos el sufrimiento y conmovido, recé con ellos, asegurando la acción de la Iglesia”.
Malta, continuó, “debido a su ubicación geográfica, no es una sociedad “aislada” del mundo”, ya que “mantiene contactos con varios países y además, en muchas naciones hay sacerdotes malteses”.
“La posición estratégica del pequeño archipiélago atraía obviamente la atención de las diversas potencias políticas y militares. Sin embargo, la vocación más profunda de Malta es la cristiana, es decir, ¡la vocación universal de la paz! La famosa cruz de Malta (...) nunca ha perdido su significado auténtico y perenne: ¡es el signo del amor y de la reconciliación y esta es la verdadera vocación de los pueblos que acogen y abrazan el mensaje cristiano!”.
El Papa puso de relieve que Malta es “el centro de las rutas de la emigración”, lo cual conlleva “problemas complejos en ámbito humanitario, político y jurídico que no tienen soluciones fáciles, pero que hay que buscar con perseverancia y tenacidad a través de la acción concertada a nivel internacional. Así se debe hacer en todas las naciones cuyos valores cristianos se hallan en las raíces de sus Cartas Constitucionales y de sus culturas”.
El último acto de su viaje apostólico fue el encuentro con los jóvenes en el puerto de La Valletta. A los chicos y chicas presentes “recordé -dijo- la experiencia juvenil de San Pablo: una experiencia extraordinaria, única, y sin embargo capaz de hablar a las nuevas generaciones de todas las épocas, por la transformación radical seguida al encuentro con Cristo resucitado. Vi en los jóvenes de Malta a posibles herederos de la aventura espiritual de San Pablo, llamados a descubrir como él la belleza del amor de Dios, que se nos ha dado en Jesucristo; a abrazar el misterio de su Cruz; a vencer en las pruebas y tribulaciones, a no tener miedo de las “tormentas” de la vida, y ni siquiera de los naufragios, porque el proyecto de amor de Dios es mayor que las tempestades y los naufragios”.
Benedicto XVI concluyó pidiendo que “por intercesión del apóstol Pablo, de san Giorgio Preca, sacerdote, primer santo maltés, y de la Virgen María, que los fieles de Malta y Gozo veneran con tanta devoción, progresen siempre en la paz y en la prosperidad”.
AG/ VIS 20100421 (650)
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