Ciudad
del Vaticano, 9 de julio de 2015 (Vis).-El Papa Francisco comenzó
ayer la segunda etapa de su viaje en América Latina llegando al
aeropuerto de El Alto, el más alto del planeta, situado a más de
cuatro mil metros sobre el nivel del mar en La Paz (Bolivia) donde
lo esperaba el Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo
Morales, primer mandatario indígena (uru-aimara) del país, al que
el Santo Padre ya encontró en el Vaticano durante el Primer
Encuentro Mundial de los Movimientos Populares, organizado por el
Pontificio Consejo Justicia y Paz en octubre de 2014.
En
su primer discurso en tierra boliviana el Santo Padre afirmó que
había ido allí ''como huésped y peregrino... para confirmar la fe
de los creyentes en Cristo resucitado, para que cuantos creemos en
Él, mientras peregrinamos en esta vida, seamos testigos de su amor,
fermento de un mundo mejor, y colaboremos en la construcción de una
sociedad más justa y solidaria''. Y tras agradecer al presidente
Morales su ''cálida y fraternal acogida'' saludar a las autoridades
religiosas y civiles añadió: ''Llevo en el corazón especialmente a
los hijos de esta tierra, que por múltiples razones no están aquí
y han tenido que buscar ''otra tierra'' que los cobije; otro lugar
donde esta madre los haga fecundos y posibilite la vida''
El
Papa manifestó también su alegría por encontrarse en una tierra de
singular belleza, como declara el preámbulo de su Constitución:
''En tiempos inmemoriales se erigieron montañas, se desplazaron
ríos, se formaron lagos. Nuestra amazonía, nuestro chaco, nuestro
altiplano y nuestros llanos y valles se cubrieron de verdores y
flores''. ''Y esto me recuerda -destacó- que ''el mundo es algo más
que un problema a resolver, es un misterio gozoso que contemplamos
con jubilosa alabanza''. Pero sobre todo, es una tierra bendecida en
sus gentes, con su variada realidad cultural y étnica, que
constituye una gran riqueza y un llamado permanente al respeto mutuo
y al diálogo: pueblos originarios milenarios y pueblos originarios
contemporáneos; cuánta alegría nos da saber que el castellano
traído a estas tierras hoy convive con 36 idiomas originarios,
amalgamándose –como lo hacen en las flores nacionales de kantuta y
patujú el rojo y el amarillo– para dar belleza y unidad en lo
diverso. En esta tierra y en este pueblo, arraigó con fuerza el
anuncio del Evangelio, que a lo largo de los años ha ido iluminando
la convivencia, contribuyendo al desarrollo del pueblo y fomentando
la cultura''.
''Bolivia
está dando pasos importantes para incluir a amplios sectores en la
vida económica, social y política del País -prosiguió- Cuenta con
una Constitución que reconoce los derechos de los individuos, de las
minorías, del medio ambiente, y con unas instituciones sensibles a
estas realidades. Todo ello requiere un espíritu de colaboración
ciudadana, de diálogo y de participación de en los individuos y
los actores sociales en las cuestiones que interesan a todos. El
progreso integral de un pueblo incluye el crecimiento en valores de
las personas y la convergencia en ideales comunes que consigan aunar
voluntades, sin excluir ni rechazar a nadie. Si el crecimiento es
solo material, siempre se corre el riesgo de volver a crear nuevas
diferencias, de que la abundancia de unos se construya sobre la
escasez de otros. Por eso, además de la transparencia institucional,
la cohesión social requiere un esfuerzo en la educación de los
ciudadanos''.
''En
estos días me gustaría alentar la vocación de los discípulos de
Cristo a comunicar la alegría del Evangelio, a ser sal de la tierra
y luz del mundo. La voz de los Pastores, que tiene que ser profética,
habla a la sociedad en nombre de la Iglesia madre - porque la Iglesia
es madre - y lo habla desde la opción preferencial y evangélica
por los últimos, por los descartados, por los excluidos: ésa es la
opción preferencial de la Iglesia. La caridad fraterna, expresión
viva del mandamiento nuevo de Jesús, se expresa en programas, obras
e instituciones que buscan la promoción integral de la persona, así
como el cuidado y la protección de los más vulnerables. No se puede
creer en Dios Padre sin ver un hermano en cada persona, y no se puede
seguir a Jesús sin entregar la vida por los que Él murió en la
cruz''.
También
toco el Pontífice en su primer discurso el tema de la familia,
subrayando que ''en una época en la que tantas veces se tiende a
olvidar o a tergiversar los valores fundamentales, la familia merece
una especial atención por parte de los responsables del bien común
porque es la célula básica de la sociedad, que aporta lazos sólidos
de unión sobre los que se basa la convivencia humana y, con la
generación y educación de sus hijos, asegura el futuro y la
renovación de la sociedad''.
''La
Iglesia también siente una preocupación especial por los jóvenes
que, comprometidos con su fe y con grandes ideales, son una promesa
de futuro, ''vigías que anuncian la luz del alba y la nueva
primavera del Evangelio'' decía san Juan Pablo II . Cuidar a los
niños, hacer que la juventud se comprometa en nobles ideales, es
garantía de futuro para una sociedad; y la Iglesia quiere una
sociedad que encuentra su reaseguro cuando valora, admira y custodia
también a sus mayores, que son los que nos traen la sabiduría de
los pueblos; custodiar a los que hoy son descartados por tantos
intereses que ponen al centro de la vida económica al dios dinero;
son descartados los niños y los jóvenes que son el futuro de un
país, y los ancianos que son la memoria del pueblo; por eso hay que
cuidarlos, hay que protegerlos, son nuestro futuro. La Iglesia hace
opción por ir generando una ''cultura memoriosa'' que le garantiza a
los ancianos no solo la calidad de vida en sus últimos años sino la
calidez, como bien lo expresa su la constitución de ustedes''.
''Estos
días -afirmó dirigiéndose a todos los presentes- nos permitirán
tener diversos momentos de encuentro, diálogo y celebración de la
fe. Lo hago alegre y contento de estar en esta Patria que se dice a
sí misma pacifista, patria de paz, y que promueve la cultura de la
paz y el derecho a la paz''.
Por
último, confío su visita al amparo de la Santísima Virgen de
Copacabana, Reina de Bolivia y concluyó su discurso exclamando:
''¡Jallalla Bolivia!'', la palabra que en aimara significa vida y
esperanza.
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