Ciudad
del Vaticano, 9 de julio de 2015 (Vis).-La visita del Papa Francisco
a Ecuador concluyó ayer con dos eventos. El primero fue la visita a
la casa de ancianos de las Misioneras de la Caridad en Tumbaco, a
unos 21 km de la capital, Quito, y cerca de la carretera que lleva al
aeropuerto. El Santo Padre fue recibido por la Superiora que lo
acompañó a la capilla del centro para rezar con el resto de la
pequeña comunidad (10 hermanas) y después saludó a los huéspedes
de la institución, alrededor de setenta pesonas en el patio. No hubo
discursos; solamente la cercanía del Obispo de Roma a los ancianos y
ancianas que querían contar con su presencia.
Desde
allí el Papa se trasladó al Santuario Mariano Nacional de El
Quinche, donde se halla la imagen de madera de la Virgen del
Quinche, tallada a finales del siglo XVI por el artista Diego de
Robles, que cada año, en la segunda semana de noviembre atrae a más
de 800.000 creyentes que parten en peregrinación nocturna desde el
pueblo de Calderón para llegar al amanecer a la iglesia.
En
El Quinche, última etapa de Francisco en Ecuador, se desarrrolló el
encuentro con el clero, los religiosos, religiosas y seminaristas del
país. El Papa entregó el discurso que había preparado para la
ocasión ( y que reproducimos a continuación) al obispo Celmo
Lazzari CSI, Responsable de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana para
la Vida Consagrada e improvisó unas palabras para los presentes,
resaltando la riqueza espiritual que había encontrado en Ecuador y
pidiendo a todos que no olvidasen en su vida ni la gratuidad ni el
servicio.
''Todo
esto de riqueza que tienen ustedes, de riqueza espiritual, de piedad,
de profundidad, viene de haber tenido la valentía –porque fueron
momentos muy difíciles–,..de consagrar la nación al Corazón de
Cristo -dijo el Papa- ese Corazón divino y humano que nos quiere
tanto. Y yo los noto un poco con eso: divinos y humanos. Y después,
pocos años después, la consagración al Corazón de María. No
olviden: esa consagración es un hito en la historia del pueblo de
Ecuador''
'Hoy
tengo que hablarles a los sacerdotes, a los seminaristas, las
religiosas, a los religiosos y decirles algo ...Y pensaba en la
Virgen, pensaba en María... María no protagonizó nada. Discipuleó
toda su vida. La primera discípula de su Hijo. Y tenía conciencia
de que todo lo que ella había traído era pura gratuidad de Dios.
Conciencia de gratuidad. Por eso...religiosas, religiosos,
sacerdotes, seminaristas, todos los días vuelvan, hagan ese camino
de retorno hacia la gratuidad con que Dios los eligió... Somos
objeto de gratuidad de Dios. Si olvidamos esto, lentamente, nos vamos
haciendo importantes... Y ahí lentamente nos vamos apartando de esto
que es la base, de lo que María nunca se apartó: la gratuidad de
Dios''.
''Una
segunda cosa que les quisiera decir - observó- es que cuiden la
salud, pero sobre todo cuiden de no caer en... el alzheimer
espiritual, no pierdan la memoria, sobre todo la memoria de dónde me
sacaron. ..San Pablo se ve que intuía este peligro.. y a su hijo
más querido, el obispo Timoteo, a quien él ordenó, le da consejos
pastorales, pero hay uno que toca el corazón: “No te olvides de la
fe que tenía tu abuela y tu madre”, es decir: “No te olvides de
dónde te sacaron, no te olvides de tus raíces, no te sientas
promovido”. La gratuidad es una gracia que no puede convivir con la
promoción y, cuando un sacerdote, un seminarista, un religioso, una
religiosa entra en carrera –no digo mal, en carrera humana–,
empieza a enfermarse de alzheimer espiritual y empieza a perder la
memoria de dónde me sacaron''.
Francisco
propuso a los sacerdotes, consagrados y consagradas dos principios
básicos. ''Todos los días renueven el sentimiento de que todo es
gratis, el sentimiento de gratuidad de la elección de cada uno de
ustedes, –ninguno la merecimos–, y pidan la gracia de no perder
la memoria, de no sentirse más importante Y esos dos principios los
van a hacer vivir con dos actitudes. Primero, el servicio. Dios me
eligió, me sacó ¿para qué? Para servir... y no hacer otra cosa,
y servir cuando estamos cansados y servir cuando la gente nos
harta.... Me decía un viejo cura, que fue toda su vida... un
genio…:“El santo Pueblo fiel de Dios es esencialmente olímpico,
o sea, hace lo que quiere, y ontológicamente hartante”. Y eso
tiene mucha sabiduría, porque quien va por el camino del servir
tiene que dejarse hartar sin perder la paciencia, porque está al
servicio, ningún momento le pertenece''.
''Servicio,
mezclálo con lo de gratuidad y entonces… aquello de Jesús: “Lo
que recibiste gratis dalo gratis”. Por favor, por favor -recalcó-
no cobren la gracia; por favor, que nuestra pastoral sea gratuita. Y
lo segundo, la segunda actitud ...es el gozo y la alegría. Y es un
regalo de Jesús...que Él nos da si se lo pedimos y si no nos
olvidamos de esas dos columnas de nuestra vida sacerdotal o
religiosa, que son el sentido de gratuidad, renovado todos los días,
y no perder la memoria de dónde nos sacaron. Los bendiga Dios
Todopoderoso, el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Y, por favor,
por favor, les pido que recen por mí, porque yo también siento
muchas veces la tentación de olvidarme de la gratuidad con la que
Dios me eligió y de olvidarme de dónde me sacaron. Pidan por mí''.
Discurso
entregado al obispo Celmo Lazzari por el Papa
''Traigo
a los pies de Nuestra Señora de Quinche lo vivido en estos días de
mi visita; quiero dejar en su corazón a los ancianos y enfermos con
los que he compartido un momento en la casa de las Hermanas de la
Caridad, y también todos los otros encuentros que he tenido con
anterioridad. Los dejo en el corazón de María, pero también los
deposito en el corazón de ustedes: sacerdotes, religiosos y
religiosas, seminaristas, para que llamados a trabajar en la viña
del Señor, sean custodios de todo lo que este pueblo de Ecuador
vive, llora y se alegra.
En
el Evangelio, el Señor nos invita a aceptar la misión sin poner
condiciones. Es un mensaje importante que no conviene olvidar, y que
en este Santuario dedicado a la Virgen de la Presentación resuena
con un acento especial. María es ejemplo de discípula para nosotros
que, como ella, hemos recibido una vocación. Su respuesta confiada:
''Hágase en mí según tu Palabra'', nos recuerda sus palabras en
las bodas de Caná: ''Hagan todo lo que él les diga'' . Su ejemplo
es una invitación a servir como ella.
En
la Presentación de la Virgen podemos encontrar algunas sugerencias
para nuestro propio llamado. La Virgen Niña fue un regalo de Dios
para sus padres y para todo el pueblo, que esperaba la liberación.
Es un hecho que se repite frecuentemente en la Escritura: Dios
responde al clamor de su pueblo, enviando un niño, débil, destinado
a traer la salvación y, que al mismo tiempo, restaura la esperanza
de unos padres ancianos. La palabra de Dios nos dice que en la
historia de Israel, los jueces, los profetas, los reyes son un regalo
del Señor para hacer llegar su ternura y su misericordia a su
pueblo. Son signo de la gratuidad de Dios: es Él quien los ha
elegido, escogido y destinado. Esto nos aleja de la
autoreferencialidad, nos hace comprender que ya no nos pertenecemos,
que nuestra vocación nos pide alejarnos de todo egoísmo, de toda
búsqueda de lucro material o compensación afectiva, como nos ha
dicho el Evangelio. No somos mercenarios, sino servidores; no hemos
venido a ser servidos, sino a servir y lo hacemos en el pleno
desprendimiento, sin bastón y sin morral.
Algunas
tradiciones sobre la advocación de Nuestra Señora de Quinche nos
dice que Diego de Robles confeccionó la imagen por encargo de los
indígenas Lumbicí. Diego no lo hacía por piedad, lo hacía por un
beneficio económico. Como no pudieron pagarle, la llevó a Oyacachi
y la cambió por tablas de cedro. Pero Diego se negó al pedido de
ese pueblo para que le hiciera también un altar a la imagen, hasta
que, cayéndose del caballo, se encontró en peligro y sintió la
protección de la Virgen. Volvió al pueblo e hizo el pie de la
imagen. También todos nosotros hemos hecho experiencia de un Dios
que nos sale al cruce, que en nuestra realidad de caídos,
derrumbados, nos llama. ¡Que la vanagloria y la mundanidad no nos
hagan olvidar de dónde Dios nos ha rescatado!, ¡que María de
Quinche nos haga bajar de los lugares de ambiciones, intereses
egoístas, cuidados excesivos de nosotros mismos!
La
''autoridad'' que los apóstoles reciben de Jesús no es para su
propio beneficio: nuestros dones son para renovar y edificar la
Iglesia. No se nieguen a compartir, no se resistan a dar, no se
encierren en la comodidad, sean manantiales que desbordan y
refrescan, especialmente a los oprimidos por el pecado, la
desilusión, el rencor .
El
segundo trazo que me evoca la Presentación de la Virgen es la
perseverancia. En la sugestiva iconografía mariana de esta fiesta,
la Virgen niña se aleja de sus padres subiendo las escaleras del
Templo. María no mira atrás y, en una clara referencia a la
admonición evangélica, marcha decidida hacia delante. Nosotros,
como los discípulos en el Evangelio, también nos ponemos en camino
para llevar a cada pueblo y lugar la buena noticia de Jesús.
Perseverancia en la misión implica no andar cambiando de casa en
casa, buscando donde nos traten mejor, donde haya más medios y
comodidades. Supone unir nuestra suerte con la de Jesús hasta el
final. Algunos relatos de las apariciones de la Virgen de Quinche nos
dicen que una “señora con un niño en brazos” visitó varias
tardes seguidas a los indígenas de Oyacachi cuando éstos se
refugiaban del acoso de los osos. Varias veces fue María al
encuentro de sus hijos; ellos no le creían, desconfiaban de esta
señora, pero les admiró su perseverancia de volver cada tarde al
caer el sol. Perseverar aunque nos rechacen, aunque se haga la noche
y crezcan el desconcierto y los peligros. Perseverar en este esfuerzo
sabiendo que no estamos solos, que es el Pueblo Santo de Dios que
camina.
De
algún modo, en la imagen de la Virgen niña subiendo al Templo,
podemos ver a la Iglesia que acompaña al discípulo misionero. Junto
a ella están sus padres, que le han transmitido la memoria de la fe
y ahora generosamente la ofrecen al Señor para que pueda seguir su
camino; está su comunidad representada en el ''séquito de
vírgenes'', ''sus compañeras'', con las lámparas encendidas y, en
las que los Padres de la Iglesia, ven una profecía de todos los que,
imitando a María, buscan con sinceridad ser amigos de Dios, y están
los sacerdotes que la esperan para recibirla y que nos recuerdan que
en la Iglesia los pastores tienen la responsabilidad de acoger con
ternura y ayudar a discernir cada espíritu y cada llamado.
Caminemos
juntos, sosteniéndonos unos a otros y pidamos con humildad el don de
la perseverancia en su servicio.
Nuestra
Señora del Quinche fue ocasión de encuentro, de comunión, para
este lugar que desde tiempos del incario se había constituido en un
asentamiento multiétnico. ¡Qué lindo es cuando la iglesia
persevera en su esfuerzo por ser casa y escuela de comunión, cuando
generamos esto que me gusta llamar la cultura del encuentro!
La
imagen de la Presentación nos dice que una vez bendecida por los
sacerdotes, la Virgen niña se sentó en las gradas del altar y bailó
sobre sus pies. Pienso en la alegría que se expresa en las imágenes
del banquete de las bodas, de los amigos del novio, de la esposa
adornada con sus joyas. Es la alegría de quien ha descubierto un
tesoro y lo ha dejado todo por conseguirlo. Encontrar al Señor,
vivir en su casa, participar de su intimidad, compromete a anunciar
el Reino y llevar la salvación a todos. Atravesar los umbrales del
Templo exige convertirnos como María en templos del Señor y
ponernos en camino para llevarlo a los hermanos. La Virgen, como
primera discípula misionera, después del anuncio del Ángel, partió
sin demora a un pueblo de Judá para compartir este inmenso gozo, el
mismo que hizo saltar a san Juan Bautista en el seno de su madre.
Quien escucha su voz ''salta de gozo'' y se convierte a su vez en
pregonero de su alegría. La alegría de evangelizar mueve a la
Iglesia, la hace salir, como a María.
Si
bien son múltiples las razones que se argumentan para el traslado
del santuario desde Oyacachi a este lugar, me quedo con una: ''aquí
es y ha sido más accesible, más fácil para estar cerca de todos''.
Así lo entendió el Arzobispo de Quito, Fray Luis López de Solís,
cuando mandó edificar un Santuario capaz de convocar y acoger a
todos. Una iglesia en salida es una iglesia que se acerca, que se
allana para no estar distante, que sale de su comodidad y se atreve a
llegar a todas las periferias que necesitan la luz del evangelio.
Volveremos
ahora a nuestras tareas, interpelados por el Santo Pueblo que nos ha
sido confiado. Entre ellas, no olvidemos cuidar, animar y educar la
devoción popular que palpamos en este santuario y tan extendida en
muchos países latinoamericanos. El pueblo fiel ha sabido expresar la
fe con su propio lenguaje, manifestar sus más hondos sentimientos de
dolor, duda, gozo, fracaso, agradecimiento con diversas formas de
piedad: procesiones, velas, flores, cantos que se convierten en una
bella expresión de confianza en el Señor y de amor a su Madre, que
es también la nuestra.
En
Quinche, la historia de los hombres y la historia de Dios confluyen
en la historia de una mujer, María. Y en una casa, nuestra casa, la
hermana madre tierra. Las tradiciones de esta advocación evocan a
los cedros, los osos, la hendidura en la piedra que fuera aquí la
primera casa de la Madre de Dios. Nos hablan en el ayer de pájaros
que rodearon el lugar, y en el hoy de flores que engalanan los
alrededores. Los orígenes de esta devoción nos llevan a tiempos
donde era más sencilla ''la serena armonía con la creación...
contemplar al Creador que vive entre nosotros y en lo que nos rodea y
cuya presencia no hace falta fabricar'' y que se nos devela en el
mundo creado, en su Hijo amado, en la Eucaristía que permite a los
cristianos sentirse miembros vivos de la Iglesia y participar
activamente en su misión, en Nuestra Señora del Quinche, que
acompañó desde aquí los albores del primer anuncio de la fe a los
pueblos indígenas. A ella encomendemos nuestra vocación; que ella
nos haga regalo para nuestro pueblo, que ella nos dé la
perseverancia en la entrega y la alegría de salir a llevar el
Evangelio de su hijo Jesús –unidos a nuestros pastores– hasta
los confines, hasta las periferias de nuestro querido Ecuador.
Después
de rezar el Padrenuestro con los participantes en el encuentro, el
Papa se desplazó en automóvil al aeropuerto de Quito desde donde,
tras los saludos protocolares, se embarcó en avión a Bolivia, el
segundo país de su visita a América Latina .
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