Ciudad
del Vaticano, 4 de julio de 2015 (Vis).-El Papa emérito Benedicto
XVI ha recibido el Doctorado Honoris Causa de la Pontificia
Universidad Juan Pablo II y de la Academia Musical de Cracovia,
otorgado por los rectores de ambos ateneos polacos y conferido esta
mañana en Castel Gandolfo por el cardenal Stanislaw Dziwisz,
arzobispo de Cracovia y gran canciller de la universidad dedicada a
san Juan Pablo II.
Benedicto
XVI acogió el nombramiento con un discurso en el que recordó como
san Juan Pablo II demostró con el ejemplo que ''la alegría de la
gran música sacra y la tarea de la participación común en la
sagrada liturgia, el gozo solemne y la sencillez de la humilde
celebración de la fe podían darse la mano''.
''En
la Constitución sobre la liturgia del Concilio Vaticano II está
escrito con mucha claridad que se conserve y se incremente con sumo
cuidado el patrimonio de la música sacra- señaló el Papa emérito-
y por otra parte, el texto destaca como categoría litúrgica
fundamental la ''participatio actuosa'' de los fieles en la acción
sagrada. Pero lo que en la Constitución coexistía todavía
pacíficamente, en la recepción del Concilio, ha conocido momentos
de tensión dramática. Ambientes significativos del Movimiento
Litúrgico creían que en el futuro para las grandes obras corales e
incluso para las misas para orquesta sólo habria lugar en las salas
de concierto, no en la liturgia, donde el espacio estaría reservado
al canto y la oración de los fieles. Por otro lado, había mucha
preocupación por el empobrecimiento cultural de la Iglesia que este
hecho llevaría aparejado ¿Cómo conciliar las dos cosas? Esas eran
las preguntas que nos planteábamos muchos creyentes, tanto la
gente sencilla, como las personas que contaban con una formación
teológica''.
''En
estas circunstancias -prosiguió- tal vez es necesario preguntarse:
¿De dónde viene y a qué tiende la música? Creo que se pueden
localizar tres "lugares" de procedencia. El primero es
la experiencia del amor. Cuando los seres humanos fueron capturados
por el amor, se abrió ante ellos otra dimensión del ser... que les
llevó a expresarse en formas nuevas. La poesía, el canto y la
música en general nacen de este nuevo horizonte de la vida... Un
segundo origen es la experiencia de la tristeza, el haber sido
tocados por la muerte, por el dolor y los abismos de la existencia.
También en este caso se abren, en dirección opuesta, nuevas
dimensiones de la realidad que no encuentran respuesta solo en los
discursos. Por último, el tercer lugar de origen de la música es el
encuentro con lo divino, que desde el principio es parte de lo que
define lo humano. Se puede decir que la calidad de la música
depende de la pureza y la grandeza del encuentro con lo divino, con
la experiencia del amor y del dolor. Cuanto más pura y verdadera es
esa experiencia , más pura y grande será la música que de ella
nace y se desarrolla''.
''Ciertamente
la música occidental va mucho más allá del ámbito religioso y
eclesial -explicó Benedicto XVI- Y sin embargo, encuentra su fuente
más profunda en la liturgia, en el encuentro con Dios. Es
evidente en Bach, para el que la gloria de Dios era en última
instancia, el fin de toda música. La respuesta grande y pura de
la música occidental se ha desarrollado en el encuentro con el Dios
que, en la liturgia, se hace presente a nosotros en Jesucristo. Esa
música, para mí, es una demostración de la verdad del
cristianismo. Donde hay una respuesta así, se ha producido un
encuentro con la verdad, con el verdadero creador del mundo. Por eso
la gran música sacra es una realidad de rango teológico y de
significado permanente para la fe de la cristiandad , aunque no sea
necesario que se interprete siempre y en cualquier lugar. Por otro
lado, también está claro que no puede desaparecer de la liturgia y
que su presencia puede ser una forma especial de participar en la
celebración sagrada, en el misterio de la fe''.
''Si
pensamos en la liturgia celebrada por san Juan Pablo II en todos los
continentes, vemos toda la amplitud de las posibilidades expresivas
de la fe en el evento litúrgico; y vemos también como la gran
música de la tradición occidental no sea ajena a la liturgia, sino
que nació de ella , creció con ella y que así contribuye siempre
a darle forma. No sabemos el futuro de nuestra cultura ni de la
música sacra. Pero hay algo claro: allí donde se produce el
encuentro con el Dios vivo, que en Cristo viene a nosotros, allí
nace y crece nuevamente también la respuesta, cuya belleza proviene
de la verdad misma'', concluyó Benedicto XVI.
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