Ciudad
del Vaticano, 8 de julio de 2015 (Vis).-Poco antes de las 18,00 (hora
local) el Papa llegó a la iglesia de San Francisco que con el
convento adyacente constituye el edificio religioso católico más
antiguo de América Latina. El lugar, que reviste además un gran
significado simbólico para la población indígena ya que fue sede
de los comandos militares de los Incas y los Caranquis, fue adquirido
por los franciscanos gracias a donativos procedentes de Bélgica y la
construcción que comenzó en 1536, el año de la fundación de
Quito, finalizó en 1680, si bien el complejo se expandió
posteriormente. Denominado ''El Escorial del Nuevo Mundo'', por sus
riquezas artísticas abarca tres hectáreas y media de edificios (13
claustros, 3 iglesias, más de 3.500 obras de arte colonial y una
espléndida biblioteca franciscana). Actualmente es escenario de
diversas actividades culturales y sociales y sede de escuelas de
pintura, escultura y grabado.
El
alcalde de Quito, Mauricio Rodas, esperaba al Santo Padre en la
entrada principal de la iglesia para entregarle las llaves de la
ciudad. Fue un acto sencillo y sin discursos, después del cual el
Padre guardián de la Comunidad Franciscana acogió a Francisco en el
centro donde se desarrolló su encuentro del Santo Padre con la
sociedad civil ecuatoriana y los protagonistas más representativos
de diversos sectores, desde la cultura a la economía, pasando por la
empresa industrial y rural, el voluntariado, el deporte etc...También
había una nutrida representación de las poblaciones indígenas
amazónicas.
Tras
recibir el saludo del arzobispo de Cuenca, Luis Gerardo Cabrera
Herrera, Presidente de la Comisión para los Laicos de la Conferencia
Episcopal, y escuchar las palabras de tres laicos, el Papa pronunció
un discurso centrado en la importancia de la familia como lugar donde
se aprenden valores de utilidad social como la solidaridad, la
gratuidad y el respeto.
''Justo
antes de entrar en la Iglesia, el Señor Alcalde me ha entregado las
llaves de la ciudad. Así puedo decir que aquí, en San Francisco de
Quito, soy de casa -dijo Francisco- Ese símbolo, que es muestra de
confianza y cariño, al abrirme las puertas,me permite presentarles
algunas claves de la convivencia ciudadana a partir de este ser de
casa, es decir a partir de la experiencia de la vida familiar''.
''Nuestra
sociedad gana cuando cada persona, cada grupo social, se siente
verdaderamente de casa. En una familia, los padres, los abuelos, los
hijos son de casa; ninguno está excluido. Si uno tiene una
dificultad, incluso grave, aunque se la haya buscado él, los demás
acuden en su ayuda, lo apoyan; su dolor es de todos. Me viene a la
mente la imagen de esas madres o esposas. Las he visto en Buenos
Aires haciendo colas los días de visita para entrar a la cárcel,
para ver a su hijo o a su esposo que no se portó bien, por decirlo
en lenguaje sencillo, pero no los dejan porque siguen siendo de casa.
Cómo nos enseñan esas mujeres. En la sociedad, ¿no debería
suceder también lo mismo? Y, sin embargo, nuestras relaciones
sociales o el juego político en el sentido más amplio de la palabra
–no olvidemos que la política, decía el beato Pablo VI, es una de
las formas más altas de la caridad–, muchas veces este actuar
nuestro se basa en la confrontación, que produce en el descarte. Mi
posición, mi idea, mi proyecto se consolidan si soy capaz de vencer
al otro, de imponerme, de descartarlo. Así vamos construyendo una
cultura del descarte que hoy día ha tomado dimensiones mundiales, de
amplitud. ¿Eso es ser familia? En las familias todos contribuyen al
proyecto común, todos trabajan por el bien común, pero sin anular
al individuo; al contrario, lo sostienen, lo promueven. Se pelean,
pero hay algo que no se mueve: ese lazo familiar. Las peleas de
familia son reconciliaciones después. Las alegrías y las penas de
cada uno son asumidas por todos. ¡Eso sí es ser familia! Si
pudiéramos lograr ver al oponente político o al vecino de casa con
los mismos ojos que a los hijos, esposas, o esposos, padres o madres,
qué bueno sería. ¿Amamos nuestra sociedad o sigue siendo algo
lejano, algo anónimo, que no nos involucra, no nos mete, no nos
compromete? ¿Amamos nuestro país, la comunidad que estamos
intentando construir? ¿La amamos sólo en los conceptos disertados,
en el mundo de las ideas? San Ignacio –permítanme el aviso
publicitario-, san Ignacio nos decía en los Ejercicios que el amor
se muestra más en las obras que en las palabras. ¡Amémosla a la
sociedad en las obras más que en las palabras! En cada persona, en
lo concreto, en la vida que compartimos. Y además nos decía que el
amor siempre se comunica, tiende a la comunicación, nunca al
aislamiento. Dos criterios que nos pueden ayudar a mirar la sociedad
con otros ojos. No solo a mirarla, a sentirla, a pensarla, a tocarla,
a amasarla''.
''A
partir de este afecto, irán surgiendo gestos sencillos que refuercen
los vínculos personales. En varias ocasiones me he referido a la
importancia de la familia como célula de la sociedad. En el ámbito
familiar, las personas reciben los valores fundamentales del amor, la
fraternidad y el respeto mutuo, que se traducen en valores sociales
esenciales....Entonces, partiendo de este ser de casa, mirando la
familia, pensemos en la sociedad a través de estos valores sociales
que mamamos en casa, en la familia: la gratuidad, la solidaridad y la
subsidiariedad''.
La
gratuidad: para los padres, todos sus hijos, aunque cada uno tenga su
propia índole, son igual de queribles. En cambio, el niño, cuando
se niega a compartir lo que recibe gratuitamente de ellos, de los
padres, rompe esta relación o entra en crisis, fenómeno más común.
Las primeras reacciones... empiezan cuando la madre está embarazada:
...cuidado que hay competencia, cuidado que ya no sos el único.
Curioso. El amor de los padres lo ayuda a salir de su egoísmo para
que aprenda a convivir con el que viene y con los demás, que aprenda
a ceder, para abrirse al otro....En el ámbito social, esto supone
asumir que la gratuidad no es complemento sino requisito necesario de
para la justicia. La gratuidad es requisito necesario para la
justicia. Lo que somos y tenemos nos ha sido confiado para ponerlo al
servicio de los demás –gratis lo recibimos, gratis lo damos–.
Nuestra tarea consiste en que fructifique en obras de bien. Los
bienes están destinados a todos, y aunque uno ostente su propiedad,
que es lícito, pesa sobre ellos una hipoteca social. Siempre. Se
supera así el concepto económico de justicia, basado en el
principio de compraventa, con el concepto de justicia social, que
defiende el derecho fundamental de la persona a una vida digna. Y,
siguiendo con la justicia, la explotación de los recursos naturales,
tan abundantes en el Ecuador, no debe buscar el beneficio inmediato.
Ser administradores de esta riqueza que hemos recibido nos compromete
con la sociedad en su conjunto y con las futuras generaciones, a las
que no podremos legar este patrimonio sin un adecuado cuidado del
medio ambiente, sin una conciencia de gratuidad que brota de la
contemplación del mundo creado. Nos acompañan aquí hoy hoy aquí,
hermanos de pueblos originarios provenientes de la amazonía
ecuatoriana,. Esa zona es de las “más ricas en variedad de
especies, en especies endémicas, poco frecuentes o con menor grado
de protección efectiva… Requiere un cuidado particular por su
enorme importancia para el ecosistema mundial, (pues tiene) una
biodiversidad con una enorme complejidad, casi imposible de reconocer
integralmente,. Pero, cuando es quemada, cuando es arrasada para
desarrollar cultivos, en pocos años se pierden innumerables
especies, cuando no se convierten en áridos desiertos. Y ahí
Ecuador –junto a los otros países con franjas amazónicas– tiene
una oportunidad para ejercer la pedagogía de una ecología integral.
¡Nosotros hemos recibido como herencia de nuestros padres el mundo,
pero también recordemos que lo hemos recibido como un préstamo de
nuestros hijos y de las generaciones futuras a las cuales lo tenemos
que devolver! Y mejorado. ¡Y esto es gratuidad!''
''De
la fraternidad vivida en la familia, nace ese segundo valor, la
solidaridad en la sociedad, que no consiste únicamente en dar al
necesitado, sino en ser responsables los unos de a los otros. Si
vemos en el otro a un hermano, nadie puede quedar excluido, nadie
puede quedar apartado. El Ecuador, como muchos pueblos
latinoamericanos, experimenta hoy profundos cambios sociales y
culturales, nuevos retos que requieren la participación de todos los
actores sociales. La migración, la concentración urbana, el
consumismo, la crisis de la familia, la falta de trabajo, las bolsas
de pobreza producen incertidumbre y tensiones que constituyen una
amenaza a la convivencia social. Las normas y las leyes, así como
los proyectos de la comunidad civil, han de procurar la inclusión,
abrir espacios de diálogo, espacios de encuentro y así dejar en el
doloroso recuerdo cualquier tipo de represión, el control desmedido
y la merma de libertades. La esperanza de un futuro mejor pasa por
ofrecer oportunidades reales a los ciudadanos, especialmente a los
jóvenes, creando empleo, con un crecimiento económico que llegue a
todos, y no se quede en las estadísticas macroeconómicas., crear un
desarrollo sostenible que genere un tejido social firme y bien
cohesionado. Si no hay solidaridad esto es imposible''.
''Me
referí a los jóvenes y me referí a la falta de trabajo.
Mundialmente es alarmante. Países europeos, que estaban en primera
línea hace décadas, hoy están sufriendo en la población juvenil
–de veinticinco años hacia abajo– un cuarenta, un cincuenta por
ciento de desocupación. Si no hay solidaridad eso no se soluciona.
Les decía a los salesianos: “¡Ustedes que Don Bosco los creó
para educar, hoy educación de emergencia para esos jóvenes que no
tienen trabajo!”. ¿Por qué? Emergencia para prepararlos a
pequeños trabajos que le otorguen la dignidad de poder llevar el pan
a casa. A estos jóvenes desocupados que son los que llamamos los “ni
ni” –ni estudian ni trabajan–, ¿qué horizontes les queda?
¿Las adicciones, la tristeza, la depresión, el suicidio –no se
publican íntegramente las estadísticas de suicidio juvenil– o
enrolarse en proyectos de locura social, que al menos le presenten un
ideal? Hoy se nos pide cuidar, de manera especial, con solidaridad,
este tercer sector de exclusión de la cultura del descarte. Primero
son los chicos, porque o no se los quiere –hay países
desarrollados que tienen natalidad casi cero por cien–, o no se los
quiere o se los asesina antes de que nazcan. Después los ancianos,
que se los abandona y se los va dejando y se olvida que son la
sabiduría y la memoria de su pueblo. Se los descarta. Ahora le tocó
el turno a los jóvenes. ¿A quién le queda lugar? A los servidores
del egoísmo, del dios dinero que está al centro de un sistema que
nos aplasta a todos''.
''Por
último, el respeto del otro que se aprende en la familia se traduce
en el ámbito social en la subsidiariedad. O sea, gratuidad,
solidaridad, subsidiariedad. Asumir que nuestra opción no es
necesariamente la única legítima es un sano ejercicio de humildad.
Al reconocer lo bueno que hay en los demás, incluso con sus
limitaciones, vemos la riqueza que entraña la diversidad y el valor
de la complementariedad. Los hombres, los grupos tienen derecho a
recorrer su camino, aunque esto a veces suponga cometer errores. En
el respeto de la libertad, la sociedad civil está llamada a promover
a cada persona y agente social para que pueda asumir su propio papel
y contribuir desde su especificidad al bien común. El diálogo es
necesario, es fundamental para llegar a la verdad, que no puede ser
impuesta, sino buscada con sinceridad y espíritu crítico. En una
democracia participativa, cada una de las fuerzas sociales, los
grupos indígenas, los afroecuatorianos, las mujeres, las
agrupaciones ciudadanas y cuantos trabajan por la comunidad en los
servicios públicos son protagonistas, son protagonistas
imprescindibles en es diálogo, no son espectadores. Las paredes,
patios y claustros de este lugar lo dicen con mayor elocuencia:
asentado sobre elementos de la cultura incaica y caranqui, la belleza
de sus proporciones y formas, el arrojo de sus diferentes estilos
combinados de modo notable, las obras de arte que reciben el nombre
de “escuela quiteña”, condensan un extenso diálogo, con
aciertos y errores, de la historia ecuatoriana. El hoy está lleno de
belleza, y, si bien es cierto que en el pasado ha habido torpezas y
atropellos –¿cómo negarlo? incluso en nuestras historias
personales, ¿cómo negarlo?–, podemos afirmar que la amalgama
irradia tanta exuberancia que nos permite mirar el futuro con mucha
esperanza''.
''También
la Iglesia quiere colaborar en la búsqueda del bien común, desde
sus actividades sociales, educativas, promoviendo los valores éticos
y espirituales, siendo un signo profético que lleve un rayo de luz y
esperanza a todos, especialmente a los más necesitados. Muchos me
preguntarán: “Padre, ¿por qué habla tanto de los necesitados, de
las personas necesitadas, de las personas excluidas, de las personas
al margen del camino?”. Simplemente porque esta realidad y la
respuesta a esta realidad está en el corazón del Evangelio. Y
precisamente porque la actitud que tomemos frente a esta realidad
está inscrita en el protocolo sobre el cual seremos juzgados, en
Mateo 25''.
''Muchas
gracias por estar aquí, por escucharme -acabó el Papa- les pido,
por favor, que lleven mis palabras de aliento a los grupos que
ustedes representan en las diversas esferas sociales. Que el Señor
conceda a la sociedad civil que ustedes representan ser siempre ese
ámbito adecuado donde se viva en casa, donde se vivan estos valores
de la gratuidad, de la solidaridad y de la subsidiariedad''.
El
Santo Padre acabó la jornada con una visita a la Iglesia de la
Compañía, el primer templo de la Compañía de Jesús en Ecuador,
construido entre 1605 y 1765, uno de los íconos arquitectónicos más
importantes del Nuevo Mundo, incluida en la lista Unesco del
Patrimonio de la Humanidad. Francisco, junto con algunos jesuitas de
la comunidad, rezó en privado ante la imagen de la Virgen Dolorosa.
La visita duró una media hora, después de la cual el Papa se
trasladó a la nunciatura apostólica para pernoctar.
Hoy,
8 de julio, está previsto su encuentro con los ancianos de la casa
de reposo de las Misioneras de la Caridad en Tumbaco, así como con
el clero en el Santuario Nacional Mariano El Quinche desde el cual el
Papa se desplazará al aeropuerto de Quito para tomar el avión que
lo llevará a Bolivia, segunda etapa de su viaje apostólico a
América Latina.
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