Ciudad
del Vaticano, 18 de junio de 2015 (Vis).-El texto que sigue brinda
una visión general de las 191 páginas de la encíclica Laudato si'
y de sus puntos claves, así como un resumen de los seis capítulos (
''Lo que está pasando a nuestra casa''; El Evangelio de la
creación;La raíz humana de la crisis ecológica; Una ecología
integral; Algunas líneas orientativas y de acción; Educación y
espiritualidad ecológica que la componen) y de sus apartados. La
encíclica termina con una Oración interreligiosa por nuestra tierra
y una Oración cristiana con la creación.
LÍNEAS
GENERALES DE LA ENCICLICA LAUDATO SI'
''¿Qué
tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que
están creciendo?''. Esta pregunta está en el centro de Laudato si’,
la esperada Encíclica del Papa Francisco sobre el cuidado de la casa
común. Y continúa: ''Esta pregunta no afecta sólo al ambiente de
manera aislada, porque no se puede plantear la cuestión de modo
fragmentario'', y nos conduce a interrogarnos sobre el sentido de la
existencia y el valor de la vida social: ''¿Para qué pasamos por
este mundo? ¿para qué vinimos a esta vida? ¿para qué trabajamos y
luchamos? ¿para qué nos necesita esta tierra?'': ''Si no nos
planteamos estas preguntas de fondo -dice el Pontífice – ''no creo
que nuestras preocupaciones ecológicas puedan obtener resultados
importantes''.
La
Encíclica toma su nombre de la invocación de san Francisco,
''Laudato si’, mi’ Signore'', que en el Cántico de las creaturas
que recuerda que la tierra, nuestra casa común, ''es también como
una hermana con la que compartimos la existencia, y como una madre
bella que nos acoge entre sus brazos '' . Nosotros mismos ''somos
tierra. Nuestro propio cuerpo está formado por elementos del
planeta, su aire nos da el aliento y su agua nos vivifica y
restaura'' .
Pero
ahora esta tierra maltratada y saqueada clama y sus gemidos se unen
a los de todos los abandonados del mundo. El Papa Francisco nos
invita a escucharlos, llamando a todos y cada uno –individuos,
familias, colectivos locales, nacionales y comunidad internacional- a
una ''conversión ecológica'', según expresión de San Juan Pablo
II, es decir, a ''cambiar de ruta'', asumiendo la urgencia y la
hermosura del desafío que se nos presenta ante el ''cuidado de la
casa común''. Al mismo tiempo, el papa Francisco reconoce que ''se
advierte una creciente sensibilidad con respecto al ambiente y al
cuidado de la naturaleza, y crece una sincera y dolorosa preocupación
por lo que está ocurriendo con nuestro planeta'', permitiendo una
mirada de esperanza que atraviesa toda la Encíclica y envía a todos
un mensaje claro y esperanzado: ''La humanidad tiene aún la
capacidad de colaborar para construir nuestra casa común''; ''el ser
humano es todavía capaz de intervenir positivamente''; ''no todo
está perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta
el extremo, pueden también superarse, volver a elegir el bien y
regenerarse ''.
El
Papa Francisco se dirige, claro está, a los fieles católicos,
retomando las palabras de San Juan Pablo II: ''los cristianos, en
particular, descubren que su cometido dentro de la creación, así
como sus deberes con la naturaleza y el Creador, forman parte de su
fe'' , pero se propone ''especialmente entrar en diálogo con todos
sobre nuestra casa común'': el diálogo aparece en todo el texto, y
en el capítulo 5 se vuelve instrumento para afrontar y resolver los
problemas. Desde el principio el papa Francisco recuerda que también
''otras Iglesias y Comunidades cristianas – como también otras
religiones– han desarrollado una profunda preocupación y una
valiosa reflexión'' sobre el tema de la ecología. Más aún, asume
explícitamente su contribución a partir de la del ''querido
Patriarca Ecuménico Bartolomé'', ampliamente citado en los nn. 8-9.
En varios momentos, además, el Pontífice agradece a los
protagonistas de este esfuerzo – tanto individuos como asociaciones
o instituciones –, reconociendo que ''la reflexión de innumerables
científicos, filósofos, teólogos y organizaciones sociales (ha)
enriquecido el pensamiento de la Iglesia sobre estas cuestiones'' e
invita a todos a reconocer ''la riqueza que las religiones pueden
ofrecer para una ecología integral y para el desarrollo pleno del
género humano''.
El
recorrido de la Encíclica está trazado en el n. 15 y se desarrolla
en seis capítulos. A partir de la escucha de la situación a partir
de los mejores conocimientos científicos disponibles hoy, recurre a
la luz de la Biblia y la tradición judeo-cristiana , detectando las
raíces del problema en la tecnocracia y el excesivo repliegue
autorreferencial del ser humano. La propuesta de la Encíclica es la
de una ''ecología integral, que incorpore claramente las dimensiones
humanas y sociales'', inseparablemente vinculadas con la situación
ambiental. En esta perspectiva, el Papa Francisco propone emprender
un diálogo honesto a todos los niveles de la vida social, que
facilite procesos de decisión transparentes. Y recuerda que ningún
proyecto puede ser eficaz si no está animado por una conciencia
formada y responsable, sugiriendo principios para crecer en esta
dirección a nivel educativo, espiritual, eclesial, político y
teológico. El texto termina con dos oraciones, una que se ofrece
para ser compartida con todos los que creen en ''un Dios creador
omnipotente'' , y la otra propuesta a quienes profesan la fe en
Jesucristo, rimada con el estribillo ''Laudato si’'', que abre y
cierra la Encíclica.
El
texto está atravesado por algunos ejes temáticos, vistos desde
variadas perspectivas, que le dan una fuerte coherencia interna: ''la
íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la
convicción de que en el mundo todo está conectado, la crítica al
nuevo paradigma y a las formas de poder que derivan de la tecnología,
la invitación a buscar otros modos de entender la economía y el
progreso, el valor propio de cada criatura, el sentido humano de la
ecología, la necesidad de debates sinceros y honestos, la grave
responsabilidad de la política internacional y local, la cultura del
descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida.'' .
CAPÍTULO
1 – ''LO QUE ESTÁ PASANDO A NUESTRA CASA'' (Calentamiento global y
contaminación; Contaminación, basura y cultura del descarte; El
clima como bien común; La cuestión del agua ;Pérdida de
biodiversidad;Deterioro de la calidad de la vida humana y decadencia
socia;Inequidad planetaria;La debilidad de las reacciones. Diversidad
de opiniones)
El
capítulo asume los descubrimientos científicos más recientes en
materia ambienta como manera de escuchar el clamor de la creación,
para ''convertir en sufrimiento personal lo que le pasa al mundo, y
así reconocer cuál es la contribución que cada uno puede
aportar''. Se acometen así ''varios aspectos de la actual crisis
ecológica ''.
EI
cambio climático: ''El calentamiento es un problema global con
graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas
y políticas, y plantea uno de los principales desafíos actuales
para la humanidad''. Si ''El clima es un bien común, de todos y para
todos'', el impacto más grave de su alteración recae en los más
pobres, pero muchos de los que ''tienen más recursos y poder
económico o político parecen concentrarse sobre todo en enmascarar
los problemas o en ocultar los síntomas, tratando sólo de reducir
algunos impactos negativos del calentamiento'': ''La falta de
reacciones ante estos dramas de nuestros hermanos es un signo de la
pérdida de aquel sentido de responsabilidad por nuestros semejantes
sobre el cual se funda toda sociedad civil''.
La
cuestión del agua: El Papa afirma sin ambages que ''el acceso al
agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y
universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por
lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos
humanos.'' Privar a los pobres del acceso al agua significa negarles
''el derecho a la vida, enraizado en su inalienable dignidad''.
La
pérdida de la biodiversidad: ''Cada año desaparecen miles de
especies vegetales y animales que ya no podremos conocer, que
nuestros hijos ya no podrán ver, perdidas para siempre''. No son
sólo eventuales ''recursos'' explotables, sino que tienen un valor
en sí mismas. En esta perspectiva ''son loables y a veces admirables
los esfuerzos de científicos y técnicos que tratan de aportar
soluciones a los problemas creados por el ser humano'', pero esa
intervención humana, cuando se pone al servicio de las finanzas y el
consumismo, ''hace que la tierra en que vivimos se vuelva menos rica
y bella, cada vez más limitada y gris ''.
La
deuda ecológica: en el marco de una ética de las relaciones
internacionales, la Encíclica indica que existe ''una auténtica
deuda ecológica'', sobre todo del Norte en relación con el Sur del
mundo. Frente al cambio climático hay ''distintas
responsabilidades'', y son mayores las de los países desarrollados.
Conociendo
las profundas divergencias que existen respecto a estas
problemáticas, el Papa Francisco se muestra profundamente
impresionado por la ''debilidad de las reacciones'' frente a los
dramas de tantas personas y poblaciones. Aunque no faltan ejemplos
positivos, señala ''un cierto adormecimiento y una alegre
irresponsabilidad''. Faltan una cultura adecuada y la disposición a
cambiar de estilo de vida, producción y consumo, a la vez que urge
''crear un sistema normativo que (...) asegure la protección de los
ecosistemas'' .
CAPÍTULO
SEGUNDO – EL EVANGELIO DE LA CREACIÓN ( La luz que ofrece la fe;La
sabiduría de los relatos bíblicos;El misterio del universo; El
mensaje de cada criatura en la armonía de todo lo creado;Una
comunión universal; El destino común de los bienes;La mirada de
Jesús)
Para
afrontar la problemática ilustrada en el capítulo anterior, el Papa
Francisco relee los relatos de la Biblia, ofrece una visión general
que proviene de la tradición judeo-cristiana y articula la
''tremenda responsabilidad'' del ser humano respecto a la creación,
el lazo íntimo que existe entre todas las creaturas, y el hecho de
que ''el ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la
humanidad y responsabilidad de todos''.
En
la Biblia, ''el Dios que libera y salva es el mismo que ha creado el
universo'', y ''en él se conjugan amor y poder''. El relato de la
creación es central para reflexionar sobre la relación entre el ser
humano y las demás creaturas, y sobre cómo el pecado rompe el
equilibrio de toda la creación en su conjunto. ''Estas narraciones
sugieren que la existencia humana se basa en tres relaciones
fundamentales estrechamente conectadas: la relación con Dios, con el
prójimo y con la tierra. Según la Biblia, las tres relaciones
vitales se han roto, no sólo externamente, sino también dentro de
nosotros. Esta ruptura es el pecado'' .
Por
ello, aunque ''Si es verdad que algunas veces los cristianos hemos
interpretado incorrectamente las Escrituras, hoy debemos rechazar con
fuerza que, del hecho de ser creados a imagen de Dios y del mandato
de dominar la tierra, se deduzca un dominio absoluto sobre las demás
criaturas''. Al ser humano le corresponde ''cultivar y custodiar'' el
jardín del mundo '', sabiendo que ''el fin último de las demás
criaturas no somos nosotros. Pero todas avanzan, junto con nosotros y
a través de nosotros, hacia el término común, que es Dios''.
Que
el ser humano no sea patrón del universo ''no significa equiparar a
todos los seres vivos y quitarle aquel valor peculiar que lo
caracteriza; y ''Tampoco supone una divinización de la tierra que
nos privaría del llamado a colaborar con ella y a proteger su
fragilidad''. En esta perspectiva ''Todo ensañamiento con cualquier
criatura ''es contrario a la dignidad humana'', pero ''No puede ser
real un sentimiento de íntima unión con los demás seres de la
naturaleza si al mismo tiempo en el corazón no hay ternura,
compasión y preocupación por los seres humanos.'' . Es necesaria la
conciencia de una comunión universal: ''creados por el mismo Padre,
todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y
conformamos una especie de familia universal, (...) que nos mueve a
un respeto sagrado, cariñoso y humilde.''
Concluye
el capítulo con el corazón del a revelación cristiana: el ''Jesús
terreno'' con su ''relación tan concreta y amable con las cosas''
está ''resucitado y glorioso, presente en toda la creación con su
señorío universal'' .
CAPÍTULO
TERCERO – LA RAÍZ HUMANA DE LA CRISIS ECOLÓGICA (La tecnología:
creatividad y poder; La globalización del paradigma tecnológico;
Crisis y consecuencias del antropocentrismo moderno; El relativismo
práctico; La necesidad de preservar el trabajo; La innovación
biológica a partir de la investigación)
Este
capítulo presenta un análisis del a situación actual ''para
comprender no sólo los síntomas sino también las causas más
profundas'', en un diálogo con la filosofía y las ciencias humanas.
Un
primer fundamento del capítulo son las reflexiones sobre la
tecnología: se le reconoce con gratitud su contribución al
mejoramiento de las condiciones de vida, aunque también ''dan a
quienes tienen el conocimiento, y sobre todo el poder económico para
utilizarlo, un dominio impresionante sobre el conjunto de la
humanidad y del mundo entero''. Son justamente las lógicas de
dominio tecnocrático las que llevan a destruir la naturaleza y a
explotar a las personas y las poblaciones más débiles. ''El
paradigma tecnológico también tiende a ejercer su dominio sobre la
economía y la política'', impidiendo reconocer que ''el mercado por
sí mismo no garantiza el desarrollo humano integral y la inclusión
social'' .
En
la raíz de todo ello puede diagnosticarse en la época moderna un
exceso de antropocentrismo: el ser humano ya no reconoce su posición
justa respecto al mundo, y asume una postura autorreferencial,
centrada exclusivamente en sí mismo y su poder. De ello deriva una
lógica ''usa y tira'' que justifica todo tipo de descarte, sea éste
humano o ambiental, que trata al otro y a la naturaleza como un
simple objeto y conduce a una infinidad de formas de dominio. Es la
lógica que conduce a la explotación infantil, el abandono de los
ancianos, a reducir a otros a la esclavitud, a sobrevalorar las
capacidades del mercado para autorregularse, a practicar la trata de
seres humanos, el comercio de pieles de animales en vías de
extinción, y de ''diamantes ensangrentados''. Es la misma lógica de
muchas mafias, de los traficantes de órganos, del narcotráfico y
del descarte de los niños que no se adaptan a los proyectos de los
padres .
A
esta luz, la Encíclica afronta dos problemas cruciales para el mundo
de hoy. Primero que nada el trabajo: ''En cualquier planteamiento
sobre una ecología integral, que no excluya al ser humano, es
indispensable incorporar el valor del trabajo'', pues ''Dejar de
invertir en las personas para obtener un mayor rédito inmediato es
muy mal negocio para la sociedad.''
La
segunda se refiere a los límites del progreso científico, con clara
referencia a los OGM , que son ''una cuestión ambiental de carácter
complejo'' . Si bien ''en algunas regiones su utilización ha
provocado un crecimiento económico que ayudó a resolver problemas,
hay dificultades importantes que no deben ser relativizadas , por
ejemplo ''una concentración de tierras productivas en manos de
pocos'' . El Papa Francisco piensa en particular en los pequeños
productores y en los trabajadores del campo, en la biodiversidad, en
la red de ecosistemas. Es por ello es necesaria ''una discusión
científica y social que sea responsable y amplia, capaz de
considerar toda la información disponible y de llamar a las cosas
por su nombre'', a partir de ''líneas de investigación libre e
interdisciplinaria''.
CAPÍTULO
CUARTO – UNA ECOLOGÍA INTEGRAL (Ecología ambiental, económica y
social;La ecología cultural;La ecología humana y el espacio de la
vida cotidiana;El principio del bien común;Una justicia
intergeneracional bien entendida)
El
núcleo de la propuesta de la Encíclica es una ecología integral
como nuevo paradigma de justicia, una ecología que ''incorpore el
lugar peculiar del ser humano en este mundo y sus relaciones con la
realidad que lo rodea''. De hecho no podemos ''entender la naturaleza
como algo separado de nosotros o como un mero marco de nuestra
vida..'' Esto vale para todo lo que vivimos en distintos campos: en
la economía y en la política, en las distintas culturas, en
especial las más amenazadas, e incluso en todo momento de nuestra
vida cotidiana.
La
perspectiva integral incorpora también una ecología de las
instituciones. ''Si todo está relacionado, también la salud de las
instituciones de una sociedad tiene consecuencias en el ambiente y en
la calidad de vida humana: ''Cualquier menoscabo de la solidaridad y
del civismo produce daños ambientales''.
Con
muchos ejemplos concretos el Papa Francisco ilustra su pensamiento:
que hay un vínculo entre los asuntos ambientales y cuestiones
sociales humanas, y que ese vínculo no puede romperse. Así pues, el
análisis de los problemas ambientales es inseparable del análisis
de los contextos humanos, familiares, laborales, urbanos, y de la
relación de cada persona consigo misma, porque ''no hay dos crisis
separadas, una ambiental y la otra social, sino una única y compleja
crisis socioambiental'' .
Esta
ecología ambiental ''es inseparable de la noción del bien común'',
que debe comprenderse de manera concreta: en el contexto de hoy en el
que ''donde hay tantas inequidades y cada vez son más las personas
descartables, privadas de derechos humanos básicos'', esforzarse por
el bien común significa hacer opciones solidarias sobre la base de
una ''opción preferencial por los más pobres''. Este es el mejor
modo de dejar un mundo sostenible a las próximas generaciones, no
con las palabras, sino por medio de un compromiso de atención hacia
los pobres de hoy como había subrayado Benedicto XVI: ''además de
la leal solidaridad intergeneracional, se ha de reiterar la urgente
necesidad moral de una renovada solidaridad intrageneracional'' .
La
ecología integral implica también la vida cotidiana, a la cual la
Encíclica dedica una especial atención, en particular en el
ambiente urbano. El ser humano tiene una enorme capacidad de
adaptación y ''Es admirable la creatividad y la generosidad de
personas y grupos que son capaces de revertir los límites del
ambiente, (...) aprendiendo a orientar su vida en medio del desorden
y la precariedad.''. Sin embargo, un desarrollo auténtico presupone
un mejoramiento integral en la calidad de la vida humana: espacios
públicos, vivienda, transportes, etc..
También
''nuestro cuerpo nos pone en relación directa con el ambiente y con
los demás seres humanos. La aceptación del propio cuerpo como don
de Dios es necesaria para acoger y aceptar el mundo entero como don
del Padre y casa común; en cambio una lógica de dominio sobre el
propio cuerpo se transforma en una lógica a veces sutil de dominio''
.
CAPÍTULO
QUINTO – ALGUNAS LÍNEAS ORIENTATIVAS Y DE ACCIÓN ( El diálogo
sobre el ambiente en la política internacional;El diálogo hacia
nuevas políticas nacionales y locales;Favorecer debates sinceros y
honestos;Política y economía en diálogo para la plenitud
humana;Las religiones en el diálogo con las ciencias)
Este
capítulo afronta la pregunta sobre qué podemos y debemos hacer. Los
análisis no bastan: se requieren propuestas ''de diálogo y de
acción que involucren a cada uno de nosotros y a la política
internacional'' y ''que nos ayuden a salir de la espiral de
autodestrucción en la que nos estamos sumergiendo''. Para el Papa
Francisco es imprescindible que la construcción de caminos concretos
no se afronte de manera ideológica, superficial o reduccionista.
Para ello es indispensable el diálogo, término presente en el
título de cada sección de este capítulo: ''Hay discusiones sobre
cuestiones relacionadas con el ambiente, donde es difícil alcanzar
consensos. (...) la Iglesia no pretende definir las cuestiones
científicas ni sustituir a la política, pero invito a un debate
honesto y transparente, para que las necesidades particulares o las
ideologías no afecten al bien común''.
Sobre
esta base el Papa Francisco no teme formular un juicio severo sobre
las dinámicas internacionales recientes: ''las Cumbres mundiales
sobre el ambiente de los últimos años no respondieron a las
expectativas porque, por falta de decisión política, no alcanzaron
acuerdos ambientales globales realmente significativos y eficaces''.
Y se pregunta ''¿por qué se quiere mantener hoy un poder que será
recordado por su incapacidad de intervenir cuando era urgente y
necesario hacerlo?. Son necesarias, como los Pontífices han repetido
muchas veces a partir de la Pacem in terris, formas e instrumentos
eficaces de gobernanza global : ''necesitamos un acuerdo sobre los
regímenes de gobernanza global para toda la gama de los llamados
''bienes comunes globales'', dado que 'la protección ambiental no
puede asegurarse sólo en base al cálculo financiero de costos y
beneficios. El ambiente es uno de esos bienes que los mecanismos del
mercado no son capaces de defender o de promover adecuadamente''.
Aún
en este capítulo, el Papa Francisco insiste sobre el desarrollo de
procesos decisionales honestos y transparentes, para poder
''discernir'' las políticas e iniciativas empresariales que
conducen a un ''auténtico desarrollo integral''. En particular, el
estudio del impacto ambiental de un nuevo proyecto ''requiere
procesos políticos transparentes y sujetos al diálogo, mientras la
corrupción que esconde el verdadero impacto ambiental de un proyecto
a cambio de favores suele llevar a acuerdos espurios que evitan
informar y debatir ampliamente''.
La
llamada a los que detentan encargos políticos es particularmente
incisiva, para que eviten ''la lógica eficientista e inmediatista''
que hoy predomina. Pero ''si se atreve a hacerlo, volverá a
reconocer la dignidad que Dios le ha dado como humano y dejará tras
su paso por esta historia un testimonio de generosa
responsabilidad''.
CAPÍTULO
SEXTO – EDUCACIÓN Y ESPIRITUALIDAD ECOLÓGICA (Apostar por
otro estilo de vida Educación para la alianza entre la humanidad y
el ambiente;La conversión ecológica; Gozo y paz ;El amor civil y
político;Los signos sacramentales y el descanso celebrativo; La
Trinidad y la relación entre las criaturas;La Reina de todo lo
creado;Más allá del sol)
El
capítulo final va al núcleo de la conversión ecológica a la que
nos invita la Encíclica. La raíz de la crisis cultural es profunda
y no es fácil rediseñar hábitos y comportamientos. La educación y
la formación siguen siendo desafíos básicos: ''todo cambio
requiere motivación y un camino educativo''. Deben involucrarse los
ambientes educativos, el primero ''la escuela, la familia, los medios
de comunicación, la catequesis''.
El
punto de partida es ''apostar por otro estilo de vida'', que abra la
posibilidad de ''ejercer una sana presión sobre quienes detentan el
poder político, económico y social''. Es lo que sucede cuando las
opciones de los consumidores logran ''modificar el comportamiento de
las empresas, forzándolas a considerar el impacto ambiental y los
modelos de producción''.
No
se puede minusvalorar la importancia de cursos de educación
ambiental capaces de cambiar los gestos y hábitos cotidianos, desde
la reducción en el consumo de agua a la separación de residuos o el
''apagar las luces innecesarias''. ''Una ecología integral también
está hecha de simples gestos cotidianos donde rompemos la lógica de
la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo.'' Todo ello será
más sencillo si parte de una mirada contemplativa que viene de la
fe. ''Para el creyente, el mundo no se contempla desde afuera sino
desde adentro, reconociendo los lazos con los que el Padre nos ha
unido a todos los seres. Además, haciendo crecer las capacidades
peculiares que Dios le ha dado, la conversión ecológica lleva al
creyente a desarrollar su creatividad y su entusiasmo''.
Vuelve
la línea propuesta en la Evangelii Gaudium: ''La sobriedad, que se
vive con libertad y conciencia, es liberadora'', así como ''La
felicidad requiere saber limitar algunas necesidades que nos atontan,
quedando así disponibles para las múltiples posibilidades que
ofrece la vida.'' De este modo se hace posible ''sentir que nos
necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los
demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos''.
Los
santos nos acompañan en este camino. San Francisco, mencionado
muchas veces, es el ''ejemplo por excelencia del cuidado por lo que
es débil y de una ecología integral, vivida con alegría''. Pero la
Encíclica recuerda también a San Benito, Santa Teresa de Lisieux y
al beato Charles de Foucauld.
Después
de la Laudato si’, el examen de conciencia –instrumento que la
Iglesia ha aconsejado para orientar la propia vida a la luz de la
relación con el Señor- deberá incluir una nueva dimensión,
considerando no sólo cómo se vive la comunión con Dios, con los
otros y con uno mismo, sino también con todas las creaturas y la
naturaleza''.
Para
leer la encíclia 'Laudatio si''' completa copiar y pegar la
siguiente dirección.
http://w2.vatican.va/content/francesco/es/events/event.dir.html/content/vaticanevents/es/2015/6/18/laudatosi.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario