Ciudad
del Vaticano, 20 febrero 2015
(VIS).-El arzobispo Bernardito Aúza, Observador Permanente de la
Santa Sede ante la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York
, intervino el pasado 10 de febrero en la 53 sesión de la Comisión
por el desarrollo social. En su discurso, el nuncio destacó la
preocupación de la Santa Sede ante el crecimiento económico que aún
ofreciendo nuevos desafíos, no ha beneficiado por igual a toda la
sociedad.
''Con
el fin de ser sostenible y para el beneficio de todos, el desarrollo
social debe ser ético, moral y estar centrado en la persona -dijo-.
Debemos prestar atención a los indicadores que dan una imagen
completa del bienestar de cada individuo en la sociedad, promoviendo
al mismo tiempo políticas que fomenten un enfoque verdaderamente
integral para el desarrollo de la persona humana en su conjunto''.
''No
es suficiente tener un empleo remunerado sino un trabajo digno y
seguro. Invertir en la educación, el acceso a servicios básicos de
salud y la creación de redes de seguridad social son factores
primarios para mejorar la calidad de vida de la persona y asegurar
una distribución equitativa de la riqueza y de los recursos en la
sociedad. Y sólo colocando a la persona humana en el centro del
desarrollo y fomentando las inversiones y políticas que respondan a
las necesidades reales, el progreso hacia la erradicación de la
pobreza seguirá siendo permanente y la sociedad será más
resistente a posibles crisis''.
El
arzobispo señaló que la economía de mercado no existe para
servirse a si misma sino para servir al bien común de toda la
sociedad, y resaltó la importancia de prestar mayor atención al
bienestar de los más vulnerables. A esto añadió que el desarrollo
integral auténtico de la persona y la erradicación de la pobreza
sólo puede lograrse centrándose en la importancia de la familia
para la sociedad, y adoptando un enfoque estratégico basado en la
verdadera justicia social, con el fin de ayudar a reducir el
sufrimiento de millones de hermanos y hermanas. Para ello las
políticas de desarrollo social deben abordar no sólo las
necesidades de la vida económica y política, sino también la
dimensión espiritual y moral de toda persona humana.
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