Ciudad
del Vaticano, 18 enero 2015
(VIS).-Seis kilómetros recorrió el Papa esta mañana en coche para
llegar a la Pontificia y Real Universidad Santo Tomás donde encontró
a los líderes de las principales confesiones religiosas del país.
La Universidad Santo Tomás, dirigida por los padres Dominicos, es el
Ateneo más grande y antiguo de Asia. En él estudian unos cuarenta
mil universitarios. Recientemente ha celebrado su 400 aniversario de
fundación y goza del patrocinio de la Corona española desde 1680.
Al
llegar, el Papa fue recibido por el canciller y el rector de la
Universidad y saludó a los líderes religiosos. Poco después, se
subió al papamóvil y recorrió los alrededores del Campus para
saludar a los diez mil estudiantes que le esperaban. Desde allí se
desplazó al campo deportivo, que tiene una capacidad para treinta
mil personas, y encontró a una multitud de jóvenes a los que
dirigió unas palabras espontaneas en español respondiendo a varias
preguntas que le hicieron sobre ¿por qué sufren los niños?, ¿cómo
se vive el verdadero amor? y ¿cómo contribuir profesionalmente a la
compasión y a la misericordia sin caer en el materialismo?.
Antes,
Francisco dedicó unos minutos para compartir con los presentes la
triste noticia, sucedida ayer en Tacloban, del fallecimiento de la
joven voluntaria Cristal. ''Tenía 27 años, -dijo- era joven como
vosotros y trabajaba para una asociación... Quisiera que todos
nosotros juntos recemos en silencio un minuto y después invoquemos a
nuestra Madre del cielo… oremos también por sus padres''.
Seguidamente,
publicamos el texto inicial.
''Queridos
jóvenes amigos:
Me
alegro de estar con vosotros esta mañana. Mi saludo afectuoso a cada
uno, y mi agradecimiento a todos los que han hecho posible este
encuentro. En mi visita a Filipinas, he querido reunirme
especialmente con vosotros los jóvenes, para escucharos y hablar con
vosotros. Quiero transmitiros el amor y las esperanzas que la Iglesia
tiene puestas en vosotros. Y quiero animaros, como cristianos
ciudadanos de este país, a que os entreguéis con pasión y
sinceridad a la gran tarea de la renovación de vuestra sociedad y
ayudéis a construir un mundo mejor.
Doy
las gracias de modo especial a los jóvenes que me han dirigido las
palabras de bienvenida. Hablando en nombre de todos, han expresado
con claridad vuestras inquietudes y preocupaciones, vuestra fe y
vuestras esperanzas. Han hablado de las dificultades y las
expectativas de los jóvenes. Aunque no puedo responder
detalladamente a cada una de estas cuestiones, sé que, junto con
vuestros pastores, las consideraréis atentamente y haréis
propuestas concretas de acción para vuestras vidas.
Me
gustaría sugerir tres áreas clave en las que podéis hacer una
importante contribución a la vida de vuestro país. En primer lugar,
el desafío de la integridad. La palabra ''desafío'' puede
entenderse de dos maneras. En primer lugar, puede entenderse
negativamente, como la tentación de actuar en contra de vuestras
convicciones morales, de lo que sabéis que es verdad, bueno y justo.
Nuestra integridad puede ser amenazada por intereses egoístas, la
codicia, la falta de honradez, o el deseo de utilizar a los demás.
La
palabra ''desafío'' puede entenderse también en un sentido
positivo. Se puede ver como una invitación a ser valientes, una
llamada a dar testimonio profético de aquello en lo que crees y
consideras sagrado. En este sentido, el reto de la integridad es algo
a lo que tenéis que enfrentaros ahora, en este momento de vuestras
vidas. No es algo que podáis diferir para cuando seáis mayores y
tengáis más responsabilidades. También ahora tenéis el desafío
de actuar con honestidad y equidad en vuestro trato con los demás,
sean jóvenes o ancianos. ¡No huyáis de este desafío! Uno de los
mayores desafíos a los que se enfrentan los jóvenes es el de
aprender a amar. Amar significa asumir un riesgo: el riesgo del
rechazo, el riesgo de que se aprovechen de ti, o peor aún, de
aprovecharse del otro. ¡No tengáis miedo de amar! Pero también en
el amor mantened vuestra integridad. También en esto sed honestos y
justos.
En
la lectura que acabamos de escuchar, Pablo dice a Timoteo: ''Que
nadie te menosprecie por tu juventud; sé, en cambio, un modelo para
los creyentes en la palabra, la conducta, el amor, la fe y la
pureza''. Estáis, pues, llamados a dar un buen ejemplo, un ejemplo
de integridad. Naturalmente, al actuar así sufriréis la oposición,
el rechazo, el desaliento, y hasta el ridículo. Pero vosotros habéis
recibido un don que os permite estar por encima de esas dificultades.
Es el don del Espíritu Santo. Si alimentáis este don con la oración
diaria y sacáis fuerzas de vuestra participación en la Eucaristía,
seréis capaces de alcanzar la grandeza moral a la que Jesús os
llama. También seréis un punto de referencia para aquellos amigos
vuestros que están luchando. Pienso especialmente en los jóvenes
que se sienten tentados de perder la esperanza, de renunciar a sus
altos ideales, de abandonar los estudios o de vivir al día en las
calles.
Por
lo tanto, es esencial que no perdáis vuestra integridad. No pongáis
en riesgo vuestros ideales. No cedáis a las tentaciones contra la
bondad, la santidad, el valor y la pureza. Aceptad el reto. Con
Cristo seréis, de hecho ya los sois, los artífices de una nueva y
más justa cultura filipina.
Una
segunda área clave en la que estáis llamados a contribuir es la
preocupación por el medio ambiente. Y esto no sólo porque vuestro
país esté probablemente más afectado que otros por el cambio
climático. Estáis llamados a cuidar de la creación, en cuanto
ciudadanos responsables, pero también como seguidores de Cristo. El
respeto por el medio ambiente es algo más que el simple uso de
productos no contaminantes o el reciclaje de los usados. Éstos son
aspectos importantes, pero no es suficiente. Tenemos que ver con los
ojos de la fe la belleza del plan de salvación de Dios, el vínculo
entre el medio natural y la dignidad de la persona humana. Hombres y
mujeres están hechos a imagen y semejanza de Dios, y han recibido el
dominio sobre la creación. Como administradores de la creación de
Dios, estamos llamados a hacer de la tierra un hermoso jardín para
la familia humana. Cuando destruimos nuestros bosques, devastamos
nuestro suelo y contaminamos nuestros mares, traicionamos esa noble
vocación.
Hace
tres meses, vuestros obispos abordaron estas cuestiones en una Carta
pastoral profética. Pidieron a todos que pensaran en la dimensión
moral de nuestras actividades y estilo de vida, nuestro consumo y
nuestro uso de los recursos del planeta. Os pido que lo apliquéis al
contexto de vuestras propias vidas y vuestro compromiso con la
construcción del reino de Cristo. Queridos jóvenes, el justo uso y
gestión de los recursos de la tierra es una tarea urgente, y
vosotros tenéis mucho que aportar. Vosotros sois el futuro de
Filipinas. Interesaos por lo que le sucede a vuestra hermosa tierra.
Una
última área en la que podéis contribuir es muy querida por todos
nosotros: la ayuda a los pobres. Somos cristianos. Somos miembros de
la familia de Dios. No importa lo mucho o lo poco que tengamos
individualmente, cada uno de nosotros está llamado a acercarse y
servir a nuestros hermanos y hermanas necesitados. Siempre hay
alguien cerca de nosotros que tiene necesidades, ya sea materiales,
emocionales o espirituales. El mayor regalo que le podemos dar es
nuestra amistad, nuestro interés, nuestra ternura, nuestro amor por
Jesús. Quien lo recibe lo tiene todo; quien lo da hace el mejor
regalo.
Muchos
de vosotros sabéis lo que es ser pobres. Pero muchos también habéis
podido experimentar la bienaventuranza que Jesús prometió a los
''pobres de espíritu''. Quisiera dirigir una palabra de aliento y
gratitud a todos los que habéis elegido seguir a nuestro Señor en
su pobreza mediante la vocación al sacerdocio y a la vida religiosa.
Con esa pobreza enriqueceréis a muchos. Os pido a todos,
especialmente a los que podéis hacer y dar más: Por favor, ¡haced
más! Por favor, ¡dad más! Qué distinto es todo cuando sois
capaces de dar vuestro tiempo, vuestros talentos y recursos a la
multitud de personas que luchan y que viven en la marginación. Hay
una absoluta necesidad de este cambio, y por ello seréis
abundantemente recompensados por el Señor. Porque, como él ha
dicho: ''Tendrás un tesoro en el cielo''.
Hace
veinte años, en este mismo lugar, san Juan Pablo II dijo que el
mundo necesita ''un tipo nuevo de joven'', comprometido con los más
altos ideales y con ganas de construir la civilización del amor.
¡Sed vosotros de esos jóvenes! ¡Que nunca perdáis vuestros
ideales! Sed testigos gozosos del amor de Dios y de su maravilloso
proyecto para nosotros, para este país y para el mundo en que
vivimos. Por favor, rezad por mí. Que Dios os bendiga''.
Al
finalizar el encuentro, el Papa regresó directamente a la nunciatura
apostólica en Manila.
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