Ciudad
del Vaticano, 15 octubre 2014
(VIS).- El destino final del Pueblo de Dios fue el tema de la
catequesis del Papa Francisco durante la audiencia general de los
miércoles. El Santo Padre comenzó recordando las palabras que
dirigió San Pablo a la comunidad de Tesalónica cuando se planteaban
con inquietud esa cuestión: ''Estaremos siempre con el Señor'',
asegurando que era una de las frases más hermosas de las Escrituras
y a continuación invitó a la multitud que llenaba la Plaza de San
Pedro a repetirla tres veces.
Después
habló de cómo en el Apocalipsis San Juan, ''retomando la intuición
de los Profetas, describe la dimensión última, la definitiva, en
términos de la ''nueva Jerusalén'' que desciende del cielo, de
Dios, ataviada como una esposa para su marido''. .¡Esto es lo que
nos espera! Y hete aquí, quien es la Iglesia: es el pueblo de Dios
que sigue al Señor Jesús y se prepara día tras día, al encuentro
con él, como una novia con su novio. ¡No es sólo una manera de
decir: será de verdad un matrimonio! Sí, porque Cristo,
convirtiéndose en hombre como nosotros y haciendo de todos nosotros
una cosa sola con él, con su muerte y su resurrección, nos
desposó realmente y, como pueblo,
hizo de nosotros su esposa. Y esto no es más que el
cumplimiento del plan de comunión y de amor tejido por Dios a lo
largo de la historia, la historia
del Pueblo de Dios y la historia de cada uno de nosotros''.
Pero
también hay otro elemento de consuelo cuando San Juan escribe que en
la Iglesia, esposa de Cristo, se hace visible la ''nueva Jerusalén''.
''Esto significa que la Iglesia,además de esposa -explicó el Papa-
está llamada a convertirse en una ciudad, un símbolo por excelencia
de la convivencia y la relación humana. ¡Qué bien, entonces, poder
contemplar ya, según otra imagen muy sugerente del Apocalipsis,
todos los pueblos y todas las naciones agrupados en esta ciudad, como
en una tienda de campaña, será ''la tienda de Dios'' .Y en este
marco glorioso no habrá más aislamiento, ni intimidaciones ni
discriminaciones de cualquier tipo - social, étnica o religiosa -
porque todos seremos uno en Cristo''-
''Frente
a este escenario insólito y maravilloso, nuestros corazones no
pueden por menos que sentirse confirmados con fuerza en la
esperanza'' porque ''la esperanza cristiana no es sólo un deseo, no
es optimismo... Para un cristiano, la esperanza es espera
ferviente y apasionada del cumplimiento último y definitivo de un
misterio, el misterio del amor de Dios en el que hemos renacido y en
el que ya vivimos. Y es espera de alguien que va a llegar: es Cristo
el Señor que se acerca cada vez más a nosotros, día tras día, y
que, viene a introducirnos, finalmente, en la plenitud de su comunión
y de su paz''. Y la Iglesia, subrayó Francisco, tiene entonces ''la
tarea de mantener la lámpara de la esperanza encendida y claramente
visible para que siga resplandeciendo como un signo seguro de
salvación e ilumine a toda la humanidad por el camino que lleva al
encuentro con el rostro misericordioso de Dios.
''¿Qué
esperamos, pues? Que Jesús regrese! -concluyó-. La Iglesia, esposa,
espera a su esposo. Debemos preguntarnos, sin embargo, con gran
sinceridad: ''¿Somos realmente testigos luminosos y creíbles de
esta espera, de esperanza? ¿Nuestras comunidades siguen viviendo en
el signo de la presencia del Señor Jesús y en la espera acogedora
de su venida, o están cansadas, entumecidas, bajo el peso de la
fatiga y resignación? ¿También nosotros corremos el riesgo de
quedarnos sin el aceite de la fe, sin el aceite de la alegría?
Tengamos cuidado''.
No hay comentarios:
Publicar un comentario