Ciudad
del Vaticano, 9 mayo 2014
(VIS).-El Papa Francisco ha recibido esta mañana al Secretario
General de la ONU, Ban Ki Moon, y a los altos ejecutivos de los
organismos, fondos y programas de las Naciones Unidas y de las
Organizaciones especializadas, reunidos en Roma para el encuentro
semestral de coordinación estratégica de la Junta de los jefes
ejecutivos del sistema de las Naciones Unidas.
En
su discurso el Pontífice ha dado las gracias a los principales
responsables del sistema internacional, ''por los grandes esfuerzos
realizados por la paz mundial y
por el respeto de la dignidad humana, por la protección de las
personas, especialmente de los más pobres o débiles, y por el
desarrollo económico y social armonioso''. También se ha
congratulado por los resultados de los Objetivos de Desarrollo del
Milenio, especialmente en términos de educación y disminución de
la pobreza extrema, añadiendo que, sin embargo ''no se debe perder
de vista en el mismo tiempo
que los pueblos merecen y esperan frutos aún mayores'', porque
''una parte importante de la humanidad continúa excluida de los
beneficios del progreso y relegada, de hecho, a seres de segunda
categoría''.
Por
tanto los futuros Objetivos de Desarrollo Sostenible deben ser
formulados ''de modo que efectivamente lleguen a incidir sobre las
causas estructurales de la pobreza y del hambre, consigan mejoras
sustanciales en materia de preservación del ambiente, garanticen un
trabajo decente y útil para todos y den una protección adecuada a
la familia, elemento esencial de cualquier desarrollo económico y
social sostenibles. Se trata, en particular, de desafiar todas las
formas de injusticia, oponiéndose a la “economía de la
exclusión”, a la “cultura del descarte” y a la “cultura de
la muerte”, que, por desgracia, podrían llegar
a convertirse en una mentalidad pasivamente aceptada''.
El
espíritu que debería estar en el origen y en el fin de toda acción
política y económica, -ha explicado el Santo Padre- debe ser el
narrado en el encuentro de Jesucristo con el rico publicano Zaqueo,
que tomó una decisión radical de condivisión y de justicia cuando
su conciencia fue despertada por la mirada de Jesús. ''La mirada,
muchas veces sin voz, de esa parte de la humanidad descartada, dejada
atrás -ha subrayado- tiene que remover la conciencia de los
operadores políticos y económicos y llevarles a decisiones
magnánimas y valientes, que tengan resultados inmediatos, como
aquella decisión de Zaqueo. Hoy, en concreto, la conciencia de la
dignidad de cada hermano, cuya vida es sagrada e inviolable desde su
concepción hasta el fin
natural, debe llevarnos a compartir, con gratuidad total, los bienes
que la providencia divina ha puesto en nuestras manos, tanto las
riquezas materiales como las de la inteligencia y del espíritu, y a
restituir con generosidad y abundancia lo que injustamente podemos
haber antes negado a los demás''.
El
episodio de Jesucristo y de Zaqueo nos enseña que ''por encima de
los sistemas y teorías económicas y sociales, se debe promover
siempre una apertura generosa, eficaz y concreta a las necesidades de
los demás. Jesús no pide a Zaqueo que cambie de trabajo ni denuncia
su actividad comercial, solo lo mueve a poner todo, libremente, pero
inmediatamente y sin discusiones, al servicio de los hombres. Por
eso, me atrevo a afirmar, siguiendo a mis predecesores que el
progreso económico y social equitativo solo se puede obtener uniendo
las capacidades científicas y técnicas con un empeño solidario
constante, acompañado de una gratuidad generosa y desinteresada a
todos los niveles'.A este desarrollo equitativo contribuirán así
tanto la acción internacional encaminada a conseguir un desarrollo
humano integral en favor de todos los habitantes del planeta, como la
legítima redistribución de los beneficios económicos por parte del
Estado y la también indispensable colaboración de la actividad
económica privada y de la sociedad civil''.
''Por
eso -ha concluido- mientras les aliento a continuar en este trabajo
de coordinación de la actividad de los Organismos internacionales,
que es un servicio a todos los hombres, les invito a promover juntos
una verdadera movilización ética mundial que, más allá de
cualquier diferencia de credo o de opiniones políticas, difunda y
aplique un ideal común de fraternidad y solidaridad, especialmente
con los más pobres y excluidos''.
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