Ciudad
del Vaticano, 27 febrero 2014
(VIS).-Esta mañana en la Sala Bolonia del Palacio Apostólico, el
Papa Francisco ha presidido la reunión de la Congregación para los
Obispos, cuyo prefecto es el cardenal Marc Ouellet, y ha dirigido a
los presentes un discurso acerca de la misión de esa congregación,
de los criterios que deben presidir la elección de un obispo, así
como de las características que éstos deben reunir y de su tarea
con los fieles que les han sido confiando, exhortando al final a
todos a recorrer con más frecuencia “los campos” en búsqueda de
pastores aptos para ese ministerio, con la seguridad de que Cristo no
abandona nunca a su Iglesia.
Ofrecemos
a continuación amplios extractos del discurso:
1.-
Lo esencial en la misión de la Congregación
“En
la celebración de la ordenación de un obispo la Iglesia reunida,
después de invocar al Espíritu Santo pide que sea ordenado el
candidato presentado. El que preside pregunta entonces: “¿Tenéis
el mandato?”...Esta congregación existe para ayudar a escribir ese
mandato que después resonará en tantas Iglesias y llevará alegría
y esperanza al Pueblo Santo de Dios. Esta congregación existe para
asegurarse de que el nombre del elegido haya sido, ante todo,
pronunciado por el Señor...El Pueblo santo de Dios sigue
exclamando:... necesitamos alguien que nos mire con la amplitud de
corazón de Dios; no necesitamos un manager, un administrador
delegado de una empresa ...Nos hace falta alguien que sepa elevarse a
la altura de la mirada de Dios para conducirnos hacia El...No tenemos
que perder nunca de vista las necesidades de las Iglesias
particulares a las que tenemos que atender... Nuestro reto es entrar
en la perspectiva de Cristo teniendo en cuenta la singularidad de las
Iglesias particulares”.
2.-
El horizonte de Dios determina la misión de la congregación
“Para
elegir a esos ministros todos necesitamos elevarnos, subir también
nosotros al 'piso superior'... Tenemos que elevarnos por encima de
nuestras eventuales preferencias, simpatías, pertenencias o
tendencias para entrar en la amplitud del horizonte de Dios...No
hombres condicionados por el miedo de lo bajo, sino Pastores dotados
de parresia, capaces de asegurar que en el mundo hay un sacramento de
unidad y por lo tanto la humanidad no está destinada al abandono y
al desamparo... A la hora de firmar el nombramiento de cada obispo me
gustaría sentir la autoridad de vuestro discernimiento y la grandeza
de horizontes con que madura vuestro consejo. Por eso el espíritu
que preside vuestros trabajos... no podrá ser otro que ese humilde,
silencioso y laborioso proceso desarrollado bajo la luz que viene de
las alturas. Profesionalidad, servicio y santidad de vida: si nos
apartamos de este trinomio abandonamos la grandeza a la que estamos
llamados”.
3.-La
Iglesia apostólica como fuente
“La
altura de la Iglesia se encuentra siempre en los abismos de sus
fundamentos...El mañana de la Iglesia vive siempre en sus
orígenes...Sabemos que el Colegio Episcopal, en el cual mediante el
Sacramento se insertarán los obispos, sucede al Colegio Apostólico.
El mundo necesita saber que esta sucesión no se ha
interrumpido...Las personas ya pasan con sufrimiento por la
experiencia de tantas roturas: necesitan encontrar en la Iglesia ese
permanecer indeleble de la gracia del principio”.
4.-
El obispo como testigo del Resucitado
“Analicemos
... el momento en que la Iglesia Apostólica debe recomponer el
Colegio de los Doce tras la traición de Judas. Sin los Doce la
plenitud del Espíritu no puede descender. Hay que buscar al sucesor
entre los que han seguido desde el principio el recorrido de Jesús y
ahora puede convertirse 'junto con los Doce' en un 'testigo de la
resurrección'. Hay que seleccionar entre los seguidores de Jesús a
los testigos del Resucitado... También para nosotros ese es el
criterio unificador: el obispo es aquel que sabe hacer actual todo lo
que acaeció a Jesús y sobre todo sabe, junto con la Iglesia,
hacerse testigo de su Resurrección... No un testigo aislado sino
junto con la Iglesia..Quiero subrayar que la renuncia y el sacrificio
son inherentes a la misión episcopal. .El episcopado no es para uno
mismo, sino para la Iglesia... para los demás, sobre todo para
aquellos que según el mundo se deben descartar. Por lo tanto, para
individuar a un obispo no hace falta contabilizar sus dotes humanas,
intelectuales, culturales y ni siquiera pastorales...Es cierto que
necesitamos a alguien que sobresalga: su integridad humana asegura la
capacidad de relaciones sanas... para que no proyecte sobre los demás
sus carencias y se convierta en factor de inestabilidad...su
preparación cultural le permite dialogar con los hombres y sus
culturas...su ortodoxia y fidelidad a la Verdad completa custodiada
por la Iglesia hace de él un pilar y un punto de referencia...su
transparencia y su desapego a la hora de administrar los bienes de la
comunidad le otorgan autoridad y encuentran la estima de todos. Todas
esas dotes imprescindibles deben ser, sin embargo, una declinación
del testimonio central del Resucitado, subordinadas a este compromiso
prioritario”.
5.-
La soberanía de Dios, autor de la elección.
“Volvamos
al texto apostólico. Después del fatigoso discernimiento, los
apóstoles rezan...No podemos alejarnos de aquel 'Enseñanos tú,
Señor'. Las decisiones no pueden estar condicionadas por nuestras
pretensiones, por eventuales grupos, camarillas o hegemonías. Para
garantizar esa soberanía existen dos actitudes fundamentales: la
propia conciencia ante Dios y la colegialidad... No el arbitrio sino
el discernimiento conjunto. Ninguno puede tener todo en mano, cada
uno aporta con humildad y honradez la tesela propia al mosaico que
pertenece a Dios.
6.-
Obispos “kerigmáticos”
“Dado
que la fe procede del anuncio necesitamos obispos
kerigmáticos...Hombres custodios de la doctrina, no para medir
cuanto viva distante el mundo de la verdad contenida en ella, sino
para fascinar al mundo... con la belleza del amor... con la oferta de
la libertad que da el Evangelio. La Iglesia no necesita apologistas
de las propias causas ni cruzados de las propias batallas, sino
sembradores humildes y confiados de la verdad que saben que cada vez
les es nuevamente confiada y que se fían de su potencia...Hombres
pacientes porque saben que la cizaña no será nunca tanta como para
llenar el campo”.
7.-Obispos
orantes
“He
hablado de los obispos kerigmáticos; ahora señalo el otro trazo de
la identidad del obispo: hombre de oración. La misma parresia que
debe tener en el anuncio de la Palabra, debe tener en la oración,
tratando con Dios, nuestro Señor el bien de su pueblo, la salvación
de su pueblo...Un hombre que no tiene valor de discutir con Dios en
favor de su pueblo no puede ser obispo y tampoco el que no es capaz
de asumir la misión de llevar al Pueblo de Dios hasta el lugar que
El le indica...Y esto vale también para la paciencia apostólica...El
obispo debe ser capaz de 'entrar con paciencia' ante Dios... buscando
y dejándose encontrar”.
8.-Obispos
pastores
“Sean
pastores cercanos a la gente, padres y hermanos, sean humildes,
pacientes y misericordiosos; amen la pobreza, interna como libertad y
también externa como sencillez y austeridad de vida,.. no tengan una
filosofía de príncipes...que no sean ambiciosos y que no busquen el
episcopado, que sean esposos de una Iglesia, sin estar a la búsqueda
constante de otra; esto se llama adulterio. Sean capaces de 'vigilar'
al rebaño que les será confiado, es decir, de preocuparse por todo
lo que lo mantiene unido...Reafirmo que la Iglesia necesita Pastores
auténticos...Observemos el testamento del apóstol Pablo...Nos
habla...El confía los Pastores de la Iglesia a la 'Palabra de la
gracia que tiene el poder de edificar y conceder la herencia'. Por lo
tanto, no padrones de la Palabra, sino entregados a ella, siervos de
la Palabra. Solo así es posible edificar y obtener la herencia de
los santos. A cuantos se atormentaban con la pregunta sobre su
herencia:'¿Cual es la herencia de un obispo, el oro o la plata'?
Pablo responde: La santidad. La Iglesia permanece cuando se dilata la
santidad de Dios en sus miembros...El Concilio Vaticano II afirma que
a los obispos 'se les confía plenamente el oficio pastoral, o sea el
cuidado habitual y cotidiano de sus ovejas'...En nuestra época lo
habitual y lo cotidiano se asocian a menudo a la rutina y al
aburrimiento. Por eso, con frecuencia, se intenta escapar hacia un
permanente “otro lugar”. Desgraciadamente tampoco en la Iglesia
estamos exentes de este peligro..Pienso que en este tiempo de
encuentros y congresos es muy actual el decreto de residencia del
Concilio de Trento y estaría bien que la Congregación de los
Obispos escribiera algo al respecto. El rebaño necesita encontrar
sitio en el corazón del Pastor. Si éste no está sólidamente
anclado en si mismo, en Cristo y en su Iglesia, estará continuamente
a merced de las olas, en búsqueda de compensaciones efímeras y no
ofrecerá al rebaño ningún refugio”.
Conclusión
“Al
final de estas palabras, me pregunto: ¿Dónde podemos encontrar
hombres así?...No es fácil...Pienso en el profeta Samuel en
búsqueda del sucesor de Saul que ,,,al saber que el pequeño David
había llevado las ovejas a pastar al campo ordena: 'Di que lo
traigan'. También nosotros no podemos por menos que escrutar los
campos de la Iglesia intentando presentar al Señor para que diga:
'Ungelo: es el”. Estoy seguro de que los hay porque el Señor no
abandona a su Iglesia. Quizás somos nosotros los que no vamos
bastante a los campos para buscarlos. Quizás nos hace falta la
advertencia de Samuel : “No nos sentaremos a la mesa antes de que
él venga”. Con esa santa inquietud quisiera que viviera esta
congregación”.
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