Ciudad
del Vaticano, 5 julio 2013
(VIS).-Esta mañana, a las 11, 00, en la Oficina de Prensa de la
Santa Sede ha tenido lugar la presentación de la primera encíclica
del Papa Francisco “Lumen fidei”. La presentación ha corrido a
cargo del cardenal Marc Ouellet, P.S.S., Prefecto de la Congregación
para los Obispos y de los arzobispos Gerhard Ludwig Müller y Rino
Fisichella, respectivamente Prefecto de la Congregación para la
Doctrina de la Fe y Presidente del Pontificio Consejo para la Nueva
Evangelización.
Ha
hablado en primer lugar el arzobispo Gerhard L. Müller explicando
que en la Lumen Fidei las temáticas se dividen en cuatro partes como
"cuatro cuadros de una única grande pintura".
"En
la primera parte -ha dicho-, a partir de la fe de Abraham, que
presenta al hombre reconociendo en la voz de Dios “una llamada
profunda, inscrita desde siempre en su corazón ”, se pasa a la fe
del pueblo de Israel. Un continuo pasaje de la “tentación de la
incredulidad” y la adoración de los ídolos, “obras de las manos
del hombre”, a la confesión “de los beneficios de Dios y al
cumplimiento progresivo de sus promesas. Se llega así a la historia
de Jesús, compendio de la salvación, en quien todas las líneas de
la historia de Israel se unen y concentran. Con Jesús podemos decir
definitivamente que “hemos conocido y creído al amor que Dios
tiene por nosotros”, porque Él es “la manifestación plena de la
fiabilidad de Dios”.
"En
la segunda parte la encíclica pone la verdad como una cuestión que
se coloca “en el centro de la fe”. La fe es un evento
cognoscitivo relacionado con el conocimiento de la realidad: “sin
la verdad, la fe no salva… permanece una hermosa fábula… o se
reduce a un bello sentimiento”.
"La
fe, -ha recordado- abriéndonos al amor que viene de Dios, transforma
nuestro modo de ver las cosas “en cuanto el mismo amor trae una
luz”. El amor es auténtico cuando nos une a la verdad, mientras la
verdad nos atrae a ella con la fuerza del amor. “Este
descubrimiento del amor como fuente de conocimiento, que pertenece a
la experiencia originaria de cada hombre”, nos es testimoniada
justamente “por la concepción bíblica de la fe” y constituye
uno de los énfasis más bellos e importantes de esta encíclica"...La
fe nos ayuda por tanto a alcanzar en profundidad los fundamentos de
la realidad. En ese sentido, se puede comprender el nivel en el cual
la luz de la fe puede “iluminar los interrogativos de nuestro
tiempo en cuanto a la verdad”, es decir las grandes preguntas que
surgen en el corazón humano frente a la totalidad de la realidad,
sea en relación a su belleza que a sus aspectos dramáticos".
Monseñor
Müller ha destacado varios puntos relevantes de la encíclica.
Primero, "el lugar genético de la fe, señalando esta como
evento que toca íntimamente la persona, pero no cierra el “yo”
en un aislado y aislante “tú a tú” con Dios. De hecho, la fe
-ha dicho- “nace de un encuentro que se produce en la historia” y
“se transmite… por contacto, de persona a persona, como una llama
enciende otra llama".
En
segundo lugar ha señalado una cita presente en la tercera parte de
la encíclica, extraída de las Homilías de San León Magno: “Si
la fe no es una, no es fe”. “Vivimos de hecho -ha continuado- en
un “mundo” que, a pesar de sus conexiones y globalizaciones, está
fragmentado y seccionado en muchos mundos, que si bien se encuentran
en comunicación, se hallan con frecuencia en mutuo conflicto. Por
esta razón la unidad de la fe es un bien precioso que el Santo Padre
y sus hermanos obispos están llamados a testimoniar, alimentar y
garantizar como primicias de una unidad que se ofrece al mundo entero
como don".
Por
último el prelado ha referido un pasaje de la cuarta parte de la
Encíclica. "Si es verdad que la fe auténtica llena el corazón
de alegría y “se ensancha la vida” —afirmación que aúna
concretamente al Papa Francisco y Benedicto XVI— “la luz de la fe
no nos lleva a olvidarnos de los sufrimientos del mundo” sino que
nos abre “a una presencia que le acompaña, con una historia del
bien que se une a toda historia de sufrimiento, para abrir en ella un
resquicio de luz”.
La
encíclica según monseñor Müller "quiere reafirmar de modo
nuevo, que la fe en Jesucristo es un bien para el hombre y “es un
bien para todos, un bien común”: “su luz no luce sólo dentro de
la Iglesia, ni sirve únicamente para construir una ciudad eterna en
el más allá; nos ayuda a edificar nuestras sociedades para que
avancen hacia el futuro con esperanza”.
A
continuación ha tomado la palabra el cardenal Ouellet señalando que
Lumen fidei “habla de la fe como de una experiencia de comunión,
de dilatación del yo y de solidaridad en el camino de la Iglesia con
Cristo para la salvación de la humanidad... Objetivamente, la luz de
la fe orienta el sentido de la vida, ayuda y consuela a los corazones
inquietos y abandonados, pero compromete también a los creyentes
para que se pongan al servicio del bien común de la humanidad a
través del anuncio y la división auténtica de la gracia recibida
de Dios... Subjetivamente la fe es una apertura al Amor de Cristo, un
acoger, un entrar en relación que ensancha el yo a la dimensión de
un nosotros que no es solamente humano, en la Iglesia, sino que es
propiamente divino, esto es, una participación auténtica en el
Nosotros del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo”
“A
partir de este “nosotros” trinitario que se prolonga en el
“nosotros” eclesial, la encíclica se enlaza de forma
completamente natural con el “nosotros” de la familia que es el
lugar por excelencia de transmisión de la fe... Por otra parte
recuerda las profundas afinidades entre la fe y el amor sin fin que
se prometen el hombre y la mujer que se unen en matrimonio”.
Asimismo “la encíclica da un notable contribución a la
pertinencia de la fe para la vida social, para la construcción de la
ciudad en la justicia y en la paz, gracias al respeto de cada persona
y de su libertad, gracias a los recursos de la compasión y la
reconciliación que ofrece para el consuelo de los sufrimientos y la
composición de los conflictos... La tendencia a confinar a la fe en
la esfera de la vida privada se confuta en tonos mesurados, pero de
forma decisiva” y “muchos aspectos desarrollados en precedencia
por las encíclicas sobre la caridad y la esperanza se completan con
esta puesta en luz de la fe como comunión y servicio al bien común”.
“Al
final -ha terminado el cardenal- la encíclica contempla a María, la
figura por excelencia de la fe, aquella que ha escuchado la Palabra y
la ha conservado en su corazón, la que ha seguido a Jesús y se ha
dejado transformar”.
Por
su parte, monseñor Fisichella retomando las palabras del Santo
Padre: “El que cree ve”, ha afirmado que en esta expresión
“puede resumirse la enseñanza del Papa Francisco en esta primera
encíclica suya. Un texto situado en la perspectiva del binomio luz y
amor. Lo que nos enseña es un camino que el Papa propone a la
Iglesia para recuperar su misión en el mundo de hoy... Presentando
la fe, la encíclica nos pide que fijemos de nuevo la mirada sobre lo
que es esencial en la Iglesia y en cada creyente; es decir el
misterio de la Encarnación del Hijo de Dios que en su muerte y
resurrección ha revelado el amor en su plenitud y en su
profundidad.... Partiendo del presupuesto de que la fe nace del amor,
se articula la relación entre conocimiento de la fe y conocimiento
del amor como un binomio inseparable, en el cual, de cualquier forma,
el primado indiscutible es el del amor. La “luz de la fe” se
resuelve en la “luz del amor”.
El
arzobispo Fisichella ha señalado que Lumen fidei se publica justo a
mitad del Año de la Fe y que está fechada el 29 de junio,
festividad de los apóstoles Pedro y Pablo y primeros testigos de la
fe de la Iglesia de Roma en la que el Papa está llamado a confirmar
a los hermanos en la unidad de la fe de siempre. Asimismo he revelado
que a Benedicto XVI se le había pedido repetidamente que escribiera
una encíclica sobre la fe para concluir la tríada abierta con “Deus
Caritas est” sobre el amor y “Spe salvi” sobre la esperanza.
“El Papa -ha dicho mons. Fisichella- no estaba convencido de tener
que someterse a esta ulterior fatiga. Sin embargo, la insistencia
prevaleció y Benedicto XVI decidió que la habría escrito como
conclusión del Año de la Fe. La historia ha querido que fuera de
otra forma y la encíclica nos la ofrece hoy el Papa Francisco...
como programa sobre como continuar viviendo esta experiencia que ha
visto a toda la Iglesia comprometida en tantas manifestaciones
significativas”.
“Hay
que decir sin dudas de algún tipo - ha precisado- que aunque Lumen
Fidei retome algunas intenciones y contenidos propios del magisterio
de Benedicto XVI, es plenamente un texto del Papa Francisco. En ella
encontramos su estilo...la inmediatez de las expresiones que usa, la
riqueza de las imágenes que usa como referencia y la peculiaridad de
algunas citas de autores antiguos y modernos hacen de este texto una
verdadera introducción a su magisterio... Por poner un ejemplo, una
lectura atenta mostrará que retornan con fuerza tres verbos ...
caminar, construir, confesar. De alguna forma, podríamos decir, que
la encíclica se estructura sobre estos tres verbos y especifica sus
contenidos”.
En
Lumen fidei, el Pontífice no olvida los dos acontecimientos que
caracterizan este año: el cincuenta aniversario de la apertura del
Concilio Ecuménico Vaticano II y el vigésimo de la publicación del
Catecismo de la Iglesia Católica. “Por lo que se refiere al primer
evento -ha comentado el prelado- el Papa Francisco reafirma que fue
un “concilio sobre la fe”... que tenía el objetivo de poner en
el centro de la vida de la Iglesia el primado de Dios y la exigencia
de decirlo hoy, en una sociedad y una cultura diferentes, de forma
comprensible y creíble. Por cuanto concierne al Catecismo, en
cambio, la Iglesia subraya su validez como instrumento a través del
cual la Iglesia cumple su obra de transmisión de la fe con la
memoria viva del anuncio de Jesucristo. Hay que notar, además, que
en este contexto el Papa Francisco hace hincapié en el gran valor
que posee la Profesión de fe, el Credo... una oración que hace
sentir la fe como un dato vivo y eficaz en la vida de los creyentes,
que a menudo experimentan un analfabetismo injustificado acerca de
los contenidos de la fe. En estas páginas se reafirma el profundo
valor que posee el Credo, no solo para recordar la síntesis de la
fe, sino sobre todo para comprender el compromiso de cambiar de
vida... El que cree está llamado a vivir responsablemente en el
mundo”.
“Lumen
fidei - ha concluido- es una encíclica de fuerte connotación
pastoral... El Papa Francisco con su sensibilidad de pastor consigue
traducir muchas cuestiones de carácter estrictamente teológico en
temáticas que pueden contribuir a la reflexión y a la
catequesis...Ninguno tendría que tener miedo de mirar a los grandes
ideales y perseguirlos. La fe y el amor son los primeros que deben
proponerse. En un periodo de debilidad cultural como el nuestro, esa
invitación es una provocación y un reto que no pueden dejarnos
indiferentes”.
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