Ciudad
del Vaticano, 7 de julio 2013 (VIS).-La alegría del consuelo, la
Cruz y la oración han sido los puntos de referencia de la misión
cristiana que el Papa Francisco ha propuesto a los jóvenes
seminaristas, novicios y novicias de todo el mundo que han
participado esta mañana en la santa misa celebrada en la basílica
de San Pedro. Ofrecemos a continuación una amplia síntesis de la
homilía pronunciada por el Santo Padre.
“Ustedes
son seminaristas, novicios y novicias, jóvenes en el camino
vocacional, provenientes de todas las partes del mundo: ¡representan
a la juventud de la Iglesia! Si la Iglesia es la Esposa de Cristo, en
cierto sentido ustedes constituyen el momento del noviazgo, la
primavera de la vocación, la estación del descubrimiento...en la
que se ponen las bases para el futuro...Hoy la palabra de Dios nos
habla de la misión...¿Cuáles son los puntos de referencia de la
misión cristiana? Las lecturas que hemos escuchado nos sugieren
tres: la alegría de la consolación, la cruz y la oración”.
“El
primer elemento: la alegría de la consolación. El profeta Isaías
se dirige a un pueblo que ha atravesado el periodo oscuro del exilio,
ha sufrido una prueba muy dura; pero ahora, para Jerusalén, ha
llegado el tiempo de la consolación; la tristeza y el miedo deben
dejar paso a la alegría: ...¿Cuál es el motivo de esta invitación
a la alegría? Porque el Señor hará derivar hacia la santa Ciudad y
sus habitantes un "torrente" de consolación...un torrente
de ternura materna: "Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre
las rodillas las acariciarán". Como la mamá pone al niño
sobre sus rodillas y lo acaricia, así el Señor hará con nosotros y
hace con nosotros. Éste es el torrente de ternura que nos da tanta
consolación.... Todo cristiano, y sobre todo nosotros, estamos
llamados a ser portadores de este mensaje de esperanza que da
serenidad y alegría: la consolación de Dios, su ternura para con
todos. Pero sólo podremos ser portadores si nosotros experimentamos
antes la alegría de ser consolados por Él, de ser amados por Él.
Esto es importante para que nuestra misión sea fecunda: sentir la
consolación de Dios y transmitirla. A veces me he encontrado con
personas consagradas que tienen miedo a la consolación de Dios, y…
pobres, se atormentan, porque tienen miedo a esta ternura de Dios.
Pero no tengan miedo...No tengan miedo de la consolación del
Señor... Encontrar al Señor que nos consuela e ir a consolar al
pueblo de Dios, ésta es la misión. La gente de hoy tiene necesidad
ciertamente de palabras, pero sobre todo tiene necesidad de que demos
testimonio de la misericordia, la ternura del Señor, que enardece el
corazón, despierta la esperanza, atrae hacia el bien. ¡La alegría
de llevar la consolación de Dios!”
“El
segundo punto de referencia de la misión es la cruz de Cristo. San
Pablo, escribiendo a los Gálatas, dice: "Dios me libre de
gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo"...
En su ministerio, Pablo ha experimentado el sufrimiento, la debilidad
y la derrota, pero también la alegría y la consolación. He aquí
el misterio pascual de Jesús: misterio de muerte y resurrección...
En la hora de la oscuridad, en la hora de la prueba está ya presente
y activa el alba de la luz y de la salvación. ¡El misterio pascual
es el corazón palpitante de la misión de la Iglesia! Y si
permanecemos dentro de este misterio, estamos a salvo tanto de una
visión mundana y triunfalista de la misión, como del desánimo que
puede nacer ante las pruebas y los fracasos. La fecundidad pastoral,
la fecundidad del anuncio del Evangelio no procede ni del éxito ni
del fracaso según los criterios de valoración humana, sino de
conformarse con la lógica de la Cruz de Jesús, que es la lógica
del salir de sí mismos y darse, la lógica del amor. Es la Cruz
–siempre la Cruz con Cristo, porque a veces nos ofrecen la cruz sin
Cristo: ésa no sirve...Y desde la Cruz, acto supremo de misericordia
y de amor, renacemos como "criatura nueva".”
“Finalmente,
el tercer elemento: la oración. En el Evangelio hemos escuchado:
"Rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies".
Los obreros para la mies no son elegidos mediante campañas
publicitarias o llamadas al servicio de la generosidad, sino que son
"elegidos" y "mandados" por Dios. Él es quien
elige, Él es quien manda... Él es quien encomienda la misión. Por
eso es importante la oración. La Iglesia, nos ha repetido Benedicto
XVI, no es nuestra, sino de Dios; ¡y cuántas veces nosotros, los
consagrados, pensamos que es nuestra! La convertimos… en lo que se
nos ocurre. Pero no es nuestra, es de Dios. El campo a cultivar es
suyo. Así pues, la misión es sobre todo gracia. .. Y si el apóstol
es fruto de la oración, encontrará en ella la luz y la fuerza de su
acción”.
“Queridos
seminaristas, queridas novicias y queridos novicios, queridos jóvenes
en el camino vocacional...Óiganlo bien: "la evangelización se
hace de rodillas". ¡Sean siempre hombres y mujeres de oración!
Sin la relación constante con Dios la misión se convierte en
función. Pero, ¿en qué trabajas tú? ¿Eres sastre, cocinera,
sacerdote, trabajas como sacerdote, trabajas como religiosa? No. No
es un oficio, es otra cosa. El riesgo del activismo, de confiar
demasiado en las estructuras, está siempre al acecho. Si miramos a
Jesús, vemos que la víspera de cada decisión y acontecimiento
importante, se recogía en oración intensa y prolongada. Cultivemos
la dimensión contemplativa, incluso en la vorágine de los
compromisos más urgentes y duros. Cuanto más les llame la misión a
ir a las periferias existenciales, más unido ha de estar su corazón
a Cristo, lleno de misericordia y de amor. ¡Aquí reside el secreto
de la fecundidad pastoral, de la fecundidad de un discípulo del
Señor!”.
“Jesús
manda a los suyos sin "talega, ni alforja, ni sandalias" .
La difusión del Evangelio no está asegurada ni por el número de
personas, ni por el prestigio de la institución, ni por la cantidad
de recursos disponibles. Lo que cuenta es estar imbuidos del amor de
Cristo, dejarse conducir por el Espíritu Santo, e injertar la propia
vida en el árbol de la vida, que es la Cruz del Señor”.
“Con
gran confianza les pongo bajo la intercesión de María Santísima.
Ella es la Madre que nos ayuda a tomar las decisiones definitivas con
libertad, sin miedo. Que Ella les ayude a dar testimonio de la
alegría de la consolación de Dios, sin tener miedo a la alegría;
que Ella les ayude a conformarse con la lógica de amor de la Cruz, a
crecer en una unión cada vez más intensa con el Señor en la
oración. ¡Así su vida será rica y fecunda!”.
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