Ciudad
del Vaticano, 15 marzo 2013
(VIS).- “Valor, hermanos: Probablemente la mitad de nosotros está
en la vejez. Y la vejez , se dice, es la sede la sabiduría de la
vida. Los viejos tienen la sabiduría que les da el haber caminado
mucho. Como los ancianos Simeón y Ana en el templo cuya sabiduría
les hizo reconocer a Jesús. Demos esta sabiduría a los jóvenes:
como el buen vino, que con los años se vuelve todavía mejor: demos
a los jóvenes la sabiduría de la vida”.
Así
ha hablado esta mañana el Papa Francisco a los cardenales en su
primer encuentro con todos los miembros del Sacro Colegio, electores
y no electores, en la Sala Clementina. El pontífice ha improvisado
varias veces durante su discurso, como cuando ha informado a los
purpurados, de que uno de ellos, el cardenal Jorge Mejía había
tenido un infarto y estaba ingresado en una clínica romana. “Su
salud es estable - ha dicho- y manda saludos para todos”.
El
Papa había escuchado antes las palabras de saludo, en nombre de
todos los miembros del Colegio cardenalicio, del Decano, Angelo
Sodano: “Demos gracias a Dios Nuestro Señor. Es la invitación
litúrgica que nosotros, los Padres Cardenales nos dirigimos
recíprocamente, entre los “seniores” y los “juniores”, para
agradecer al Señor el don que ha hecho a su Santa Iglesia dándole
un nuevo Pastor... Sepa, Santo Padre, que todos nosotros, sus
cardenales, estamos a su entera disposición buscando formar con
Usted el Cenáculo Apostólico de la Iglesia naciente, el cenáculo
de Pentecostés. Procuraremos mantener 'la mente abierta y el corazón
creyente' como Usted ha escrito en su Libro de Meditaciones.
En
su discurso, el Papa Francisco ha afirmado que el encuentro de hoy
quería ser “casi una prolongación de la intensa comunión
eclesial”, experimentada durante el Cónclave. “Animados por un
profundo sentido de responsabilidad y alentados por un gran amor por
Cristo y por su Iglesia - ha recordado- hemos rezado juntos,
compartiendo fraternalmente nuestros sentimientos, nuestras
experiencias y reflexiones. En este clima de gran cordialidad han
crecido el conocimiento y la apertura mutuas”. Y, de nuevo,
improvisando, ha añadido que esos sentimientos eran “buenos porque
somos hermanos. Algunos me han dicho que los cardenales son los
sacerdotes del Santo Padre y yo creo que la cercanía y la amistad
nos sentarán bien a todos“. “Precisamente la cercanía y la
apertura nos han facilitado la docilidad al acción del Espíritu
Santo, el Paráclito, el protagonista supremo de toda iniciativa y
manifestación de fe”, y de nuevo, dejando los papeles del discurso
ha añadido “Es curioso: yo pienso que el Paráclito da todas las
diferencias en las Iglesias y parece cómo si fuera un apóstol de
Babel. Pero, por otra parte, es éso lo que forma la unidad de estas
diferencias no en la homogeneidad, sino en la armonía. Me acuerdo de
un Padre de la Iglesia que lo definía así: “Ipse harmonia est”.
Este Paráclito que nos da, a cada uno, carismas diversos, nos une en
esta comunidad de Iglesia que adora al Padre, al Hijo y a él, al
Espíritu Santo”.
El
Santo Padre ha recordado el período del Cónclave, “lleno de
significado no solo para el Colegio Cardenalicio sino para todos los
fieles. En estos días hemos sentido muy de cerca el afecto y la
solidaridad de la Iglesia universal y también el interés de tantas
personas que, incluso sin compartir nuestra fe, miran con respeto y
admiración a la Santa Sede”. Asimismo ha expresado su
agradecimiento a todos los cardenales por su cooperación en la guía
de la Iglesia durante la Sede Vacante, desde el cardenal Angelo
Sodano, Decano del Colegio Cardenalicio, al Camarlengo, cardenal
Tarcisio Bertone y al cardenal Giovanni Battista Re “que ha sido -
ha dicho el Papa- nuestro jefe en el Cónclave”.
“Pienso
con profundo afecto y con gratitud en mi venerado predecesor,
Benedicto XVI - ha proseguido- que en estos años de pontificado ha
enriquecido y vigorizado a la Iglesia con su magisterio, su bondad,
su guía, su fe, su humildad y su mansedumbre que permanecen como
patrimonio espiritual para todos”. Y ha señalado que “como
tantas veces, con sus enseñanzas y, por último, con su gesto
valeroso y humilde, nos ha recordado Benedicto XVI, es Cristo el que
guía a la Iglesia por medio de su Espíritu. El Espíritu Santo es
el alma de la Iglesia, con su fuerza que vivifica y une hace un sólo
cuerpo de muchos: el Cuerpo místico de Cristo”.
“No
cedamos nunca al pesimismo, a la amargura que el diablo nos propone
cada día -ha exclamado- no cedamos al desaliento. Tenemos la firme
certeza que el Espíritu Santo da a la Iglesia, con su hálito
potente, el valor de perseverar y también de buscar nuevos métodos
de evangelización, para llevar el Evangelio hasta los extremos
confines de la tierra. La verdad cristiana es atrayente y persuasiva
porque responde al deseo profundo de la existencia humana anunciando
de forma convincente que Cristo es el único Salvador de toda la
persona y de todos los seres humanos. Este anuncio es tan válido hoy
como lo fue al principio del cristianismo cuando tuvo lugar la gran
expansión misionera del Evangelio”.
"Ahora
- ha concluido - volveréis a vuestras sedes para continuar con
vuestro ministerio - enriquecidos por la experiencia de estos días,
tan cargados de fe y de comunión eclesial. Esa experiencia, única e
incomparable, nos ha permitido comprender en profundidad la belleza
de la realidad eclesial, que es un reflejo del esplendor de Cristo
resucitado: Un día miráremos el hermoso rostro de Cristo
resucitado”.
Terminado
su discurso el Papa saludó uno por uno a todos los cardenales
presentes en la Sala Clementina.
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