Ciudad
del Vaticano, 6 febrero 2013
(VIS).-Continuando la catequesis sobre el símbolo de la fe
cristiana, el Santo Padre, durante la audiencia general, se ha
centrado hoy en la frase “Creador del cielo y de la tierra",
explicándola a la luz del primer capítulo del Génesis.
“Dios
-ha dicho el Papa- es la fuente de todas las cosas y la belleza de
la creación revela su omnipotencia de Padre amoroso. En cuanto
origen de la vida .... se ocupa de lo que ha creado con un amor y
una fidelidad que nunca cesan. Por lo tanto, la creación se
convierte en un lugar en el que conocer la omnipotencia de Dios y su
bondad, y en una llamada a la fe de los creyentes para que
proclamamos a Dios como Creador ....En la Sagrada Escritura la
inteligencia humana puede encontrar, a la luz de la fe, la clave
interpretativa para entender el mundo. En particular ... en el primer
capítulo del Génesis, con la presentación solemne de la
creatividad divina....Durante seis veces se repite la frase: "Y
vio Dios que era bueno"...Todo lo que Dios creó es bueno y
hermoso, lleno de sabiduría y de amor, la acción creadora de Dios
aporta orden, insufla armonía, da belleza. En el relato del Génesis
se dice más tarde que el Señor crea con su palabra y en el texto se
repite diez veces el término "dijo Dios"... La vida
brota, el mundo existe, porque todo obedece la Palabra de Dios”.
Pero
¿tiene sentido en la era de la ciencia y la tecnología, hablar
todavía de creación? se ha preguntado el Santo Padre, explicando
que “la Biblia no pretende ser un manual de las ciencias naturales;
su intención es la de hacer comprender la verdad auténtica y
profunda de las cosas. La verdad fundamental que los relatos del
Génesis revelan es que el mundo no es un conjunto de fuerzas
contrastantes, sino que tiene su origen y su estabilidad en el Logos,
la razón eterna de Dios, que sigue sosteniendo el universo. Hay un
proyecto del mundo que surge de esta razón, del Espíritu Creador”.
El
ápice de toda lo creación son “el hombre y la mujer; el ser
humano, el único capaz de conocer y amar a su Creador...Los relatos
de la creación en el Génesis .... nos ayudan a conocer el plan de
Dios para el hombre. En primer lugar dicen que Dios formó al hombre
del polvo de la tierra... Esto significa que no somos Dios, no nos
hemos hechos solos, somos tierra; pero también significa que venimos
de la buena tierra, por obra del Creador .... Más allá de las
distinciones de la cultura y la historia, más allá de cualquier
diferencia social somos una humanidad única plasmada con una única
tierra de Dios que... sopla el aliento de vida en el cuerpo que ha
moldeado... El ser humano está hecho a imagen y semejanza de Dios...
Todos llevamos dentro de nosotros su hálito vital; toda vida humana
está bajo su protección especial. Esta es la razón más profunda
de la inviolabilidad de la dignidad humana frente a cualquier
tentación de evaluar a la persona según criterios utilitarios o de
poder”.
En
los primeros capítulos del Génesis “hay dos imágenes
significativas: el jardín con el árbol del conocimiento del bien y
del mal y la serpiente ... El jardín nos dice que la realidad en la
que Dios ha puesto el ser humano no es un bosque salvaje, sino un
lugar que protege, nutre y sustenta; y el hombre debe reconocer al
mundo no como propiedad para saquear y explotar sino, como don del
Creador, ...para cultivar y cuidar con respeto siguiendo los ritmos y
la lógica, de acuerdo con el plan de Dios. La serpiente es una
figura derivada de los cultos orientales de la fecundidad, que
fascinaban a Israel y constituían una tentación constante de
abandonar la misteriosa alianza con Dios”. Por eso “ la serpiente
levanta la sospecha de que la alianza con Dios sea como una cadena
que... priva de la libertad y de las cosas más bellas de la vida.
La tentación se convierte en la de construir un mundo propio sin
aceptar los límites de ser una criatura, los límites del bien y
del mal, de la moralidad; la dependencia del amor del Dios Creador
es vista como una carga de la que hay que librarse. Pero cuando se
distorsiona la relación con Dios, ....suplantando su lugar, todas
las demás relaciones se alteran. Entonces, el otro se convierte en
un rival, en una amenaza; Adán, después de haber sucumbido a la
tentación, acusa inmediatamente a Eva ... El mundo ya no es el
jardín para vivir en armonía, sino un lugar para explotar y en el
que...la envidia y el odio hacia los demás entran en el corazón”.
El
Papa has resaltado un último elemento de los relatos de la creación
: “El pecado engendra pecado y todos los pecados de la historia
están relacionados. Este aspecto nos lleva a hablar de lo que se
llama el "pecado original". ¿Cuál es el significado de
esta realidad, difícil de entender?....En primer lugar, debemos
tener en cuenta que ningún hombre está encerrado en sí mismo....
recibimos la vida de los demás y no sólo en el nacimiento, sino
todos los días. El ser humano es relación: Yo soy yo solo en ti y a
través de ti; en la relación de amor con el Tú de Dios y el tu del
otro. Pues bien, el pecado es alterar o destruir la relación con
Dios...tomar el lugar de Dios... Una vez alterada la relación
fundamental, también están comprometidos o destruidos los otros
polos de la misma; el pecado arruina todo. Ahora bien, si la
estructura relacional de la humanidad está alterada desde el
principio, todo hombre entra en un mundo caracterizado por la
alteración de esta relación, alterado por un pecado que lo marca
personalmente: el pecado inicial perturba y daña la la naturaleza
humana...Y el hombre no puede salir de esta situación sólo, no
puede redimirse a sí mismo; sólo el Creador puede restaurar las
relaciones correctas... Esto se cumple en Jesucristo, que recorre,
exactamente, el camino contrario de Adán. (...) Mientras Adán no
reconoce su ser una criatura y quiere suplantar el lugar de Dios,
Jesús, el Hijo de Dios, está en una perfecta relación filial con
el Padre, se inclina, se convierte en siervo, recorre el camino del
amor humillándose hasta la muerte en la cruz, para ordenar las
relaciones con Dios. La Cruz de Cristo se convierte en el nuevo Árbol
de la Vida”.
“Vivir
de fe - ha concluido Benedicto XVI- significa reconocer la grandeza
de Dios y aceptar nuestra pequeñez, nuestra condición de criaturas,
dejando que Dios la colme con su amor. El mal, con su carga de dolor
y de sufrimiento es un misterio que ilumina la luz de la fe que nos
da la certeza de ser liberados de él”.
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