Ciudad
del Vaticano, 15 febrero 2013
(VIS).-Ofrecemos a continuación amplios extractos de la charla que
el Santo Padre dio ayer, en un clima cordial y amistoso, al clero de
Roma en el Aula Pablo VI.
“Fuimos
al Concilio no sólo con alegría, sino con entusiasmo. Había una
expectativa increíble. Teníamos la esperanza de que todo se
renovase, de que llegase un nuevo Pentecostés... de encontrar de
nuevo la unión entre la Iglesia y las mejores fuerzas en el mundo,
para abrir el futuro de la humanidad, para abrir el progreso real.
Empezamos a conocernos unos a otros y esta fue ya una experiencia
de la universalidad de la Iglesia y de su realidad concreta que no
se limita a recibir los imperativos desde lo alto, sino que crece y
avanza en conjunto, naturalmente bajo la dirección del Sucesor de
Pedro. Las cuestiones planteadas a los padres conciliares eran “la
reforma de la liturgia... la eclesiología... la Palabra de Dios, la
Revelación y, por último, el ecumenismo”.
“En
retrospectiva, creo que fue muy bueno comenzar por la liturgia, así
se mostraba la primacía de Dios, la primacía de la adoración....El
Concilio ha hablado de Dios y éste ha sido su primer acto: hablar
de Dios y abrir a toda la gente, a todo el pueblo santo a la
adoración de Dios, en la celebración común de la liturgia del
Cuerpo y la Sangre de Cristo (...) Luego estaban los principios: la
inteligibilidad, para no estar encerrados en un idioma que no se
conoce y no se habla; y la participación activa. Por desgracia,
estos principios a veces se malinterpretaron. La inteligibilidad no
quiere decir trivialidad, ya que los grandes textos de la liturgia -
aún cuando estén, gracias a Dios, en la lengua materna - no son
fácilmente inteligibles; necesitan una formación permanente del
cristiano para que crezca y entre más profundamente en el misterio,
y así pueda entender”.
“Segundo
tema: la Iglesia ... Se quería decir y comprender que la Iglesia no
es una organización, algo estructural, legal, institucional - que
también es - sino que es un organismo, una realidad viva, que entra
en mi alma, y que yo mismo, con mi propia alma de creyente , soy un
elemento constructivo de la Iglesia como tal... La Iglesia no es una
estructura; nosotros mismos, los cristianos, juntos, todos somos el
Cuerpo vivo de la Iglesia. Y, por supuesto, esto es cierto en el
sentido de que nosotros, el verdadero "nosotros" de los
creyentes, junto con el "yo" de Cristo, es la Iglesia, cada
uno de nosotros, no “un nosotros", un grupo que se declara
Iglesia”.
“La
primera idea era completar la eclesiología en forma teológica,
pero continuando de una manera estructural, es decir, al lado de la
sucesión de Pedro, de su función única, definir mejor también
la función de los obispos, del cuerpo episcopal. Y para hacer esto,
se encontró la palabra "colegialidad", muy discutida con
debates intensos, yo diría, algo exagerados. Pero era la palabra...
para expresar que los obispos, juntos, son la continuación de los
Doce, del Cuerpo de los Apóstoles. Dijimos: sólo un obispo, el
de Roma, es el sucesor de un determinado apóstol, Pedro ....Así,
el Cuerpo de los Obispos, el Colegio, es la continuación del Cuerpo
de los Doce, y con ello tiene su necesidad, su función, sus derechos
y deberes”.
“Otra
cuestión en ámbito eclesiológico fue definir el concepto de
"pueblo de Dios" que “implica la continuidad de los
Testamentos, la continuidad de la historia de Dios con el mundo, con
los hombres, e implica también el 'elemento cristológico'. Sólo
a través de la cristología nos convertimos en Pueblo de Dios y así
se unen los dos conceptos. Y el Concilio ha decidido crear una
construcción trinitaria de la eclesiología: Pueblo de Dios Padre,
Cuerpo de Cristo, Templo del Espíritu Santo... El nexo entre el
Pueblo de Dios y el Cuerpo de Cristo, es efectivamente la comunión
con Cristo en la unión eucarística. Así nos convertimos en Cuerpo
de Cristo; es decir, la relación entre el Pueblo de Dios y el Cuerpo
de Cristo crea una nueva realidad: la comunión”.
“En
la cuestión sobre la Revelación el fulcro era la relación entre
la Escritura y la Tradición ... Lo importante ciertamente es que
las Escrituras son la Palabra de Dios y la Iglesia está bajo las
Escrituras, obedece a la Palabra de Dios, y no está por encima de la
Escritura. Sin embargo, la Escritura es Escritura sólo porque hay
una Iglesia viva, su sujeto vivo; sin el sujeto vivo de la Iglesia,
la Escritura es sólo un libro abierto a diferentes interpretaciones
y no da una claridad definitiva”. En este sentido “fue decisiva
la intervención del Papa Pablo VI... que propuso la fórmula “nos
omnis certitudo de veritatibus fidei potest sumi ex Sacra Scriptura”,
es decir la certeza de la Iglesia sobre la fe no nace sólo de un
libro aislado, sino que necesita del sujeto Iglesia iluminado, que
aporta el Espíritu Santo. Solo así la Escritura habla y tiene toda
su autoridad”
“Y,
por último, el ecumenismo. No quisiera entrar ahora en estos
problemas, pero era obvio que - sobre todo después de las "pasiones"
de los cristianos en la época del nazismo- que los cristianos podían
encontrar la unidad, o por lo menos buscarla; pero también estaba
claro que sólo Dios puede dar la 'unidad. Y todavía proseguimos
este camino”.
“La
segunda parte del Concilio fue mucho más amplia. Apareció, con gran
urgencia, el tema: mundo de hoy, era moderna, e Iglesia, y con el
los temas de la responsabilidad de la construcción de este mundo, de
la sociedad, la responsabilidad por el futuro del planeta mundo y la
esperanza escatológica; la responsabilidad ética del cristiano...y
también la libertad religiosa, el progreso, y la relación con otras
religiones. En ese momento, entraron en discusión realmente todas
las partes del Concilio, no sólo los Estados Unidos a quienes
importaba mucho la libertad religiosa... también entró con gran
fuerza América Latina, sabiendo de la miseria del pueblo en un
continente católico, y la responsabilidad de la fe por la situación
de estos hombres. Y así, África, Asia, percibieron igualmente la
necesidad de un diálogo interreligioso... El gran documento
"Gaudium et Spes", analizó muy bien el problema entre
escatología cristiana y progreso mundano, incluyendo la
responsabilidad de la sociedad del mañana y las responsabilidades
del cristiano ante la eternidad, y así también renovó la ética
cristiana desde los cimientos... El fundamento de un diálogo, en la
diferencia, en la diversidad, en la fe en la unicidad de Cristo, que
es uno, y no es posible para un creyente pensar que las religiones
son variaciones sobre un mismo tema. No, hay una realidad del Dios
vivo, que ha hablado, y es un Dios, un Dios encarnado, por lo tanto,
una Palabra de Dios, que es realmente la Palabra de Dios. Pero
también hay una experiencia religiosa, con una determinada luz
humana sobre la creación y, por tanto es necesario y posible entrar
en diálogo, y así abrirse a los demás y abrir todos a la paz de
Dios, de todos sus hijos, y de toda su familia”
“Me
gustaría añadir todavía un tercer punto.... el Concilio de los
medios de comunicación. Era casi un Concilio de por sí, y el mundo
vio el Concilio a través de ellos. El “Concilio de los
periodistas”, no se llevó a cabo, por supuesto, dentro de la fe,
sino dentro de las categorías de los medios, es decir fuera de la
fe, con una hermenéutica diferente... Una hermenéutica política.
Para los medios de comunicación, el Concilio era una lucha política,
una lucha por el poder entre las diferentes corrientes de la
Iglesia..... Había un problema triple: el poder del Papa trasladado
al poder de los obispos y al poder de todos: la soberanía popular.
Y lo mismo pasaba con la liturgia: no interesaba la liturgia como un
acto de fe, sino como algo donde las cosas se hacen comprensibles, un
tipo de actividad de la comunidad.... Esas traducciones, esa
trivialización de la idea del Concilio fueron virulentas en la
práxis de la aplicación de la reforma litúrgica; nacían de una
visión del Concilio fuera de su propia clave, la de la fe”.
“Sabemos
que este Concilio de los medios de comunicación era accesible a
todos. Por lo tanto, fue el dominante, el más eficiente, y creó
muchas calamidades, problemas y miserias... Y el verdadero Concilio
encontró dificultad para concretarse y realizarse; el Concilio
virtual era más fuerte que el Concilio real. Pero la fuerza del
Concilio estaba presente y, poco a poco, se realiza cada vez más y
se convierte en la verdadera fuerza, que es, después, la verdadera
reforma, la renovación verdadera de la Iglesia. Me parece que
después de cincuenta años, vemos cómo este Concilio virtual se
rompe, se pierde y aparece el Concilio auténtico, con toda su fuerza
espiritual”.
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