Ciudad
del Vaticano, 16 mayo 2012
(VIS).-Después de haber analizado la oración en los Hechos de los
Apóstoles, Benedicto XVI anunció que dedicará las próximas
catequesis a ese tema en las Cartas de San Pablo, que las inicia y
termina siempre con una plegaria y que, en su epistolario, nos ha
dejado una rica gama de formas de orar.
En
la audiencia general de los miércoles, celebrada en la Plaza de San
Pedro, ante más de 11.000 personas, el Papa explicó que el Apóstol
de las gentes quiere que entendamos que la oración “no es una
obra buena hecha a Dios, una acción nuestra, sino ante todo un don,
fruto de la presencia viva (..) y vivificante del Padre y de
Jesucristo en nosotros”.
Cuando
rezamos, sentimos “nuestra debilidad (...) nuestro ser criaturas,
porque nos encontramos ante la omnipotencia y la trascendencia de
Dios (...) y percibimos nuestros límites (...) y la necesidad de
confiar cada vez más en Él”. Es entonces cuando “el Espíritu
Santo nos ayuda en nuestra incapacidad (...) y nos guía al
dirigirnos a Dios”. Así, la oración es sobre todo “la acción
del Espíritu Santo en nuestra humanidad, que se hace cargo de
nuestra debilidad y nos transforma de personas ligadas a la realidad
material en personas espirituales”.
Entre
las repercusiones de la acción del Espíritu de Cristo como
principio interno de todas nuestras obras, el Santo Padre observó,
en primer lugar, que “la oración animada por el Espíritu nos da
la posibilidad de abandonar y superar toda forma de miedo o de
esclavitud, viviendo la verdadera libertad de los hijos de Dios”.
Otra consecuencia es que “la relación con Dios llega a ser tan
profunda que no se ve afectada por ningún hecho o situación.
Entendemos que la oración no nos libra de las pruebas ni de los
sufrimientos, pero podemos vivirlos en unión con Cristo, con sus
sufrimientos, en la perspectiva de participar también en su gloria”.
“Muchas
veces -dijo el Papa- pedimos a Dios que nos libre del mal físico y
espiritual (...) y sin embargo, a menudo tenemos la impresión de que
no nos escucha y corremos el riesgo de desanimarnos y no perseverar.
En realidad, no hay ningún grito humano que Dios no escuche. (...)
La respuesta de Dios Padre a su Hijo (...) no fue la liberación
inmediata del sufrimiento, de la cruz, de la muerte: a través de la
cruz y de la muerte, Dios respondió (...) con la Resurrección”.
Por
último, “la oración del creyente también se abre a la dimensión
de la humanidad y de la creación entera, (...) no se queda
encerrada en sí misma: se abre para compartir los sufrimientos de
nuestro tiempo. Se convierte así en (...) canal de esperanza para
toda la creación y expresión del amor de Dios que se derrama en
nuestros corazones por medio del Espíritu”.
El
apóstol, finalizó el Santo Padre, nos enseña que cuando rezamos
“tenemos que abrirnos a la presencia y la acción del Espíritu
Santo (...) para que nos lleve a Dios con todo nuestro corazón y
todo nuestro ser. El Espíritu de Cristo se convierte en la fuerza
de nuestra oración 'débil', en la luz de nuestra oración
'apagada', enseñándonos a vivir, enfrentándonos a las pruebas de
la existencia, de la certeza de que no estamos solos, abriéndonos a
los horizontes de la humanidad y de la creación 'que gime y sufre
con dolores de parto'”.
El Espiritu Santo "Ese Gran Desconocido" hoy dado ha conocer por SSBXVI.Gracias.
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