Ciudad
del Vaticano, 20 de mayo de 2012 (VIS).-Benedicto XVI dedicó la
meditación que precede habitualmente al Regina Coeli a la Ascensión del
Señor que, en muchos países se celebra el domingo siguientes de esa
festividad, es decir cuarenta días después de Pascua.
“La
Ascensión del Señor, dijo el Papa a los fieles reunidos en la Plaza de
San Pedro, marca el cumplimiento de la salvación comenzada con la
encarnación. Después de haber instruido por última vez a sus discípulos,
Jesús sube al cielo. Sin embargo, 'no se separa de nuestra condición';
de hecho, en su humanidad asumió a los seres humanos en la intimidad del
Padre, revelando así el destino final de nuestra peregrinación
terrenal. Si por nosotros bajó del cielo y padeció y murió en la cruz,
por nosotros resucitó y se elevó a Dios que, por eso, ya no está lejos:
es 'Dios nuestro', 'Padre nuestro'. La Ascensión es el último acto de
nuestra liberación del yugo del pecado”.
El
Santo Padre recordó que san León Magno explica que con este misterio
'se proclama no solamente la inmortalidad del alma, sino también la de
la carne'. Por eso “los discípulos, cuando vieron al Maestro alzarse de
la tierra y elevarse hacia el cielo, no se sintieron desolados; al
contrario, sintieron una gran alegría y el impulso a proclamar la
victoria de Cristo sobre la muerte”.
“La
Ascensión -concluyó- nos dice que en Cristo nuestra humanidad sube
hasta la altura de Dios; así, cada vez que rezamos la tierra se une al
cielo”.
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