Ciudad
del Vaticano, 29 de abril de 2012 (VIS).-Benedicto XVI confirió hoy,
cuarto domingo de Pascua, la ordenación sacerdotal a nueve diáconos
procedentes de los seminarios diocesanos romanos. En el curso de la
Santa Misa, oficiada en la basílica de San Pedro, el Santo Padre
explicó a los ordenandos que la tradición romana de celebrar las
ordenaciones sacerdotales en este domingo, denominado 'del Buen
Pastor', es muy rica de significados unidos a “la convergencia
entre la Palabra de Dios, el rito litúrgico y el Tiempo pascual en
que se sitúa. En particular, la figura del pastor, tan relevante en
la Sagrada Escritura y para la definición del sacerdote, adquiere
su plena verdad y claridad en el rostro de Cristo, a la luz del
misterio de su muerte y resurrección”.
El
Papa comentó el evangelio de San Juan que inicia con la afirmación
de Jesús: 'Yo soy el buen pastor (...) que da la vida por sus
ovejas'. Una frase que lleva inmediatamente “al culmen de la
revelación de Dios como pastor de su pueblo; este centro y culmen es
Jesús (...) que muere en la cruz y resurge del sepulcro al tercer
día con toda su humanidad. De este modo nos involucra a todos (...)
en su pasaje de la muerte a la vida. Este hecho – la Pascua de
Cristo – en que se realiza plena y definitivamente la obra pastoral
de Dios, es un hecho sacrificial. Por eso, el Buen Pastor y el Sumo
Sacerdote coinciden en la persona de Jesús que dio su vida por
nosotros”.
La
segunda Lectura, la Primera Carta de San Juan habla, en cambio, “del
fruto de la Pascua de Cristo: nuestra transformación en hijos de
Dios (...) Efectivamente, la condición filial del hombre es el fruto
de la obra salvífica de Jesús: con su encarnación, con su muerte y
resurrección y con el don del Espíritu Santo, ha incorporado al
hombre en una relación nueva con Dios: la misma que Él tiene con el
Padre (...) Es una relación ya plenamente real, pero que todavía
no se ha manifestado completamente. Así será cuando –si Dios
quiere– podremos ver su rostro sin velos”.
“Queridos
ordenandos, ¡allí nos quiere conducir el Buen Pastor! - exclamó el
Papa- Allí es donde el sacerdote está llamado a conducir a los
fieles que le han confiado: a la vida verdadera; a la vida 'en
abundancia'”. Al mismo tiempo, Jesús reafirma que la
característica del verdadero pastor es dar la propia vida. “La
figura bíblica del rey-pastor, que comprende principalmente el deber
de regir al pueblo de Dios, de mantenerlo unido y guiarlo -dijo el
Santo Padre - (...) se realiza plenamente en Jesucristo en la
dimensión sacrificial, en la ofrenda de la vida. Se realiza (...) en
el misterio de la Cruz, en el supremo acto de humildad y de amor
oblativo”.
En
esta perspectiva se orientan las formulas del Rito de la Ordenación
de los Presbíteros, ya que entre las preguntas relacionadas con los
“compromisos de los elegidos”, la última, que tiene un carácter
culminante y de algún modo sintético, dice: '¿Queréis estar cada
vez más estrechamente unidos a Cristo sumo sacerdote, que como
víctima pura se ofreció al Padre por nosotros, consagrando vosotros
mismos a Dios junto a Él por la salvación de todos los hombres?”.
Con
su respuesta “el sacerdote es aquel que viene inserido de forma
singular en el misterio del Sacrificio de Cristo, unido personalmente
con Él, para prolongar su misión salvífica. Esta unión, que se
realiza gracias al Sacramento del Orden, exige ser 'cada vez más
estrecha' , por la generosa correspondencia del sacerdote mismo”.
Benedicto
XVI recordó igualmente la fórmula pronunciada en la entrega del pan
y el vino: 'Recibe las ofrendas del pueblo santo para el sacrificio
eucarístico. Comprende lo que harás, imita lo que celebrarás,
conforma tu vida al misterio de la cruz de Cristo Señor'. Esa
fórmula resalta que “para el sacerdote, celebrar cada día la
Santa Misa, no significa desempeñar una función ritual sino cumplir
una misión que atañe entera y profundamente toda su existencia, en
comunión con Cristo resucitado que, en su Iglesia, continúa
actuando el Sacrificio redentor”.
“Esa
dimensión eucarístico-sacrificial es inseparable de la pastoral y
constituye el núcleo de verdad y de fuerza salvífica, del que
depende la eficacia de cualquier actividad (...) La predicación, las
obras, los gestos de diverso género, que la Iglesia efectúa con sus
múltiples iniciativas, perderían su fecundidad salvífica si
faltase la celebración del Sacrificio de Cristo. Y ésta se confía
a los sacerdotes ordenados (...)Sólo a través de esta 'puerta' del
Sacrificio pascual los hombres y mujeres de todos los tiempos y
lugares, pueden entrar en la vida eterna; sólo a través de esta
“vía santa” pueden seguir el éxodo que los conduce a la
'tierra prometida' de la verdadera libertad, a las 'verdes praderas'
de la paz y la alegría sin fin”.
“Queridos
ordenandos -concluyó el Santo Padre- esta Palabra de Dios ilumine
toda vuestra vida. Y cuando el peso de la cruz se haga más pesado,
sabed que esa es la hora más preciosa, para vosotros y para las
personas que os han confiado: renovando con fe y con amor el “Sí,
con la ayuda de Dios lo quiero”, cooperaréis con Cristo, Sumo
Sacerdote y Buen Pastor, en apacentar a sus ovejas – quizás a
aquella que se había perdido y por la cual se hace una gran fiesta
en el Cielo”.
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