Ciudad
del Vaticano, 9 de marzo de 2012 (VIS).-El Santo Padre ha recibido
esta mañana a los 1.300 sacerdotes y diáconos que participan en el
“Curso sobre el fuero interno” que organiza anualmente la
Penitenciaría Apostólica.
En
su discurso, Benedicto XVI ha subrayado la importancia de una
adecuada preparación teológica, espiritual y canónica para ser
confesor, dado que el sacramento de la Reconciliación es esencial
para la vida de fe y está estrechamente ligado al anuncio del
Evangelio. “Los sacramentos y el anuncio de la Palabra -ha dicho el
Papa- no deben concebirse como separados, sino todo lo contrario (…)
El sacerdote representa a Cristo, el enviado del Padre, y continúa
su misión mediante la 'palabra' y el 'sacramento' en una totalidad
de cuerpo y alma, de signo y palabra”.
La
confesión sacramental es así un camino privilegiado para la nueva
evangelización: “La conversión real de los corazones, que
significa abrirse a la acción transformadora y renovadora de Dios,
es el 'motor' de toda reforma, y se traduce en una verdadera fuerza
evangelizadora. En la confesión, el pecador arrepentido es
justificado, perdonado y santificado por la acción gratuita de la
misericordia divina (…). Sólo quien se deja renovar profundamente
por la Gracia divina puede llevar en sí mismo la novedad del
Evangelio y, por tanto, anunciarla”. Todos los santos de la
historia testimonian esta estrecha relación entre la santidad y el
sacramento de la reconciliación. Y la nueva evangelización “extrae
la linfa vital de la santidad de los hijos de la Iglesia, del camino
cotidiano de conversión personal y comunitaria para conformarse cada
vez más profundamente con Cristo”.
El
Papa ha recordado que, cuando administran el sacramento de la
reconciliación, los sacerdotes son instrumentos para el encuentro de
los hombres con Dios. El pecador arrepentido siente un profundo deseo
de cambio y de misericordia, de volver a experimentar, mediante el
Sacramento, “el encuentro y el abrazo con Cristo”.
“Por
ello -ha dicho el Pontífice a los sacerdotes presentes- sois
colaboradores y protagonistas de numerosos 'nuevos comienzos', tantos
cuantos sean los penitentes que se os acerquen. (…) La nueva
evangelización, entonces, comienza también en el confesionario;
parte del misterioso encuentro entre la inagotable pregunta del
hombre (…) y la misericordia de Dios, única respuesta adecuada a
la necesidad humana de infinito”. Si los fieles experimentan
realmente la misericordia de Cristo en el sacramento, “se
convertirán en testigos creíbles de esa santidad que es la
finalidad de la nueva evangelización”.
Todo
ello adquiere una relevancia aún mayor cuando se refiere a los
propios sacerdotes, que, para colaborar en la nueva evangelización,
han de ser los primeros en renovar la conciencia de ser ellos mismos
penitentes, y de la necesidad de acercarse al perdón sacramental
para renovar el encuentro con Cristo.
Para
concluir, Benedicto XVI exhortó a los sacerdotes: “Que la novedad
de Cristo sea siempre el centro y la razón de vuestra existencia
sacerdotal, para que quien os encuentra pueda, mediante vuestro
ministerio, proclamar como Andrés y Juan: 'Hemos encontrado al
Mesías' (Jn, 1, 41). De este modo, cada confesión, de la que cada
cristiano saldrá renovado, representará un paso adelante en la
nueva evangelización”.
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