CIUDAD DEL VATICANO, 2 MAR 2011 (VIS).-En la audiencia general de este miércoles, celebrada en el Aula Pablo VI, el Papa habló sobre san Francisco de Sales, obispo y doctor de la Iglesia, que vivió entre los siglos XVI y XVII.
Nacido en 1567, de una noble familia francesa, cuando todavía era joven san Francisco, dijo Benedicto XVI, “tuvo una crisis profunda, mientras reflexionaba sobre el pensamiento de san Agustín y de santo Tomás de Aquino, que lo llevó a interrogarse sobre su salvación eterna y el destino que Dios le tenía reservado, sufriendo como un verdadero drama espiritual las principales cuestiones teológicas de su tiempo”. El santo “se abandonó entonces al amor de Dios: amándolo, sin esperar nada, y al mismo tiempo, confiando en el amor divino. Este será el secreto de su vida”.
El Santo Padre explicó que san Francisco de Sales fue ordenado sacerdote en 1593 y consagrado obispo de Ginebra en 1602, “en un período en que la ciudad era bastión del Calvinismo. (…) Apóstol, predicador, escritor, hombre de acción y de oración, (…) empeñado en la controversia y en el diálogo con los protestantes, experimentó, más allá del necesario debate teológico, la eficacia de la relación personal y de la caridad”.
Con santa Juana Francisca de Chantal, funda la Orden de la Visitación, “caracterizada por una consagración total a Dios vivida en la sencillez y humildad”. San Francisco de Sales muere en 1622.
En su obra “Introducción a la vida devota”, dirige una invitación que en aquella época pudo parecer revolucionaria. Es la invitación a ser totalmente de Dios, viviendo en plenitud la presencia en el mundo y las tareas del propio estado. (…) De este modo, nacía así la llamada a los laicos, la atención por la consagración de las cosas temporales y por la santificación de la vida cotidiana, sobre las que insistirán el Concilio Vaticano II y la espiritualidad de nuestro tiempo”.
Refiriéndose a otra obra fundamental del santo, “Tratado del amor de Dios”, el Papa resaltó que “en una época de intenso florecimiento místico, es una verdadera y propia “summa”, y al mismo tiempo una obra literaria fascinante. (…) De acuerdo con el modelo de la Sagrada Escritura, san Francisco de Sales habla de la unión entre Dios y el ser humano, desarrollando toda una serie de imágenes de relación interpersonal. Su Dios es padre y señor, esposo y amigo”.
“En el tratado -continuó- encontramos una profunda meditación sobre la voluntad humana y la descripción de su fluir, pasar, morir, para vivir, no sólo en el abandono total a la voluntad de Dios, sino a lo que a El le agrada, a su beneplácito. En la cumbre de la unión con Dios, además del éxtasis contemplativo, se encuentra el reflujo de la caridad concreta, que está atenta a todas las necesidades de los demás”.
Benedicto XVI concluyó afirmando que “en una época como la nuestra, que busca la libertad, incluso con violencia e inquietud, no hay que olvidar la actualidad de este gran maestro de espiritualidad y de paz, que da a sus discípulos el “espíritu de libertad”, aquella real, como ápice de una enseñanza fascinante y completa sobre la realidad del amor. San Francisco de Sales es un testigo ejemplar del humanismo cristiano; con su estilo familiar, con parábolas que a veces tienen un estilo poético, recuerda que el ser humano lleva impresa en lo más profundo de sí la nostalgia de Dios y que sólo en Él encuentra la verdadera alegría y su realización más plena”.
AG/ VIS 20110302 (600)
Nacido en 1567, de una noble familia francesa, cuando todavía era joven san Francisco, dijo Benedicto XVI, “tuvo una crisis profunda, mientras reflexionaba sobre el pensamiento de san Agustín y de santo Tomás de Aquino, que lo llevó a interrogarse sobre su salvación eterna y el destino que Dios le tenía reservado, sufriendo como un verdadero drama espiritual las principales cuestiones teológicas de su tiempo”. El santo “se abandonó entonces al amor de Dios: amándolo, sin esperar nada, y al mismo tiempo, confiando en el amor divino. Este será el secreto de su vida”.
El Santo Padre explicó que san Francisco de Sales fue ordenado sacerdote en 1593 y consagrado obispo de Ginebra en 1602, “en un período en que la ciudad era bastión del Calvinismo. (…) Apóstol, predicador, escritor, hombre de acción y de oración, (…) empeñado en la controversia y en el diálogo con los protestantes, experimentó, más allá del necesario debate teológico, la eficacia de la relación personal y de la caridad”.
Con santa Juana Francisca de Chantal, funda la Orden de la Visitación, “caracterizada por una consagración total a Dios vivida en la sencillez y humildad”. San Francisco de Sales muere en 1622.
En su obra “Introducción a la vida devota”, dirige una invitación que en aquella época pudo parecer revolucionaria. Es la invitación a ser totalmente de Dios, viviendo en plenitud la presencia en el mundo y las tareas del propio estado. (…) De este modo, nacía así la llamada a los laicos, la atención por la consagración de las cosas temporales y por la santificación de la vida cotidiana, sobre las que insistirán el Concilio Vaticano II y la espiritualidad de nuestro tiempo”.
Refiriéndose a otra obra fundamental del santo, “Tratado del amor de Dios”, el Papa resaltó que “en una época de intenso florecimiento místico, es una verdadera y propia “summa”, y al mismo tiempo una obra literaria fascinante. (…) De acuerdo con el modelo de la Sagrada Escritura, san Francisco de Sales habla de la unión entre Dios y el ser humano, desarrollando toda una serie de imágenes de relación interpersonal. Su Dios es padre y señor, esposo y amigo”.
“En el tratado -continuó- encontramos una profunda meditación sobre la voluntad humana y la descripción de su fluir, pasar, morir, para vivir, no sólo en el abandono total a la voluntad de Dios, sino a lo que a El le agrada, a su beneplácito. En la cumbre de la unión con Dios, además del éxtasis contemplativo, se encuentra el reflujo de la caridad concreta, que está atenta a todas las necesidades de los demás”.
Benedicto XVI concluyó afirmando que “en una época como la nuestra, que busca la libertad, incluso con violencia e inquietud, no hay que olvidar la actualidad de este gran maestro de espiritualidad y de paz, que da a sus discípulos el “espíritu de libertad”, aquella real, como ápice de una enseñanza fascinante y completa sobre la realidad del amor. San Francisco de Sales es un testigo ejemplar del humanismo cristiano; con su estilo familiar, con parábolas que a veces tienen un estilo poético, recuerda que el ser humano lleva impresa en lo más profundo de sí la nostalgia de Dios y que sólo en Él encuentra la verdadera alegría y su realización más plena”.
AG/ VIS 20110302 (600)
No hay comentarios:
Publicar un comentario