CIUDAD DEL VATICANO, 7 NOV 2010 (VIS).-A las 19,00 tuvo lugar la ceremonia de despedida en el aeropuerto internacional de Barcelona, en presencia de los Reyes de España.
Después de un breve saludo del Rey don Juan Carlos, el Papa pronunció su último discurso del viaje.
Benedicto XVI dio las gracias a los Reyes por su presencia, así como a las autoridades, a los arzobispos de Santiago de Compostela y de Barcelona, al episcopado español y a todos los que han colaborado “para que este viaje culmine felizmente”.
“En Compostela –dijo- he querido unirme como un peregrino más a tantas personas de España, de Europa y de otros lugares del mundo, que llegan a la tumba del Apóstol para fortalecer su fe y recibir el perdón y la paz. Como Sucesor de Pedro, he venido además para confirmar a mis hermanos en la fe. Esa fe que en los albores del cristianismo llegó a estas tierras y se enraizó tan profundamente, que ha ido forjando el espíritu, las costumbres, el arte y la idiosincrasia de sus gentes. Preservar y fomentar ese rico patrimonio espiritual, no sólo manifiesta el amor de un país hacia su historia y su cultura, sino que es también una vía privilegiada para transmitir a las jóvenes generaciones aquellos valores fundamentales tan necesarios para edificar un futuro de convivencia armónica y solidaria”.
El Santo Padre subrayó que “los caminos que atravesaban Europa para llegar a Santiago eran muy diversos entre sí, cada uno con su lengua y sus particularidades, pero la fe era la misma. (…) Que esa fe -pidió- alcance nuevo vigor en este Continente, y se convierta en fuente de inspiración, que haga crecer la solidaridad y el servicio a todos, especialmente a los grupos humanos y a las naciones más necesitadas”.
Hablando en catalán, recordó que en Barcelona había dedicado la Basílica de la Sagrada Familia, y había visitado “una significativa institución eclesial de carácter benéfico-social. Son como dos símbolos en la Barcelona de hoy de la fecundidad de esa misma fe, que marcó también las entrañas de este pueblo y que, a través de la caridad y de la belleza del misterio de Dios, contribuye a crear una sociedad más digna del hombre. En efecto, la belleza, la santidad y el amor de Dios llevan al hombre a vivir en el mundo con esperanza”.
“Regreso a Roma -terminó- habiendo estado sólo en dos lugares de vuestra hermosa geografía. Sin embargo, con la oración y el pensamiento, he deseado abrazar a todos los españoles, sin excepción alguna, y a tantos otros que viven entre vosotros, sin haber nacido aquí. Llevo a todos en mi corazón y por todos rezo, en particular por los que sufren, y los pongo bajo el amparo materno de María Santísima, tan venerada e invocada en Galicia, en Cataluña y en los demás pueblos de España. A Ella le pido también que os alcance del Altísimo copiosos dones celestiales, que os ayuden a vivir como una sola familia, guiados por la luz de la fe. Os bendigo en el nombre del Señor. Con su ayuda, nos veremos en Madrid, el año próximo, para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud. Adiós”.
El Papa se embarcó a continuación en el avión de vuelta a Roma, donde llegó a las 21,00. Desde el aeropuerto de Ciampino se trasladó en automóvil al Vaticano, dándose así por concluido el decimoctavo viaje apostólico internacional de su pontificado.
PV-ESPAÑA/ VIS 20101108 (590)
Después de un breve saludo del Rey don Juan Carlos, el Papa pronunció su último discurso del viaje.
Benedicto XVI dio las gracias a los Reyes por su presencia, así como a las autoridades, a los arzobispos de Santiago de Compostela y de Barcelona, al episcopado español y a todos los que han colaborado “para que este viaje culmine felizmente”.
“En Compostela –dijo- he querido unirme como un peregrino más a tantas personas de España, de Europa y de otros lugares del mundo, que llegan a la tumba del Apóstol para fortalecer su fe y recibir el perdón y la paz. Como Sucesor de Pedro, he venido además para confirmar a mis hermanos en la fe. Esa fe que en los albores del cristianismo llegó a estas tierras y se enraizó tan profundamente, que ha ido forjando el espíritu, las costumbres, el arte y la idiosincrasia de sus gentes. Preservar y fomentar ese rico patrimonio espiritual, no sólo manifiesta el amor de un país hacia su historia y su cultura, sino que es también una vía privilegiada para transmitir a las jóvenes generaciones aquellos valores fundamentales tan necesarios para edificar un futuro de convivencia armónica y solidaria”.
El Santo Padre subrayó que “los caminos que atravesaban Europa para llegar a Santiago eran muy diversos entre sí, cada uno con su lengua y sus particularidades, pero la fe era la misma. (…) Que esa fe -pidió- alcance nuevo vigor en este Continente, y se convierta en fuente de inspiración, que haga crecer la solidaridad y el servicio a todos, especialmente a los grupos humanos y a las naciones más necesitadas”.
Hablando en catalán, recordó que en Barcelona había dedicado la Basílica de la Sagrada Familia, y había visitado “una significativa institución eclesial de carácter benéfico-social. Son como dos símbolos en la Barcelona de hoy de la fecundidad de esa misma fe, que marcó también las entrañas de este pueblo y que, a través de la caridad y de la belleza del misterio de Dios, contribuye a crear una sociedad más digna del hombre. En efecto, la belleza, la santidad y el amor de Dios llevan al hombre a vivir en el mundo con esperanza”.
“Regreso a Roma -terminó- habiendo estado sólo en dos lugares de vuestra hermosa geografía. Sin embargo, con la oración y el pensamiento, he deseado abrazar a todos los españoles, sin excepción alguna, y a tantos otros que viven entre vosotros, sin haber nacido aquí. Llevo a todos en mi corazón y por todos rezo, en particular por los que sufren, y los pongo bajo el amparo materno de María Santísima, tan venerada e invocada en Galicia, en Cataluña y en los demás pueblos de España. A Ella le pido también que os alcance del Altísimo copiosos dones celestiales, que os ayuden a vivir como una sola familia, guiados por la luz de la fe. Os bendigo en el nombre del Señor. Con su ayuda, nos veremos en Madrid, el año próximo, para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud. Adiós”.
El Papa se embarcó a continuación en el avión de vuelta a Roma, donde llegó a las 21,00. Desde el aeropuerto de Ciampino se trasladó en automóvil al Vaticano, dándose así por concluido el decimoctavo viaje apostólico internacional de su pontificado.
PV-ESPAÑA/ VIS 20101108 (590)
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