CIUDAD DEL VATICANO, 1 NOV 2010 (VIS).-En la solemnidad de Todos los Santos, “que nos invita a elevar la mirada al Cielo y a meditar en la plenitud de la vida divina que nos espera”, el Santo Padre rezó el Ángelus con miles de fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
“La santidad, imprimir a Cristo en uno mismo, es el objetivo de la vida del cristiano. (...) Y nosotros experimentamos con antelación el don y la belleza de la santidad cada vez que participamos en la Liturgia eucarística, en comunión con la “multitud inmensa” de los bienaventurados, que en el Cielo aclaman eternamente la salvación de Dios y del Cordero. La vida de los Santos no comprende sólo su biografía terrena, sino también su vida y actuación en Dios después de la muerte. En los santos es evidente que, quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos”.
“Consolados por esta comunión de la gran familia de los santos, mañana conmemoraremos todos los fieles difuntos”, prosiguió el Santo Padre. “La liturgia del 2 de noviembre y la piadosa costumbre de visitar los cementerios nos recuerdan que la muerte cristiana forma parte del camino de asimilación a Dios y que desaparecerá cuando Dios será todo en todos. La separación de los afectos terrenales es ciertamente dolorosa, pero no debemos temerla porque cuando está acompañada por la oración de sufragio de la Iglesia, no puede romper el lazo profundo que nos une en Cristo”.
Después de la oración mariana, el Papa habló del gravísimo atentado del 31 de octubre en la catedral siro-católica de Bagdad, que causó un gran número de muertos y heridos entre los cuales dos sacerdotes y un grupo de fieles que asistían a la misa dominical.
“Rezo por las víctimas de esta absurda violencia, que es aún más feroz ya que se ha cebado en personas inermes, reunidas en la casa de Dios, que es casa de amor y reconciliación. Expreso, además, mi afectuosa cercanía a la comunidad cristiana, que ha vuelto a ser golpeada, y aliento a todos los pastores y fieles a ser firmes en la fortaleza y la esperanza. Frente a los atroces episodios de violencia que siguen desgarrando a las poblaciones de Oriente Medio, renuevo mi apremiante llamamiento a la paz, que es un don de Dios, pero también el resultado de los esfuerzos de los hombres de buena voluntad, de las instituciones nacionales e internacionales. ¡Que todos unan sus fuerzas para que termine todo tipo de violencia!”.
ANG/ VIS 20101103 (450)
“La santidad, imprimir a Cristo en uno mismo, es el objetivo de la vida del cristiano. (...) Y nosotros experimentamos con antelación el don y la belleza de la santidad cada vez que participamos en la Liturgia eucarística, en comunión con la “multitud inmensa” de los bienaventurados, que en el Cielo aclaman eternamente la salvación de Dios y del Cordero. La vida de los Santos no comprende sólo su biografía terrena, sino también su vida y actuación en Dios después de la muerte. En los santos es evidente que, quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos”.
“Consolados por esta comunión de la gran familia de los santos, mañana conmemoraremos todos los fieles difuntos”, prosiguió el Santo Padre. “La liturgia del 2 de noviembre y la piadosa costumbre de visitar los cementerios nos recuerdan que la muerte cristiana forma parte del camino de asimilación a Dios y que desaparecerá cuando Dios será todo en todos. La separación de los afectos terrenales es ciertamente dolorosa, pero no debemos temerla porque cuando está acompañada por la oración de sufragio de la Iglesia, no puede romper el lazo profundo que nos une en Cristo”.
Después de la oración mariana, el Papa habló del gravísimo atentado del 31 de octubre en la catedral siro-católica de Bagdad, que causó un gran número de muertos y heridos entre los cuales dos sacerdotes y un grupo de fieles que asistían a la misa dominical.
“Rezo por las víctimas de esta absurda violencia, que es aún más feroz ya que se ha cebado en personas inermes, reunidas en la casa de Dios, que es casa de amor y reconciliación. Expreso, además, mi afectuosa cercanía a la comunidad cristiana, que ha vuelto a ser golpeada, y aliento a todos los pastores y fieles a ser firmes en la fortaleza y la esperanza. Frente a los atroces episodios de violencia que siguen desgarrando a las poblaciones de Oriente Medio, renuevo mi apremiante llamamiento a la paz, que es un don de Dios, pero también el resultado de los esfuerzos de los hombres de buena voluntad, de las instituciones nacionales e internacionales. ¡Que todos unan sus fuerzas para que termine todo tipo de violencia!”.
ANG/ VIS 20101103 (450)
No hay comentarios:
Publicar un comentario