CIUDAD DEL VATICANO, 29 JUL 2010 (VIS).-La Agencia Fides, el órgano de información de las Obras Misioneras Pontificias, publica hoy una carta firmada por el cardenal Ivan Dias y por el arzobispo Robert Sarah, respectivamente Prefecto y Secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, dirigida a los obispos y sacerdotes en China Continental.
“La celebración del Año Sacerdotal recientemente concluido -escribe el cardenal- me lleva a enviaros un saludo fraterno y cordial y unas palabras de aliento en el arduo empeño pastoral que lleváis a cabo como guías del rebaño que el Señor os ha confiado en esta noble nación. (...) Vuestros testimonios y mensajes que llegan a esta Congregación Misionera, nos consuelan y nos empujan a rezar con fervor para que el Señor os fortalezca cada vez más en la fe y os sostenga en vuestro esfuerzo para propagar la Buena Nueva de Jesucristo en ese amado país”.
Efectivamente porque un sacerdote es un “Alter Christus”, más aún “Ipse Christus”, debe ser un hombre de Dios y un hombre para los demás. (...) En primer lugar, hombre de Dios, es decir alguien que lleva a los seres humanos a Dios y viceversa. Por lo tanto, debe distinguirse como hombre de oración y de vida austera, profundamente enamorado de Jesús y como Juan Bautista, orgulloso de proclamar su presencia entre nosotros, especialmente en la Santa Eucaristía.
“Un sacerdote debe ser también un hombre para los demás, completamente entregado a los fieles, jóvenes y adultos, confiados a sus cuidados pastorales y a todos aquellos con los que el Señor Jesús quiso identificarse o hacia los cuales demostró benevolencia. (...) Un eclesiástico estará atento, por lo tanto, a resistir a cualquier deseo de enriquecerse con bienes materiales, o de buscar favores para sí mismo o para su familia o etnia, o a la ambición de hacer carrera en la sociedad o en la política. Todo esto es ajeno a su vocación sacerdotal y lo desvía gravemente de su misión”.
El texto se refiere después al “importante papel de un obispo o de un sacerdote como agentes de unidad en el seno a la Iglesia de Dios”, subrayando que esta tarea tiene una dimensión doble y comporta la comunión con el Papa, la piedra sobre la que Jesús edificó su Iglesia y la unión de los miembros que forman parte de ella.
“En primer lugar, comunión con el Santo Padre”, precisa el documento. “Sabemos muy bien todo lo que algunos de vosotros han sufrido en el pasado reciente a causa de su fidelidad a la Santa Sede y les rendimos homenaje. (...) La fidelidad ejemplar y el valor admirable demostrados por los católicos en China hacia la Sede de Pedro son un don precioso del Señor”.
Refiriéndose a la “otra dimensión de la unidad de los cristianos: la unión entre los miembros de la comunidad eclesial”, escribe: “Este importante reto ya lo estáis afrontando al tratar de fortalecer la unidad dentro de la misma Iglesia”.
Citando la homilía del Santo Padre del 29 de junio pasado, solemnidad de San Pedro y San Pablo, escribe: “El daño mayor lo sufre (la Iglesia) por lo que contamina la fe y la vida cristiana de sus miembros y de sus comunidades, corrompiendo la integridad del Cuerpo místico, debilitando su capacidad de profecía y de testimonio, empañando la belleza de su rostro. (…) Uno de los efectos típicos de la acción del Maligno es, precisamente, la división interna de la Comunidad eclesial. (…)La unidad de la Iglesia está enraizada en la unión con Cristo, y la causa de la unidad plena de los cristianos -que siempre se ha de buscar y renovar, de generación en generación- también está sostenida por su oración y su promesa”.
La carta concluye con una alabanza a Dios “por los esfuerzos realizados o los que se están realizando por la unidad dentro de la Iglesia, en respuesta fiel a las indicaciones dadas por el Santo Padre en la carta que dirigió el 27 de mayo de 2007, y por los resultados obtenidos hasta ahora. Que Dios bendiga vuestras iniciativas para que la unidad entre los pastores y entre sus rebaños sea cada vez más sólida en Cristo y en su Iglesia “ad maiorem Dei gloriam”.
El cardenal Dias asegura la “cercanía espiritual de Su Santidad el Papa Benedicto XVI, que con afecto paternal os bendice, junto con los que están confiados a vuestras atenciones pastorales y os invita a continuar sin miedo por el camino de la santidad, de la unidad y de la comunión, como han hecho las generaciones que os han precedido”.
CEP/ VIS 20100729 (780)
“La celebración del Año Sacerdotal recientemente concluido -escribe el cardenal- me lleva a enviaros un saludo fraterno y cordial y unas palabras de aliento en el arduo empeño pastoral que lleváis a cabo como guías del rebaño que el Señor os ha confiado en esta noble nación. (...) Vuestros testimonios y mensajes que llegan a esta Congregación Misionera, nos consuelan y nos empujan a rezar con fervor para que el Señor os fortalezca cada vez más en la fe y os sostenga en vuestro esfuerzo para propagar la Buena Nueva de Jesucristo en ese amado país”.
Efectivamente porque un sacerdote es un “Alter Christus”, más aún “Ipse Christus”, debe ser un hombre de Dios y un hombre para los demás. (...) En primer lugar, hombre de Dios, es decir alguien que lleva a los seres humanos a Dios y viceversa. Por lo tanto, debe distinguirse como hombre de oración y de vida austera, profundamente enamorado de Jesús y como Juan Bautista, orgulloso de proclamar su presencia entre nosotros, especialmente en la Santa Eucaristía.
“Un sacerdote debe ser también un hombre para los demás, completamente entregado a los fieles, jóvenes y adultos, confiados a sus cuidados pastorales y a todos aquellos con los que el Señor Jesús quiso identificarse o hacia los cuales demostró benevolencia. (...) Un eclesiástico estará atento, por lo tanto, a resistir a cualquier deseo de enriquecerse con bienes materiales, o de buscar favores para sí mismo o para su familia o etnia, o a la ambición de hacer carrera en la sociedad o en la política. Todo esto es ajeno a su vocación sacerdotal y lo desvía gravemente de su misión”.
El texto se refiere después al “importante papel de un obispo o de un sacerdote como agentes de unidad en el seno a la Iglesia de Dios”, subrayando que esta tarea tiene una dimensión doble y comporta la comunión con el Papa, la piedra sobre la que Jesús edificó su Iglesia y la unión de los miembros que forman parte de ella.
“En primer lugar, comunión con el Santo Padre”, precisa el documento. “Sabemos muy bien todo lo que algunos de vosotros han sufrido en el pasado reciente a causa de su fidelidad a la Santa Sede y les rendimos homenaje. (...) La fidelidad ejemplar y el valor admirable demostrados por los católicos en China hacia la Sede de Pedro son un don precioso del Señor”.
Refiriéndose a la “otra dimensión de la unidad de los cristianos: la unión entre los miembros de la comunidad eclesial”, escribe: “Este importante reto ya lo estáis afrontando al tratar de fortalecer la unidad dentro de la misma Iglesia”.
Citando la homilía del Santo Padre del 29 de junio pasado, solemnidad de San Pedro y San Pablo, escribe: “El daño mayor lo sufre (la Iglesia) por lo que contamina la fe y la vida cristiana de sus miembros y de sus comunidades, corrompiendo la integridad del Cuerpo místico, debilitando su capacidad de profecía y de testimonio, empañando la belleza de su rostro. (…) Uno de los efectos típicos de la acción del Maligno es, precisamente, la división interna de la Comunidad eclesial. (…)La unidad de la Iglesia está enraizada en la unión con Cristo, y la causa de la unidad plena de los cristianos -que siempre se ha de buscar y renovar, de generación en generación- también está sostenida por su oración y su promesa”.
La carta concluye con una alabanza a Dios “por los esfuerzos realizados o los que se están realizando por la unidad dentro de la Iglesia, en respuesta fiel a las indicaciones dadas por el Santo Padre en la carta que dirigió el 27 de mayo de 2007, y por los resultados obtenidos hasta ahora. Que Dios bendiga vuestras iniciativas para que la unidad entre los pastores y entre sus rebaños sea cada vez más sólida en Cristo y en su Iglesia “ad maiorem Dei gloriam”.
El cardenal Dias asegura la “cercanía espiritual de Su Santidad el Papa Benedicto XVI, que con afecto paternal os bendice, junto con los que están confiados a vuestras atenciones pastorales y os invita a continuar sin miedo por el camino de la santidad, de la unidad y de la comunión, como han hecho las generaciones que os han precedido”.
CEP/ VIS 20100729 (780)
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