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lunes, 18 de enero de 2010

JUDIOS Y CRISTIANOS COLABOREN JUNTOS ANTE RETOS ACTUALES


CIUDAD DEL VATICANO, 17 ENE 2010 (VIS).-Benedicto XVI visitó esta tarde la Sinagoga de Roma, donde fue acogido a su llegada por el Presidente de la Comunidad judía de la ciudad, Riccardo Pacifici, el presidente de las Comunidades judías italianas, Renzo Gattegna y por el Rabino jefe de Roma, Riccardo Di Segni.

  Antes de su entrada en la sinagoga, el Pontífice depositó unas flores ante las lápidas que recuerdan la deportación de 1.022 judíos, el 16 de octubre de 1943, y el atentado terrorista del 9 de octubre de 1982, en la que murió un niño judío de dos años y otras 37 personas resultaron heridas cuando salían del templo tras la oración.

  Tras los saludos de Pacifici, Gattegna y del Rabino Di Segni, el Papa comenzó su discurso, interrumpido en siete ocasiones por los aplausos de los presentes, que abarrotaban el Templo mayor judío romano.

  Benedicto XVI subrayó que el Concilio Vaticano II dio "un decisivo impulso al compromiso de recorrer un camino irrevocable de diálogo, de fraternidad y de amistad, camino que se ha profundizado y desarrollado en estos cuarenta años con pasos y gestos importantes y significativos, entre ellos la histórica visita a este lugar de mi Venerable predecesor, Juan Pablo II, el 13 de abril de 1986". Asimismo se refirió a la peregrinación que realizó a Tierra Santa en 2009 y a los encuentros en las sinagogas de Colonia y de Nueva York.

  "La Iglesia -dijo- no ha dejado de deplorar las faltas de sus hijos e hijas, pidiendo perdón por todo aquello que ha podido favorecer de cualquier modo las heridas del antisemitismo y del antijudaísmo", y exclamó: "¡Que estas heridas puedan ser curadas para siempre!".

  Hablando a continuación de la Shoah, el Santo Padre señaló que "este drama singular e impactante representa, en cualquier manera, el ápice de un camino de odio que nace cuando el hombre olvida a su Creador y se pone a sí mismo en el centro del universo".

  "El exterminio del pueblo de la Alianza de Moisés, primero anunciado y después sistemáticamente programado y realizado en Europa bajo el dominio nazi, alcanzó aquel día trágicamente también a Roma. Por desgracia, muchos permanecieron indiferentes, pero muchos, también entre los católicos italianos, sostenidos por la fe y por la enseñanza cristiana, reaccionaron con valor, abriendo los brazos para socorrer a los judíos perseguidos y fugitivos, a menudo arriesgando su propia vida, mereciendo una gratitud perenne. También la Sede Apostólica llevó a cabo una acción de socorro, a menudo oculta y discreta".

  El Papa resaltó que "la memoria de estos acontecimientos debe empujarnos a reforzar los vínculos que nos unen para que crezcan cada vez más la comprensión, el respeto y la acogida".

  Benedicto XVI recordó que tanto judíos como cristianos están iluminados por el Decálogo, "las Diez Palabras" o "Diez Mandamientos", que representan "un faro y una norma de vida en la justicia y en el amor, un "gran código" ético para toda la humanidad".

  En esta perspectiva, continuó, "hay varios campos de colaboración y de testimonio" entre ambos credos, en particular, "tres para nuestro tiempo".

  El Papa explicó que las "Diez Palabras" "exigen reconocer al único Señor, superando la tentación de construirse otros ídolos. En nuestro mundo, muchos no conocen a Dios o lo consideran superfluo, que no tiene relevancia para la vida; se han fabricado, de este modo, otros dioses nuevos, ante los que se inclina el ser humano".

  En segundo lugar, el Decálogo pide "el respeto, la protección de la vida contra toda injusticia y abuso, reconociendo el valor de toda persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios. ¡Cuántas veces, en todas las partes de la tierra, cercanas o lejanas, siguen pisoteándose la dignidad, la libertad y los derechos del ser humano!", exclamó.

  Las "Diez Palabras" exigen en tercer lugar "conservar y promover la santidad de la familia, cuyo "sí" personal y recíproco, fiel y definitivo del hombre y de la mujer, abre el espacio al futuro, a la auténtica humanidad de cada uno, y se abre, al mismo tiempo, al don de una nueva vida. Dar testimonio de que la familia sigue siendo la célula esencial de la sociedad y el contextos básico en el que se aprenden y ejercen las virtudes humanas es un servicio precioso que hay que ofrecer a la construcción de un mundo con un rostro más humano", añadió.

  El Santo Padre puso de relieve que "todos los mandamientos se resumen en el amor de Dios y en la misericordia con el prójimo, regla que compromete a judíos y cristianos a vivir, en nuestro tiempo, una generosidad especial con los pobres, las mujeres, los niños, los extranjeros, los enfermos, los débiles, los necesitados".

  "En esta dirección -afirmó- podemos dar pasos juntos, conscientes de nuestras diferencia, pero también de que si logramos unir nuestros corazones y nuestras manos para responder a la llamada del Señor, su luz se hará más cercana para iluminar a todos los pueblos de la tierra".

  Benedicto XVI señaló que "cristianos y judíos tienen buena parte de su patrimonio espiritual en común, rezan al mismo Señor, tienen las mismas raíces, pero con frecuencia se desconocen mutuamente. Respondiendo a la llamada del Señor, tenemos que trabajar para que quede siempre abierto el espacio del diálogo, del respeto recíproco, del crecimiento en la amistad, del testimonio común ante los desafíos de nuestro tiempo, que nos invitan a colaborar por el bien de la humanidad en este mundo creado por Dios, el Omnipotente y Misericordioso".

  Tras recordar que la comunidad católica y la comunidad judía conviven en Roma desde hace dos mil años, el Papa expresó el deseo de que "esta convivencia esté animada por un creciente amor fraterno, que se exprese también en una cooperación cada vez más estrecha para ofrecer una contribución válida en la solución de los problemas y de las dificultades que hay que afrontar".

  "Invoco del Señor el don precioso de la paz en todo el mundo, sobre todo en Tierra Santa. En mi peregrinación de mayo pasado, en Jerusalén, ante el Muro de las Lamentaciones, pedí a quien todo lo puede: "envía tu paz a Tierra Santa, a Oriente Medio, a toda la familia humana; mueve los corazones de todos los que invocan tu nombre para que caminen humildemente por la senda de la justicia y de la compasión", concluyó.
BXVI-VISITA SINAGOGA ROMA/.../...                    VIS 20100118 (1000)


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