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miércoles, 21 de octubre de 2009

BERNARDO DE CLARAVAL, ÚLTIMO DE LOS PADRES DE LA IGLESIA


CIUDAD DEL VATICANO, 21 OCT 2009 (VIS).-Benedicto XVI dedicó la catequesis de la audiencia general de los miércoles, celebrada en la Plaza de San Pedro, a San Bernardo de Claraval (1090-1153), conocido como el "último de los Padres" de la Iglesia, "porque en el siglo XII, una vez, más renovó y puso de relieve la gran teología de los Padres".

  Bernardo nació en  Fontaines (Francia) y a los veinte años ingresó en el monasterio de Citeaux. En 1115 fue enviado por San Esteban Harding, tercer abad de Citeaux, a fundar el monasterio de Claraval (Clairvaux), de donde fue abad. El santo implantó allí  "una vida sobria y mesurada, tanto en el refectorio como en los hábitos y edificios monásticos, recomendando además el sustentamiento y la ayuda a los pobres", dijo el Santo Padre.

  Desde Claraval, cuya comunidad era cada vez más numerosa, Bernardo mantuvo una nutrida correspondencia con personas de todo tipo y compuso además gran cantidad de sermones, sentencias y tratados. A partir de 1130 se ocupó también de graves cuestiones que afectaban a la Santa Sede y a la Iglesia. Con sus escritos combatió la herejía de los cataros, que al despreciar la materia y el cuerpo humano, despreciaban al Creador. Asimismo condenó "las cada vez más frecuentes manifestaciones de antisemitismo y defendió a los judíos".

  Los dos aspectos centrales de la doctrina del santo atañen a Jesucristo y a la Virgen María. El abad de Claraval "no aporta orientaciones nuevas en el estatuto científico de la teología. Pero, con gran decisión, configura el teólogo al contemplativo y al místico", ya que para él "el verdadero conocimiento de Dios consiste en la experiencia personal profunda de Jesucristo y de su amor".

  "Esto es válido para todos los cristianos -observó el Santo Padre-; la fe es ante todo un encuentro personal con Jesús y experimentar su cercanía, su amistad y su amor". Asimismo, el santo no duda de que "a través de María llegamos a Jesús" y documenta claramente "el puesto privilegiado de la Virgen en la economía de la salvación merced a la participación especial de la Madre en el sacrificio del Hijo".

  Las reflexiones de San Bernardo "llaman en causa, también en nuestros días, no solo a los teólogos, sino a todos los creyentes", porqué "a veces se quieren resolver las cuestiones fundamentales sobre Dios, el ser humano y el mundo, solo con la fuerza de la razón. San Bernardo, en cambio, sólidamente anclado en la Biblia y en los Padres de la Iglesia, nos recuerda que sin una fe profunda en Dios, alimentada por la oración y la contemplación, (...) nuestras reflexiones sobre los misterios divinos corren el peligro de transformarse en mero ejercicio intelectual y pierden su credibilidad".

  "La teología nos lleva a "la ciencia de los santos" -concluyó Benedicto XVI-, a su intuición de los misterios de Dios vivo, a su sabiduría, don del Espíritu Santo, que se transforman en puntos de referencia del pensamiento teológico. (...) Al final, la figura más verdadera del teólogo y de todo evangelizador es la del apóstol Juan, que apoyó su cabeza en el corazón del Maestro".
AG/BERNARDO DE CLARAVAL/...                        VIS 20091021 (520)


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