CIUDAD DEL VATICANO, 14 SEP 2008 (VIS).-A las 17,15, el Papa se encontró en el Hemiciclo Santa Bernadette de Lourdes, con los obispos franceses.
"Esta es la primera vez desde el comienzo de mi pontificado -dijo el Santo Padre al inicio de su discurso- que tengo la alegría de encontraros a todos juntos".
Benedicto XVI expresó su estima a los prelados por su "entrega personal a pesar de la magnitud de la tarea. (…) Cumplís con fidelidad y humildad la triple función que os es propia con respecto al rebaño que se os ha encomendado: enseñar, gobernar, santificar".
Refiriéndose a la catequesis, el Papa dijo que los obispos estaban convencidos de que "es de fundamental importancia para acrecentar en cada bautizado el gusto de Dios y la comprensión del sentido de la vida". En este sentido indicó que "los dos principales instrumentos que tienen a disposición: el Catecismo de la Iglesia Católica y el Catecismo de los Obispos de Francia, son valiosas bazas. Dan una síntesis armoniosa de la fe católica y permiten anunciar el Evangelio con una fidelidad correspondiente a su riqueza. La catequesis no es tanto una cuestión de método, sino de contenido".
"Una esmerada preparación de los catequistas -continuó- permitirá la transmisión íntegra de la fe, a ejemplo de san Pablo, el más grande catequista de todos los tiempos, al que miramos con admiración particularmente en este segundo milenio de su nacimiento".
Para una "tarea evangelizadora eficaz", dijo el Santo Padre, "necesitáis colaboradores. Por eso se han de alentar más que nunca las vocaciones sacerdotales y religiosas. (…) Quisiera agradecer cordialmente y alentar a todas las familias, parroquias, comunidades cristianas y movimientos de la Iglesia que son la tierra fértil que da el buen fruto de las vocaciones".
"Nunca se repetirá bastante -subrayó- que el sacerdocio es esencial para la Iglesia, por el bien mismo del laicado. Los sacerdotes son un don de Dios para la Iglesia. No pueden delegar sus funciones a los fieles en lo que se refiere a las misiones que les son propias. (…) Su vida espiritual es el fundamento de su vida apostólica. Exhortadles con dulzura a la oración cotidiana y a la celebración digna de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía y la Reconciliación".
Benedicto XVI puso de relieve que "todo sacerdote debe poder sentirse dichoso de servir a la Iglesia" y pidió que "a ejemplo del cura de Ars, hijo de vuestra tierra y patrono de todos los párrocos del mundo", recordaran "que un hombre no puede hacer nada más grande que dar a los fieles el cuerpo y la sangre de Cristo, y perdonar los pecados. Tratad de estar atentos a su formación humana, intelectual y espiritual, y a sus recursos para vivir".
Refiriéndose al culto litúrgico, afirmó que "es la expresión suprema de la vida sacerdotal y episcopal, como también de la enseñanza catequética". Y añadió: "Me he sentido impulsado a precisar en el "Motu proprio" Summorum Pontificum las condiciones para ejercer esta responsabilidad por lo que respecta a la posibilidad de utilizar tanto el misal del Beato Juan XXIII (1962) como el del Papa Pablo VI (1970). Ya se han dejado ver los frutos de estas nuevas disposiciones, y espero el necesario apaciguamiento de los espíritus que, gracias a Dios, se está produciendo. Tengo en cuenta las dificultades que encontráis, pero no me cabe la menor duda de que podéis llegar, en un tiempo razonable, a soluciones satisfactorias para todos, para que la túnica inconsútil de Cristo no se desgarre todavía más. Nadie está de más en la Iglesia. Todos, sin excepción, han de poder sentirse en ella "como en su casa", y nunca rechazados".
El Papa mencionó otro "problema particularmente urgente que aparece en todas partes: la situación de la familia". En este sentido afirmó que "el matrimonio y la familia se enfrentan ahora a verdaderas borrascas. (…) Desde hace algunas décadas, las leyes han relativizado en diferentes países su naturaleza de célula primordial de la sociedad. A menudo, las leyes buscan acomodarse más a las costumbres y a las reivindicaciones de personas o de grupos particulares que a promover el bien común de la sociedad".
"La unión estable entre un hombre y una mujer, ordenada a construir una felicidad terrenal, con el nacimiento de los hijos dados por Dios, ya no es, en la mente de algunos, el modelo al que se refiere el compromiso conyugal. Sin embargo, la experiencia enseña que la familia es el pedestal sobre el que descansa toda la sociedad. Además, el cristiano sabe que la familia es también la célula viva de la Iglesia. Cuanto más impregnada esté la familia del espíritu y de los valores del Evangelio, tanto más la Iglesia misma se enriquecerá y responderá mejor a su vocación".
El Santo Padre habló a continuación de "una cuestión particularmente dolorosa: la de los divorciados y vueltos a casar" y subrayó que "la Iglesia, que no puede oponerse a la voluntad de Cristo, mantiene con firmeza el principio de la indisolubilidad del matrimonio, rodeando siempre del mayor afecto a quienes, por los más variados motivos, no llegan a respetarla. No se pueden aceptar, pues, las iniciativas que tienden a bendecir las uniones ilegítimas".
Refiriéndose a los jóvenes, recordó que durante su primer viaje a Francia, Juan Pablo II les transmitió "un mensaje que no ha perdido nada de su actualidad, y que fue acogido entonces con un fervor inolvidable. "La permisividad moral no hace feliz al hombre". (…) Ruego al Espíritu Santo que hable al corazón de todos los fieles y, en general, al de todos vuestros compatriotas, para darles -o hacerles ver- el gusto de llevar una vida según los criterios de una felicidad verdadera".
Benedicto XVI afirmó a continuación que "resaltar las raíces cristianas de Francia permitirá a cada uno de los habitantes de este país comprender mejor de dónde viene y adónde va. Por tanto, en el marco institucional vigente y con el máximo respeto por las leyes en vigor, habrá que encontrar una nueva manera de interpretar y vivir en lo cotidiano los valores fundamentales sobre los que se ha edificado la identidad de la Nación. Vuestro Presidente -recordó a los prelados- ha hecho alusión a esta posibilidad".
En este contexto, afirmó que "la Iglesia no reivindica el puesto del Estado. No quiere sustituirle. La Iglesia es una sociedad basada en convicciones, que se sabe responsable de todos y no puede limitarse a sí misma. Habla con libertad y dialoga con la misma libertad con el deseo de alcanzar la libertad común. (…) Gracias a una sana colaboración entre la comunidad política y la Iglesia, realizada con la conciencia y el respeto de la independencia y de la autonomía de cada una en su propio campo, se lleva a cabo un servicio al ser humano con miras a su pleno desarrollo personal y social".
El Santo Padre dijo que "el objetivo del diálogo ecuménico e interreligioso (…) es la búsqueda y la profundización de la Verdad. (…) Construir puentes entre las grandes tradiciones eclesiales cristianas y el diálogo con otras tradiciones religiosas, exige un esfuerzo real de conocimiento recíproco, porque la ignorancia destruye más que construye. (...) Ciertamente, hemos de seguir con atención las diversas iniciativas emprendidas y discernir las que favorecen el conocimiento y el respeto recíproco, así como la promoción del diálogo, y evitar las que llevan a callejones sin salida. No basta la buena voluntad. Creo que es bueno comenzar por escuchar, pasar después a la discusión teológica, para llegar finalmente al testimonio y al anuncio de la misma fe".
El Papa terminó su discurso haciendo hincapié en la importancia de "lograr una auténtica liberación espiritual", explicando que el ser humano "necesita siempre verse libre de sus temores y de sus pecados. El hombre debe aprender constantemente que Dios no es su enemigo, sino su Creador lleno de bondad. Necesita saber que su vida tiene un sentido y que, al final de su recorrido sobre la tierra, le espera participar por siempre en la gloria de Cristo en el cielo. Vuestra misión es llevar a la porción del Pueblo de Dios confiada a vuestro cuidado al reconocimiento de este final glorioso".
PV-FRANCIA/OBISPOS/LOURDES VIS 20080915 (1300)
"Esta es la primera vez desde el comienzo de mi pontificado -dijo el Santo Padre al inicio de su discurso- que tengo la alegría de encontraros a todos juntos".
Benedicto XVI expresó su estima a los prelados por su "entrega personal a pesar de la magnitud de la tarea. (…) Cumplís con fidelidad y humildad la triple función que os es propia con respecto al rebaño que se os ha encomendado: enseñar, gobernar, santificar".
Refiriéndose a la catequesis, el Papa dijo que los obispos estaban convencidos de que "es de fundamental importancia para acrecentar en cada bautizado el gusto de Dios y la comprensión del sentido de la vida". En este sentido indicó que "los dos principales instrumentos que tienen a disposición: el Catecismo de la Iglesia Católica y el Catecismo de los Obispos de Francia, son valiosas bazas. Dan una síntesis armoniosa de la fe católica y permiten anunciar el Evangelio con una fidelidad correspondiente a su riqueza. La catequesis no es tanto una cuestión de método, sino de contenido".
"Una esmerada preparación de los catequistas -continuó- permitirá la transmisión íntegra de la fe, a ejemplo de san Pablo, el más grande catequista de todos los tiempos, al que miramos con admiración particularmente en este segundo milenio de su nacimiento".
Para una "tarea evangelizadora eficaz", dijo el Santo Padre, "necesitáis colaboradores. Por eso se han de alentar más que nunca las vocaciones sacerdotales y religiosas. (…) Quisiera agradecer cordialmente y alentar a todas las familias, parroquias, comunidades cristianas y movimientos de la Iglesia que son la tierra fértil que da el buen fruto de las vocaciones".
"Nunca se repetirá bastante -subrayó- que el sacerdocio es esencial para la Iglesia, por el bien mismo del laicado. Los sacerdotes son un don de Dios para la Iglesia. No pueden delegar sus funciones a los fieles en lo que se refiere a las misiones que les son propias. (…) Su vida espiritual es el fundamento de su vida apostólica. Exhortadles con dulzura a la oración cotidiana y a la celebración digna de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía y la Reconciliación".
Benedicto XVI puso de relieve que "todo sacerdote debe poder sentirse dichoso de servir a la Iglesia" y pidió que "a ejemplo del cura de Ars, hijo de vuestra tierra y patrono de todos los párrocos del mundo", recordaran "que un hombre no puede hacer nada más grande que dar a los fieles el cuerpo y la sangre de Cristo, y perdonar los pecados. Tratad de estar atentos a su formación humana, intelectual y espiritual, y a sus recursos para vivir".
Refiriéndose al culto litúrgico, afirmó que "es la expresión suprema de la vida sacerdotal y episcopal, como también de la enseñanza catequética". Y añadió: "Me he sentido impulsado a precisar en el "Motu proprio" Summorum Pontificum las condiciones para ejercer esta responsabilidad por lo que respecta a la posibilidad de utilizar tanto el misal del Beato Juan XXIII (1962) como el del Papa Pablo VI (1970). Ya se han dejado ver los frutos de estas nuevas disposiciones, y espero el necesario apaciguamiento de los espíritus que, gracias a Dios, se está produciendo. Tengo en cuenta las dificultades que encontráis, pero no me cabe la menor duda de que podéis llegar, en un tiempo razonable, a soluciones satisfactorias para todos, para que la túnica inconsútil de Cristo no se desgarre todavía más. Nadie está de más en la Iglesia. Todos, sin excepción, han de poder sentirse en ella "como en su casa", y nunca rechazados".
El Papa mencionó otro "problema particularmente urgente que aparece en todas partes: la situación de la familia". En este sentido afirmó que "el matrimonio y la familia se enfrentan ahora a verdaderas borrascas. (…) Desde hace algunas décadas, las leyes han relativizado en diferentes países su naturaleza de célula primordial de la sociedad. A menudo, las leyes buscan acomodarse más a las costumbres y a las reivindicaciones de personas o de grupos particulares que a promover el bien común de la sociedad".
"La unión estable entre un hombre y una mujer, ordenada a construir una felicidad terrenal, con el nacimiento de los hijos dados por Dios, ya no es, en la mente de algunos, el modelo al que se refiere el compromiso conyugal. Sin embargo, la experiencia enseña que la familia es el pedestal sobre el que descansa toda la sociedad. Además, el cristiano sabe que la familia es también la célula viva de la Iglesia. Cuanto más impregnada esté la familia del espíritu y de los valores del Evangelio, tanto más la Iglesia misma se enriquecerá y responderá mejor a su vocación".
El Santo Padre habló a continuación de "una cuestión particularmente dolorosa: la de los divorciados y vueltos a casar" y subrayó que "la Iglesia, que no puede oponerse a la voluntad de Cristo, mantiene con firmeza el principio de la indisolubilidad del matrimonio, rodeando siempre del mayor afecto a quienes, por los más variados motivos, no llegan a respetarla. No se pueden aceptar, pues, las iniciativas que tienden a bendecir las uniones ilegítimas".
Refiriéndose a los jóvenes, recordó que durante su primer viaje a Francia, Juan Pablo II les transmitió "un mensaje que no ha perdido nada de su actualidad, y que fue acogido entonces con un fervor inolvidable. "La permisividad moral no hace feliz al hombre". (…) Ruego al Espíritu Santo que hable al corazón de todos los fieles y, en general, al de todos vuestros compatriotas, para darles -o hacerles ver- el gusto de llevar una vida según los criterios de una felicidad verdadera".
Benedicto XVI afirmó a continuación que "resaltar las raíces cristianas de Francia permitirá a cada uno de los habitantes de este país comprender mejor de dónde viene y adónde va. Por tanto, en el marco institucional vigente y con el máximo respeto por las leyes en vigor, habrá que encontrar una nueva manera de interpretar y vivir en lo cotidiano los valores fundamentales sobre los que se ha edificado la identidad de la Nación. Vuestro Presidente -recordó a los prelados- ha hecho alusión a esta posibilidad".
En este contexto, afirmó que "la Iglesia no reivindica el puesto del Estado. No quiere sustituirle. La Iglesia es una sociedad basada en convicciones, que se sabe responsable de todos y no puede limitarse a sí misma. Habla con libertad y dialoga con la misma libertad con el deseo de alcanzar la libertad común. (…) Gracias a una sana colaboración entre la comunidad política y la Iglesia, realizada con la conciencia y el respeto de la independencia y de la autonomía de cada una en su propio campo, se lleva a cabo un servicio al ser humano con miras a su pleno desarrollo personal y social".
El Santo Padre dijo que "el objetivo del diálogo ecuménico e interreligioso (…) es la búsqueda y la profundización de la Verdad. (…) Construir puentes entre las grandes tradiciones eclesiales cristianas y el diálogo con otras tradiciones religiosas, exige un esfuerzo real de conocimiento recíproco, porque la ignorancia destruye más que construye. (...) Ciertamente, hemos de seguir con atención las diversas iniciativas emprendidas y discernir las que favorecen el conocimiento y el respeto recíproco, así como la promoción del diálogo, y evitar las que llevan a callejones sin salida. No basta la buena voluntad. Creo que es bueno comenzar por escuchar, pasar después a la discusión teológica, para llegar finalmente al testimonio y al anuncio de la misma fe".
El Papa terminó su discurso haciendo hincapié en la importancia de "lograr una auténtica liberación espiritual", explicando que el ser humano "necesita siempre verse libre de sus temores y de sus pecados. El hombre debe aprender constantemente que Dios no es su enemigo, sino su Creador lleno de bondad. Necesita saber que su vida tiene un sentido y que, al final de su recorrido sobre la tierra, le espera participar por siempre en la gloria de Cristo en el cielo. Vuestra misión es llevar a la porción del Pueblo de Dios confiada a vuestro cuidado al reconocimiento de este final glorioso".
PV-FRANCIA/OBISPOS/LOURDES VIS 20080915 (1300)
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