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jueves, 24 de enero de 2002

"LAS TINIEBLAS NO SE DISIPAN CON LAS ARMAS SINO CON LA LUZ"


CIUDAD DEL VATICANO, 24 ENE 2002 (VIS) - Después del saludo del Papa a los representantes de las diferentes religiones que participan en la Jornada de Oración por la Paz en Asís (Italia), el cardenal François-Xavier Nguyên Van Thuan, presidente del Pontificio Consejo "Justicia y Paz", leyó unas breves palabras para introducir el acto de los Testimonios por la Paz.

  Los diversos delegados leyeron también en varias lenguas un discurso-testimonio en favor de la paz, intercalado con música.

  A continuación, el Papa leyó su discurso, del que ofrecemos extractos.

  "Hemos venido a Asís en peregrinación de paz. Estamos aquí, como representantes de las diversas religiones para interrogarnos frente a Dios sobre nuestro compromiso por la paz, para pedirle el don, para dar testimonio de nuestra aspiración común hacia un mundo más justo y solidario.

  "Las tinieblas no se disipan con las armas; las tinieblas se alejan encendiendo faros de luz. Hace unos días recordaba al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede que el odio se vence solo con el amor".

  "Queremos ofrecer nuestra aportación para alejar las nubes del terrorismo, del odio de los conflictos armados, nubes que en estos últimos meses se han adensado particularmente en el horizonte de la humanidad. Por eso, queremos escucharnos unos a otros: esto es ya, así lo sentimos, un signo de paz. En esto ya hay una respuesta a los inquietantes interrogantes que nos preocupan. Ya nos sirve para disipar las nieblas de la sospecha y la incomprensión".

  "Nos encontramos en Asís, donde todo habla de un singular profeta de la paz, llamado Francisco, a quien aman no solo los cristianos, sino tantos otros creyentes y gentes que, aunque alejadas de la religión, se reconocen en los ideales de justicia, de reconciliación y de paz que fueron suyos".

  "Aquí el 'Poverello' de Asís nos invita antes que nada a elevar un canto de gratitud a Dios por todos sus dones: la belleza del cosmos y la tierra, (...) el don de la vida. (...) La vida está especialmente confiada en todas sus formas a la responsabilidad de los seres humanos".

  "Cada día constatamos con maravilla renovada la variedad con la que se manifiesta la vida humana, a partir de la polaridad masculina y femenina, hasta una multiplicidad de dones característicos, propios de las diversas culturas y religiones, que forman un cosmos lingístico, cultural y artístico poliédrico. Es una multiplicidad llamada a integrarse en la confrontación y el diálogo para el enriquecimiento y la alegría de todos".

  "La historia ha conocido y sigue conociendo a hombres y mujeres (...) testigos de paz. Con su ejemplo nos enseñan que es posible construir entre los individuos y los pueblos puentes para encontrarse y caminar juntos por el camino de la paz".

  "¡La paz! La humanidad necesita siempre paz, pero hoy la necesita aún más, tras los trágicos sucesos que han sacudido su confianza y en presencia de los focos persistentes de conflictos desgarradores que provocan aprensión en el mundo. En el Mensaje del 1 de enero pasado, puse el acento en los dos 'pilares' en los que se asienta la paz: el compromiso por la justicia y la disponibilidad al perdón".

  "Justicia, en primer lugar, porque no puede haber paz verdadera si no en el respeto de la dignidad de las personas y los pueblos. (...) No se puede olvidar que situaciones de opresión y marginación se encuentran a menudo en la base de las manifestaciones de violencia y terrorismo. Y después, también  perdón, porque la justicia humana está expuesta a la fragilidad y a los límites de los egoísmos individuales y de grupo".

  "El contexto del encuentro actual, es decir el del diálogo con Dios, nos ofrece la oportunidad de reafirmar que en Dios encontramos la unión eminente de la justicia y la misericordia. (...) Por eso las religiones están al servicio de la paz. Les pertenece y sobre todo pertenece a sus líderes, la tarea de difundir entre los hombres de nuestro tiempo una conciencia renovada de la urgencia de construir la paz".

  "Lo reconocieron así los participantes de la asamblea religiosa celebrada en el Vaticano en octubre de 1999 cuando afirmaron que las tradiciones religiosas poseen los recursos necesarios para superar la fragmentación y para favorecer la amistad recíproca y el respeto entre los pueblos".

  "Por lo tanto es un deber que las personas y las comunidades religiosas manifiesten el repudio de la violencia de la forma más neta y radical, de toda violencia, a partir de aquella que pretende disfrazarse de religiosidad, apel ndose incluso al nombre sacrosanto de Dios para ofender al ser humano. La ofensa al ser humano es, en definitiva, ofensa a Dios. No hay finalidad religiosa que pueda justificar la violencia del hombre sobre el hombre".

  "Me dirijo en particular ahora a vosotros, hermanos y hermanas cristianos. Nuestro maestro y señor Jesucristo nos llama a ser apóstoles de paz. El hizo suya la regla de oro, conocida por la antigua sabiduría: 'Por tanto, todo cuanto queréis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos'".

  "Hermanos y hermanas llegados aquí de todas las partes del mundo. (...) Pidamos que podamos reconocer el camino de la paz, de las justas relaciones con Dios y entre nosotros. (...) Unico es el propósito e igual la intención, pero rezaremos según formas diversas, respetando las tradiciones religiosas de los otros. También esto es, en el fondo, un mensaje: queremos mostrar al mundo que el impulso sincero de la oración no lleva a la contraposición y todavía menos al desprecio del otro, sino al contrario a un diálogo constructivo, en el que cada uno, sin abandonarse de alguna forma al relativismo ni al sincretismo, adquiere una conciencia más viva del deber del testimonio del anuncio".

  "Es hora de superar con decisión aquellas tentaciones de hostilidad que tampoco han faltado en la historia religiosa de la humanidad. En realidad, cuando se apelan a las religiones, muestran un rostro profundamente inmaduro. El sentimiento religioso genuino lleva de hecho a percibir de alguna manera el misterio de Dios, fuente de la bondad, y esto constituye una fuente de respeto y de armonía entre los pueblos: en él, reside el antídoto principal contra la violencia y los conflictos".
 
  Al final, el Papa refiriéndose al viento que sopló constantemente durante el acto, recordó la frase bíblica "El Espíritu sopla donde quiere", y pidió que ese mismo Espíritu acompañase en el camino a todas las personas que habían rezado por la paz en Asís.
 
  Terminada esta primera parte de la Jornada de Oración, el Papa invitó a todos a dirigirse a los lugares designados para rezar por la paz. Juan Pablo II y las delegaciones de los cristianos, que componían el grupo más numeroso, fueron a la Basílica inferior.

  Una vez que la procesión formada por el Papa y los representantes de las Iglesias y Comunidades eclesiales llegó al altar, tuvo lugar la incensación del Libro de los Evangelios. Entonces el Santo Padre introdujo la celebración. Un representante proclamó desde el ambón un texto bíblico. Después de recitar tres oraciones por la paz intercaladas por breves momentos de silencio, el Papa entonó el Padrenuestro que todos cantaron. Mientras la asamblea abandonaba la basílica el coro interpretó una pieza musical.

  M s tarde, el Papa y los representantes de las diferentes religiones se dirigieron al refectorio del Convento de San Francisco de Asís para el almuerzo, mientras las delegaciones fueron a otros lugares del mismo Convento.

  Según el programa de la Jornada, a las 15,30, en la Plaza Inferior de San Francisco, diez representantes leerán textos en diferentes lenguas en los que pondr n de manifiesto su compromiso común por la paz. A continuación, el Santo Padre exclamar : ¡Nunca más violencia; nunca más guerra; nunca más terrorismo; En nombre de Dios, que todas las religiones lleven a la tierra justicia y paz, perdón y vida, amor!". Entonces, el Papa seguido por cada uno de los representantes se aproximar  al palco central y encender  un cirio que colocar  en un candelabro como símbolo del compromiso. El Santo Padre intercambiará un signo de paz y de comunión con todos los representantes y pronunciará unas breves palabras de despedida.

  Antes de tomar el tren de regreso al Vaticano junto con todos los delegados, Juan Pablo II saludará brevemente a las religiosas en la Basílica de Santa Clara y a los frailes menores en la Basílica de Santa Maria de los Angeles.

  Está previsto que el tren de la paz llegue a la estación de la Ciudad del Vaticano a las 19,45.

...;JORNADA ORACION PAZ;...;ASIS    ;VIS;20020124;1330;

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