Ciudad
del Vaticano, 17 de junio de 2015 (Vis).-El luto en la familia por la
muerte de alguno de sus miembros ha sido el tema de la catequesis del
Papa Francisco durante la audiencia general de este miércoles en la
Plaza de San Pedro a la que han asistido más de quince mil personas.
''La
muerte es una experiencia que afecta a todas las familias, sin
excepción. Es parte de la vida; sin embargo, cuando toca a alguno de
los nuestros, nunca parece natural. Para los padres -dijo
Francisco- la pérdida de un hijo o una hija ...es una bofetada a las
promesas, a los dones, a los sacrificios que se hicieron con alegría
por quienes se dio a luz. Toda la familia se queda anonadada, muda. Y
algo parecido sufre también el niño que se queda solo, por la
pérdida de alguno de sus padres, o de los dos. El precipicio del
abandono que se abre en él es todavía más angustioso porque no
tiene ni siquiera la experiencia para "dar un nombre" a lo
sucedido. En estos casos la muerte es como un agujero negro que se
abre en la vida de las familias y no sabemos darle ninguna
explicación. Y a veces llegamos a echarle la culpa a Dios''.
''¡Cuántos -y yo los entiendo-
añadió el Santo Padre- se enfadan con Dios, blasfeman:''¿Por qué
me has quitado a mi hijo, a mi hija?'' ''¡No hay Dios, Dios no
existe! ¿Por qué me ha hecho ésto?!'' Pero esa rabia es la que
sale del corazón por un dolor tan grande; la pérdida de un hijo, de
una hija, del padre o la madre es un dolor enorme...En esos casos, la
muerte es casi como un agujero''.
Pero
la muerte física, advirtió el Pontífice ''tiene "cómplices"
que son todavía peores que ella y se llaman odio, envidia,
orgullo, avaricia. Es decir, el pecado del mundo que trabaja para
la muerte y la hace todavía más dolorosa e injusta. Los afectos
familiares aparecen como las víctimas predestinadas e inermes de
estas potencias auxiliares de la muerte, que acompañan a la historia
del hombre. Pensemos en la "normalidad" absurda con la que,
en ciertos momentos y en ciertos lugares, los eventos que añaden
horror a la muerte están causados por el odio y la indiferencia
hacia los demás seres humanos. ¡ Que el Señor nos libre de
acostumbrarnos a ello!''.
Gracias
a la compasión que Dios nos dió en Jesús ''muchas familias
demuestran con hechos que la muerte no tiene la última
palabra...Cada vez que la familia en luto – incluso en lutos
terribles - encuentra la fuerza de mantener la fe y el amor que nos
une a los que amamos impide, ya desde ahora, a la muerte que se
lleve todo. Hay que hacer frente a la oscuridad de la muerte con una
labor más intensa del amor. A la luz de la Resurrección del Señor,
que no abandona a ninguno de los que el Padre le ha confiado, podemos
quitar a la muerte su "aguijón", como dice el apóstol
Pablo; podemos impedirle que nos envenene la vida, que anule
nuestros afectos, que nos haga caer en el vacío más oscuro. En
esta fe, podemos consolarnos unos a otros, sabiendo que el Señor ha
vencido a la muerte de una vez por todas. Nuestros seres queridos no
han desaparecido en la oscuridad de la nada: la esperanza nos asegura
de que están en las manos buenas y fuertes de Dios. El amor es más
fuerte que la muerte''.Si nos dejamos sostener por esta fe, ''la
experiencia del luto puede generar una solidaridad más fuerte que
los lazos familiares, una nueva apertura al dolor de las otras
familias, una nueva fraternidad con las familias que nacen y renacen
en la esperanza.''.
Nacer
y renacer en la esperanza, es lo que nos da la fe, reiteró
Francisco, recordando que cuando en el relato evangélico Jesús
resucita al hijo de la viuda, lo restituye a su madre. ''Esa es
nuestra esperanza -exclamó- Jesús nos restituirá a todos nuestros
seres queridos que se han ido, nos los restituirá y volveremos a
estar con ellos. Tenemos que acordarnos de ese gesto de Jesús...
porque así hará el Señor con los seres queridos de nuestra
familia. Esta fe nos protege de la visión nihilista de
la muerte, así como de los falsos consuelos del mundo, para que la
verdad cristiana "no corra el peligro de mezclarse con
mitologías de vario tipo, cediendo a los ritos de la superstición,
antigua o moderna''.
El
Papa instó al final a todos los pastores y a todos los cristianos
a expresar de forma más concreta el sentido de la fe ante el luto en
la familia. ''No hay que negar el derecho a llorar -advirtió- Jesús
también "se echó a llorar" y se "conmovió
profundamente" por el grave luto de una familia que amaba. Nos
puede ayudar también el testimonio sencillo y fuerte de tantas
familias que ,en el durísimo pasaje de la muerte han sido capaces de
captar también el paso seguro del Señor, crucificado y resucitado,
con su promesa irrevocable de la resurrección de los muertos. La
obra del amor de Dios es más fuerte que la labor de la muerte. Y de
ese amor tenemos que ser ''cómplices''... con nuestra fe... La
muerte ha sido derrotada por la cruz de Jesús. Jesús nos restituirá
a todos a la familia''.
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