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lunes, 28 de julio de 2014

LA PRIMACÍA DEL REINO DE DIOS Y EL CORAJE DE DECIR NO AL MAL

Ciudad del Vaticano, 27 de julio de 2014 (VIS).-Más de doscientas mil personas asistieron
ayer tarde a las 18,00 a la misa celebrada por el Santo Padre en la plaza ante el Palacio Real de Caserta.

El Papa habló en su homilía del ''reino de los cielos'', partiendo de las parábolas del tesoro escondido y de la perla preciosa. En la primera el ''reino'' es similar a un tesoro escondido en un campo que el labrador que lo encuentra vuelve a esconder y lleno de alegría, vende todo lo que tiene y compra esa tierra. En la segunda es semejante a un mercader busca perlas finas, y al encontrar una de gran valor vende todo lo que tiene y la compra.

El labrador y el mercader, explicó Francisco, están unidos por un sentimiento común, la sorpresa y la alegría de haber encontrado el cumplimiento de todo deseo y, a través de estas dos parábolas, ''con palabras sencillas que todos podían entender'' Jesús enseña lo que es el reino de los cielos, como se encuentra y qué hay que hacer para poseerlo.

Ahora bien, Jesús no se preocupa en explicar que es ''el reino', aunque lo anuncie desde el comienzo de su Evangelio. Sin embargo, no lo muestra directamente, sino siempre de reflejo.''Prefiere darlo a entender, con parábolas y semejanzas -señaló el pontífice- especialmente mediante la revelación de sus efectos: el reino de los cielos es capaz de cambiar el mundo, como la levadura escondida en la masa''. Y ambas parábolas nos hacen entender que ''el reino de Dios está presente en la persona misma de Jesús, Él es el tesoro escondido y la perla de gran valor. Se entiende la alegría del agricultor y la del mercader: ¡han encontrado! Es la alegría de cada uno de nosotros cuando descubrimos la proximidad y la presencia de Jesús en nuestras vidas. Una presencia que transforma la existencia y nos hace sensibles a las necesidades de los hermanos; una presencia que nos invita a acoger recíprocamente cualquier otra presencia, incluida la del extranjero y el inmigrante''.

Para encontrar el reino de Dios cada uno de nosotros tiene un camino particular. Algunos lo esperan y lo buscan desde hace tiempo, como es el caso del mercader; otros lo descubren de repente, como el labrador. ''Esto nos recuerda- subrayó el Papa- que Dios se deja encontrar siempre, porque es el primero que quiere encontrarnos... Vino para ser "Dios con nosotros." Es Él quien nos busca y se deja encontrar también por los que no le buscan... a veces en lugares insólitos y tiempos inesperados. Cuando se encuentra a Jesús, nos sentimos fascinados, conquistados, y es una alegría salir de nuestro modo habitual de vida, a veces árido y apático para abrazar el Evangelio, para ser guiados por la nueva lógica del amor''.

Jesús es muy claro por cuánto se refiere a la posesión del ''reino'', no bastan el entusiasmo y la alegría del descubrimiento. ''Hay que anteponer la perla preciosa del reino a todos los demás bienes terrenales; hay poner a Dios en el primer lugar de nuestras vidas. Dar primacía a Dios significa tener el coraje de decir no al mal, a la violencia, a la opresión, para vivir una vida de servicio a los demás y en favor de la ley y el bien común... El que se hace amigo de Dios, ama a sus hermanos, se compromete a salvaguardar sus vidas y su salud respetando también el medio ambiente y la naturaleza. Esto -recalcó Francisco- es particularmente importante en vuestra hermosa tierra que necesita ser protegida y preservada, necesita que tengáis el coraje de decir no a cualquier forma de corrupción y de ilegalidad - y todos sabemos el nombre de estas formas de corrupción y de ilegalidad- necesita que todos sean servidores de la verdad y que asuman en cualquier situación el estilo de vida evangélico que se manifiesta en el don de sí mismo y en la atención a los pobres y a los excluidos''.

Al final, el Papa habló de la festividad de la patrona de Caserta, santa Ana, que había congregado en la plaza a los diversos componentes de la comunidad diocesana, con su obispo,a las autoridades civiles y a los representantes de diversas realidades sociales. ''Me gustaría animar a todos a vivir la fiesta de la patrona libres de ideas preconcebidas- dijo- como expresión pura de la fe de un pueblo que se reconoce familia de Dios y fortalece los lazos de hermandad y solidaridad. Quizás santa Ana escuchó a su hija María proclamar las palabras del Magnificat: "Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes, sació de bien a los hambrientos''. ¡Que ella os ayude a buscar el único tesoro, Jesús, y os enseñe a descubrir los criterios de la acción de Dios; Él trastoca los juicios del mundo, viene al rescate de los pobres y de los pequeños y llena de bienes a los humildes, que le confían su existencia. Tened esperanza, la esperanza no defrauda . Y a mi me gusta repetiros: No os dejéis robar la esperanza''.

Después de la misa y antes de la bendición final, Francisco dio las gracias a todos por su calurosa acogida que hizo extensiva al cardenal arzobispo de Nápoles ,Crescenzio Sepe, ''He oído -dijo- que a lo mejor los napolitanos están algo celosos de mi visita aquí, pero quiero decirles que seguramente este año iré a verlos también a ellos''.

Terminada la celebración eucarística, el Papa se trasladó al aeropuerto de la Aeronáutica Militar y desde allí regresó en helicóptero a Roma.

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