Ciudad
del Vaticano, 27 abril 2014
(VIS).Medio millón de personas
han asistido hoy en la Plaza de San Pedro a la ceremonia de
canonización de los ''dos Papas Santos'': Juan XXIII y Juan Pablo
II, a las que hay que sumar las
trescientas mil que han visto la ceremonia en las pantallas gigantes
distribuidas en la ciudad de Roma. Ya desde las cinco de la
mañana, hora de la apertura , la Plaza y sus alrededores estaban
repletas de peregrinos procedentes de todo el mundo, si bien los
procedentes de Polonia representaban uno de los grupos más
numerosos. A ellos se han sumado las delegaciones oficiales de más
de 100 países, más de veinte Jefes de Estado y numerosas
personalidades del mundo de la política y la cultura. Estaban
presentes, entre otros, los Reyes de España, Don Juan Carlos y Doña
Sofía, el rey Alberto II y la reina Paola de Bélgica, el Príncipe
Hans -Adam II de Lichtenstein, el Gran Duque Henry de Luxemburgo, el
ex presidente de la República de Polonia, Lech Walesa, el
Presidente del Parlamento Argentino Julíán Dominguez y los
Presidentes de la Unión Europea Hernan Van Rompuy y de la Comisión
Europea, José Manuel Barroso. Las
dos protagonistas de los milagros de Juan Pablo II, Sor Adele
Labianca y Floribeth Mora Díaz, también han tomado parte en la
celebración.
Los
tapices con los retratos de los dos Papas - los mismos utilizados
para las respectivas beatificaciones- presidian la portada de la
basílica mientras en la Plaza, adornada con más de 30.000 rosas
procedentes de Ecuador, y en la Vía de la Conciliación cientos de
miles de fieles se preparaban para la celebración rezando la corona
del rosario de la Divina Misericordia, intercalada con textos del
magisterio de ambos pontífices y precedida por el Himno al beato
Juan XXIII ''Pastor bueno de la grey de Cristo''. El rezo ha
finalizado con el Himno al beato Juan Pablo II ''Abrid las puertas a
Cristo''.
Bajo
una lluvia intermitente y mientras se rezaban las letanías invocando
la protección de los santos ha comenzado la procesión de los
cardenales y obispos concelebrantes que antes de ocupar sus puestos
han saludado al Papa emérito Benedicto XVI , el cual ha
concelebrado también con el Santo Padre. Pocos minutos después de
las diez, el Papa Francisco ha efectuado su ingreso en la Plaza y
antes de proceder al rito de la proclamación de los nuevos santos,
se ha dirigido al Papa emérito para abrazarlo.
Instantes
después el cardenal Angelo Amato, S.D.B., Prefecto de la
Congregación para las Causas de los Santos, acompañado de los
postuladores ha solicitado al Papa Francisco que inscribiera el
nombre de los dos Papas beatos en el Catálogo de los Santos y el
Santo Padre ha pronunciado la fórmula de canonización :
''En
honor a la Santísima Trinidad,
para
exaltación de la fe católica
y
crecimiento de la vida cristiana,
con
la autoridad de nuestro Señor Jesucristo,
de
los Santos Apóstoles Pedro y Pablo
y
la Nuestra,
después
de haber reflexionado largamente,
invocando
muchas veces la ayuda divina
y
oído el parecer
de
numerosos hermanos en el episcopado,
declaramos
y definimos Santos
a
los Beatos
Juan
XXIII
y
Juan Pablo II
y
los inscribimos en el Catálogo de los Santos,
y
establecemos que en toda la Iglesia
sean
devotamente honrados entre los Santos.
En
el nombre del Padre y del Hijo
Y
del Espíritu Santo
Amén''.
A
continuación han sido presentados al Papa los relicarios de los
nuevos santos, que han permanecido expuestos en el altar durante la
celebración: el de Juan Pablo II, contiene una ampolla con su sangre
y es el mismo mostrado el 1 de mayo de 2011 mientras para Juan XXIII
se ha fabricado uno gemelo ya que durante su beatificación, el 3 de
septiembre del año 2000, su cuerpo todavía no había sido exhumado.
Después de la
proclamación del Evangelio, el Santo Padre ha pronunciado una
homilía en la que definió a San Juan XXIII como ''el Papa de la
docilidad al Espíritu Santo'' y a San Juan Pablo II como ''el Papa
de la Familia'' , habiendo recordado antes que ''en el centro de este
domingo, con el que se termina la octava de pascua, y que Juan Pablo
II quiso dedicar a la Divina Misericordia, están las llagas
gloriosas de Cristo resucitado''.
''Él
-ha dicho- ya las enseñó la primera vez que se apareció a los
apóstoles la misma tarde del primer día de la semana, el día de la
resurrección. Pero Tomás aquella tarde no estaba; y, cuando los
demás le dijeron que habían visto al Señor, respondió que,
mientras no viera y tocara aquellas llagas, no lo creería. Ocho días
después, Jesús se apareció de nuevo en el cenáculo, en medio de
los discípulos, y Tomás también estaba; se dirigió a él y lo
invitó a tocar sus llagas. Y entonces, aquel hombre sincero, aquel
hombre acostumbrado a comprobar personalmente las cosas, se arrodilló
delante de Jesús y dijo: ''Señor mío y Dios mío''.
''Las
llagas de Jesús son un escándalo para la fe, pero son también la
comprobación de la fe. Por eso, en el cuerpo de Cristo resucitado
las llagas no desaparecen, permanecen, porque aquellas llagas son el
signo permanente del amor de Dios por nosotros, y son indispensables
para creer en Dios. No para creer que Dios existe, sino para creer
que Dios es amor, misericordia, fidelidad. San Pedro, citando a
Isaías, escribe a los cristianos: ''Sus heridas nos han curado''.
''San
Juan XXIII y San Juan Pablo II -ha
exclamado- tuvieron el valor de mirar las heridas de
Jesús, de tocar sus manos llagadas y su costado traspasado. No se
avergonzaron de la carne de Cristo, no se escandalizaron de él, de
su cruz; no se avergonzaron de la carne del hermano, porque en cada
persona que sufría veían a Jesús. Fueron dos hombres valerosos,
llenos de la parresia del Espíritu Santo, y dieron testimonio ante
la Iglesia y el mundo de la bondad de Dios, de su misericordia.
''Fueron
sacerdotes, obispos y papas del siglo XX. Conocieron sus tragedias,
pero no se abrumaron. En ellos, Dios fue más fuerte; fue más fuerte
la fe en Jesucristo Redentor del hombre y Señor de la historia; en
ellos fue más fuerte la misericordia de Dios que se manifiesta en
estas cinco llagas; más fuerte la cercanía materna de María''.
''En
estos dos hombres contemplativos de las llagas de Cristo y testigos
de su misericordia había ''una esperanza viva'', junto a un ''gozo
inefable y radiante''. La esperanza y el gozo que Cristo resucitado
da a sus discípulos, y de los que nada ni nadie les podrá privar.
La esperanza y el gozo pascual, purificados en el crisol de la
humillación, del vaciamiento, de la cercanía a los pecadores hasta
el extremo, hasta la náusea a causa de la amargura de aquel cáliz.
Ésta es la esperanza y el gozo que los dos papas santos recibieron
como un don del Señor resucitado, y que a su vez dieron
abundantemente al Pueblo de Dios, recibiendo de él un reconocimiento
eterno''.
''Esta
esperanza y esta alegría se respiraba en la primera comunidad de los
creyentes, en Jerusalén, como se nos narra en los Hechos de los
Apóstoles, que hemos escuchado en la segunda lectura. Es una
comunidad en la que se vive la esencia del Evangelio, esto es, el
amor, la misericordia, con simplicidad y fraternidad.
''Y
ésta es la imagen de la Iglesia que el Concilio Vaticano II tuvo
ante sí. Juan XXIII y Juan Pablo II colaboraron con el Espíritu
Santo para restaurar y actualizar la Iglesia según su fisionomía
originaria, la fisionomía que le dieron los santos a lo largo de los
siglos. No olvidemos que son precisamente los santos quienes llevan
adelante y hacen crecer la Iglesia. En la convocatoria del Concilio,
San Juan XXIII demostró una delicada docilidad al Espíritu Santo,
se dejó conducir y fue para la Iglesia un pastor, un guía-guiado
por el Espíritu Santo. Éste fue su gran servicio a la Iglesia; por
eso a mí me gusta recordarlo como el Papa de la docilidad al
Espíritu''
''En
este servicio al Pueblo de Dios, Juan Pablo II fue el Papa de la
familia. Él mismo, una vez, dijo que así le habría gustado ser
recordado, como el Papa de la familia. Me gusta subrayarlo ahora que
estamos viviendo un camino sinodal sobre la familia y con las
familias, un camino que él, desde el Cielo, ciertamente acompaña y
sostiene''.
''Que
estos dos nuevos santos pastores del Pueblo de Dios -ha
concluido-intercedan por la Iglesia, para que, durante estos
dos años de camino sinodal, sea dócil al Espíritu Santo en el
servicio pastoral a la familia. Que ambos nos enseñen a no
escandalizarnos de las llagas de Cristo, a adentrarnos en el misterio
de la misericordia divina que siempre espera, siempre perdona, porque
siempre ama''.
La
basílica de San Pedro permanecerá abierta hoy desde las 14 hasta
las 22 horas para que los peregrinos puedan venerar los cuerpos de
los dos Papas canonizados en cuyas urnas de cristal ya se ha añadido
la palabra santo.
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