Ciudad
del Vaticano, 28 marzo 2014
(VIS).-El Papa Francisco ha recibido esta mañana en el Aula de las
Bendiciones a seiscientos participantes en el curso anual del foro
interno de la Penitenciaría Apostólica. Desde hace un cuarto de
siglo ese dicasterio ofrece, sobre todo a los sacerdotes recién
ordenados y a los diáconos, ese curso para contribuir a la formación
de buenos confesores.
En
su discurso el Santo Padre ha invitado a los presentes a atesorar la
experiencia adquirida para ayudar cada vez más a la Iglesia y a los
confesores a desempeñar “el ministerio de la misericordia, que es
tan importante” y ha reflexionado con ellos sobre tres puntos
claves de la confesión.
“En
primer lugar -ha dicho- el protagonista del ministerio de la
reconciliación es el Espíritu Santo. El perdón que el sacramento
confiere es la vida nueva transmitida por el Señor Resucitado a
través de su Espíritu...Por lo tanto, estáis llamados a ser
siempre “hombres del Espíritu Santo, testigos y anunciadores,
alegres y fuertes, de la resurrección del Señor”. El Obispo de
Roma les ha invitado a acoger a los penitentes “no con la actitud
de un juez y tampoco con la de un simple amigo, sino con la caridad
de Dios... El corazón del sacerdote es un corazón que se
conmueve...Si es verdad que la tradición indica el papel doble de
médico y de juez de los confesores, no hay que olvidar que cómo
médico está llamado a curar y como juez a absolver”.
“Si
la Reconciliación transmite la vida nueva del Resucitado y renueva
la gracia bautismal -ha explicado abordando el segundo aspecto-
vuestra tarea es entonces la de darla generosamente a los fieles. Un
sacerdote que no se dedica a esta parte de su ministerio... es como
un pastor que no se preocupa por las ovejas que se han perdido...¡La
misericordia es el corazón del Evangelio¡ Es la buena nueva de que
Dios nos ama, de que ama siempre al pecador y con este amor lo atrae
hacia sí y lo invita a la conversión. No olvidemos que, a menudo, a
los fieles les cuesta trabajo confesarse, sea por motivos prácticos,
sea por la dificultad natural de confesar a otro hombre los pecados
propios. Por eso es necesario trabajar sobre nosotros mismos, sobre
nuestra humanidad, para que no representemos nunca un obstáculo sino
para que favorezcamos siempre el acercamiento a la misericordia y al
perdón.. ¡La confesión no es un tribunal de condena, sino una
experiencia de perdón y misericordia!”.
Por
último, Francisco, se ha referido a las dificultades que, con
frecuencia, encuentra la confesión. “Las razones son tantas, sea
históricas como espirituales. Sin embargo, sabemos que el Señor
quiso regalar este don inmenso a su Iglesia, ofreciendo a los
bautizados la seguridad del perdón del Padre. Por eso es muy
importante que en todas las diócesis y comunidades parroquiales se
preste mucha atención a la celebración de este sacramento de perdón
y salvación. Es importante que en todas las parroquias los fieles
sepan cuando pueden encontrar disponibles a los sacerdotes: cuando
hay fidelidad, se ven los frutos”.
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