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miércoles, 11 de septiembre de 2013

FRANCISCO VISITA A LOS REFUGIADOS: RECONOCER LAS EXIGENCIAS DE JUSTICIA Y ESPERANZA Y BUSCAR JUNTOS CAMINOS CONCRETOS DE LIBERACIÓN

Ciudad del Vaticano, 11 septiembre 2013 (VIS).-Francisco visitó a primera hora de la tarde de ayer el Centro Astalli en Roma, para la acogida y el servicio a los que piden asilo y a los refugiados, que administra el Servicio de los Jesuitas para los Refugiados. El Papa llegó al centro durante los turnos de comedor y saludó a los comensales y a los voluntarios que servían la mesa. Después fue a la capilla del centro para rezar unos momentos y desde allí pasó a la iglesia del Gesú donde encontró a quinientas personas, todas miembros de esa institución, tanto operadores, como voluntarios, amigos y residentes y escuchó, antes de pronunciar un discurso, las palabras de dos refugiados, un sudanés y una mujer siria.

Cada uno de vosotros, queridos amigos - ha afirmado el Papa- trae una historia de vida que nos habla de los dramas de las guerras, de los conflictos, a menudo vinculados a las políticas internacionales. Pero cada uno de vosotros es portador de una riqueza , sobre todo, una riqueza humana y religiosa que debe ser acogida y no temida. Muchos de vosotros sois musulmanes, de otras religiones, llegados de diferentes países y situaciones diversas. ¡No debemos tener miedo de las diferencias! La fraternidad nos hace descubrir que son un tesoro, un regalo para todos”.

Francisco ha recordado que Roma, después de Lampedusa y de otros lugares suele ser la “segunda etapa de un viaje difícil, agotador, a veces violento... con el fin de asegurar un futuro a los hijos y la esperanza de una vida diferente para ellos y para la familia”. Así, Roma debería ser “la ciudad que permite encontrar una dimensión humana, para empezar a sonreír. ¿Cuántas veces , sin embargo, aquí, como en todas partes, muchas personas que llevan escrito "protección internacional" en su permiso de residencia, se ven obligadas a vivir en situaciones difíciles, a veces degradantes, sin la posibilidad de iniciar una vida digna, de pensar en un nuevo futuro?”.

Refiriéndose a continuación a la labor de los jesuitas con los refugiados ha hablado de cómo San Ignacio de Loyola deseaba que en su residencia de Roma hubiera un local para dar cabida a los más pobres y de que el Padre Arrupe, en 1981, fundó el Servicio Jesuita para los Refugiados, y quiso que la sede romana estuviera en el corazón de la ciudad. “Y pienso -ha añadido- en la despedida espiritual del Padre Arrupe en Tailandia, justo en un centro de refugiados”.

Para el Santo Padre hay tres palabras para definir el programa de trabajo de los jesuitas y sus colaboradores: servir, acompañar, defender.

Servir “significa dar cabida a la persona que llega y tenderle la mano... sin cálculos, sin miedo...trabajar al lado de los más necesitados y establecer con ellos, ante todo relaciones humanas y vínculos de solidaridad; significa reconocer y acoger las exigencias de justicia y de esperanza y buscar juntos... caminos concretos de liberación”.

Acompañar no es sólo acogida. “No basta dar un bocadillo si no va acompañado de la oportunidad de aprender a caminar con los propios pies. La caridad que deja al pobre tal cual es no es suficiente. La misericordia verdadera, la que Dios nos da y nos enseña, requiere justicia; requiere que los pobres encuentran la manera de dejar de serlo. Pide a - la Iglesia y nos pide a nosotros, ciudad de Roma, y a las instituciones - que ya no necesiten un comedor, un techo improvisado, un servicio de asistencia legal para ver reconocido su propio derecho a la vida y al trabajo, a ser plenamente persona”.

Servir y acompañar también quiere decir defender, significa “tomar partido por los más débiles ... ¿Cuántas veces no sabemos o no queremos hacernos eco de la voz de los que han sufrido y están sufriendo , de los que han visto pisotear sus derechos, de los que han sufrido una violencia tan grande que ha sofocado en ellos el deseo de justicia?”.

El Santo Padre ha subrayado que si para toda la Iglesia es importante que la recepción de los pobres y la promoción de la justicia no sean confiadas sólo a los "especialistas", sino que constituya el centro de toda labor pastoral, esta responsabilidad puede atañer aún más de cerca a los institutos religiosos que deben leerla como un “signo de los tiempos”.

El Señor -ha dicho- nos llama a vivir con más coraje y generosidad la acogida en las comunidades, en las casas, en los conventos vacíos. Los conventos vacíos no sirven a la iglesia para transformarlos en hoteles y ganar dinero. Los conventos vacíos no son nuestros, son para la carne de Cristo, que son los refugiados... Desde luego, no es algo simple, se necesita criterio, responsabilidad, pero también se necesita coraje. Hacemos mucho, quizás estamos llamados a hacer todavía más.... acogiendo y compartiendo con decisión lo que la Providencia nos ha dado para servir”.

Finalizado el discurso, el Santo Padre, acompañado de dos refugiados ha llevado un ramo de flores a la tumba del Padre Arrupe, sepultado en esa iglesia y ha regresado al Vaticano .

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