Ciudad
del Vaticano, 4 septiembre 2013
(VIS).-El Papa Francisco ha reanudado hoy las audiencias generales de
los miércoles, después de la pausa estival y, en una Plaza de San
Pedro abarrotada de personas, ha elegido como tema de la catequesis
la Jornada Mundial de la Juventud que tuvo lugar a finales de julio
en Río de Janeiro (Brasil) en un continente “donde vive la mayor
parte de la Iglesia católica”
Para
resumir la experiencia de la JMJ en Brasil el Papa ha propuesto tres
palabras: acogida, fiesta y misión, afirmando que la acogida de las
familias y las parroquias brasileñas fue una de las características
más bellas de su viaje. “La peregrinación - ha dicho- comporta
siempre trastornos, pero la acogida ayuda a superarlos y los
transforma en ocasión de conocimiento y amistad. Nacen lazos que
después se estrechan, sobre todo con la oración. También así
crece la Iglesia en todo el mundo, como una red de amistades en
Jesucristo que mientras te atrapa, te libera”.
Para
explicar el segundo término, fiesta, Francisco ha afirmado que la
JMJ lo es siempre “porque cuando una ciudad se llena de chicos y
chicas que van por las calles con banderas de todo el mundo
saludándose y abrazándose es una fiesta verdadera. Es una señal
para todos y no solo para los creyentes”. Pero en esta ocasión
había otra “fiesta más grande, la fiesta de la fe, cuando juntos
se alaba al Señor, se canta, se reza, se escucha la Palabra de
Dios...: todo esto es el culmen de la JMJ; es el objetivo verdadero
de esta peregrinación que se percibe sobre todo en la gran vigilia
del sábado por la tarde y en la Misa final. Esta es la fiesta
grande, la fiesta de la fe y de la fraternidad que empieza en este
mundo y que no terminará nunca”.
La
misión caracterizaba ya a esta Jornada cuyo tema era “Id y haced
discípulos a todos los pueblos”. “Es - ha subrayado el
pontífice- el mandato de Cristo resucitado a sus discípulos: “Id”,
salid de vosotros mismos... para llevar la luz y el amor del
Evangelio hasta las periferias extremas de la existencia. Y este
mandato de Jesús es el que he confiado a los jóvenes que llenaban
la playa de Copacabana. Un lugar simbólico, la orilla del océano
que hacía pensar a la ribera del lago de Galilea. Si, porque hoy
también el Señor repite: “Id” y añade “Yo estoy con vosotros
todos los días”... Un chico o una chica que ante los ojos del
mundo cuenta poco, a los ojos de Dios es un apóstol del Reino, una
esperanza para Dios.”
“¿Queréis
ser una esperanza para Dios, una esperanza para la Iglesia?”, ha
preguntado el Santo Padre dirigiéndose a los jóvenes presentes,
rememorando a la multitud de contemporáneos suyos que en Río de
Janeiro encontraron a Jesús resucitado y “llevan su amor a la vida
de todos los días, lo viven y lo comunican. No salen en los
periódicos porque no actúan con violencia, no dan escándalo y por
lo tanto no son noticia. Pero, si permanecen unidos a Jesús,
construyen su Reino, construyen fraternidad, comparten, hacen obras
de misericordia, son una fuerza potente para hacer que el mundo sea
más justo y más bello, para transformarlo”.
“La
experiencia de la JMJ -ha concluido- nos recuerda la gran noticia de
la historia, la Buena Nueva, aunque no salga ni en los periódicos ni
en la televisión: Dios que es nuestro Padre, nos ama y nos ha
enviado a su hijo Jesús para acercarse a cada uno de nosotros y
salvarnos... Acogida, fiesta, misión: que estas palabras no sean
sólo un recuerdo de lo que ha sucedido en Río, sino alma de nuestra
vida y de la de nuestras comunidades”.
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