Ciudad
del Vaticano, 18 junio 2013
(VIS).-”Yo no me avergüenzo del Evangelio”, fue el tema de la
catequesis impartida ayer tarde por el Papa Francisco en el Aula
Pablo VI con motivo de la inauguración del congreso eclesial (17-19
de junio) que concluye el año pastoral de la diócesis de Roma y
cuyo tema es: “Cristo te necesitamos. La responsabilidad de los
bautizados en el anuncio de Jesucristo”.
El
encuentro comenzó con el saludo al Obispo de Roma de su cardenal
vicario Agostino Vallini al que siguió la lectura de la Primera
Carta de San Pablo a los Romanos que contiene las frases que
inspiraron la catequesis del Papa: “Porque no me avergüenzo del
Evangelio de Cristo ...Porque... como bautizados... no estáis bajo
la ley sino bajo la gracia”. Ofrecemos
a continuación una amplia síntesis de las palabras de Francisco,
utilizando tanto el texto de la catequesis prevista como alguna de
las improvisaciones que agregó.
“Una
revolución para transformar la historia, tiene que cambiar en
profundidad el corazón humano. Las revoluciones que han tenido lugar
durante los siglos han cambiado sistemas políticos y económicos,
pero ninguna de ellos ha cambiado realmente el corazón del hombre.
La verdadera revolución, la que transforma radicalmente la vida, la
ha hecho sólo Jesucristo por medio de su resurrección que, como le
gusta recordar a Benedicto XVI, ha sido "la más grande
mutación de la historia de la humanidad y ha dado vida a un nuevo
mundo”.
“Esta
es la experiencia que vive el apóstol Pablo: Después de haber
encontrado a Jesús en el camino a Damasco, cambia radicalmente su
perspectiva de la vida y recibe el bautismo. Dios transforma su
corazón: de ser un violento perseguidor de los cristianos, se
convierte en apóstol, en valiente testigo de Jesucristo...Con el
bautismo, sacramento pascual, también nosotros nos volvemos
partícipes del mismo cambio, y como Pablo "podemos caminar en
una nueva vida "... Solemos creer que cambiando las estructuras
podemos construir un mundo nuevo. La fe nos dice que sólo un corazón
nuevo, regenerado por Dios, crea un mundo nuevo; un corazón de
"carne" que ama, sufre y se alegra con los demás, un
corazón lleno de ternura para los que, al llevar grabadas las
heridas de la vida, sienten que están en la periferia de la
sociedad. El amor es la fuerza más grande de transformación de la
realidad, porque derrumba las murallas del egoísmo y llena las
zanjas que alejan a los unos de los otros”.
“También
en Roma, hay personas que viven sin esperanza y están inmersas en
una profunda tristeza, de la que intentan salir creyendo encontrar
la felicidad en el alcohol, en las drogas, en los juegos de azar,
en el poder del dinero, en la sexualidad sin reglas . Pero así, se
decepcionan todavía más y a veces descargan su ira hacia la vida
con comportamientos violentos e indignos del hombre ... Nosotros que
hemos descubierto la alegría de tener a Dios como Padre y de su
amor por nosotros, ¿podemos permanecer de brazos cruzados delante de
estos hermanos nuestros sin anunciarles el Evangelio? Nosotros, que
hemos encontrado en Jesucristo, muerto y resucitado el sentido de la
vida, ¿podemos ser indiferentes a esta ciudad que nos pide, quizá
inconscientemente, una esperanza? .... ¡Somos cristianos, somos
discípulos de Jesús no para encerrarnos en nosotros mismos, sino
para estar abiertos a los demás, para ayudarles, para llevarlos a
Cristo y custodiar a cada criatura!”.
“San
Pablo es consciente de que Jesús - como bien indica su nombre - es
el Salvador de toda la humanidad, no sólo de los hombres de una
determinada época o área geográfica. El Evangelio es para todos,
porque Dios ama a todos y quiere salvar a todos .. El anuncio del
Evangelio está destinado en primer lugar a los pobres, a los que a
menudo carecen de lo necesario para llevar una vida decente: ellos
son los primeros en recibir el mensaje gozoso de que Dios los
ama con predilección y viene a visitarlos a través de las obras de
caridad que los discípulos de Cristo llevan a cabo en su nombre.
Otros piensan que el mensaje de Jesús es para aquellos que carecen
de preparación cultural y que, por eso, encuentran en la fe la
respuesta a las tantas preguntas de sus corazones. En cambio, el
apóstol afirma con fuerza que el evangelio es para todos, también
para los doctos: La sabiduría que proviene de la revelación no se
opone a la humana, al contrario, la purifica y la eleva. La Iglesia
siempre ha estado presente en los lugares donde se elabora la
cultura”.
El Papa ha improvisado : “El
Evangelio es para todos. Este ir hacia los pobres no significa que
debamos convertirnos en pauperistas o en una especie de vagabundos
espirituales. No, no es esto. Significa que tenemos que ir hacia la
carne de Jesús que sufre, pero la carne de Jesús que sufre es
también la de aquellos que no lo conocen con sus estudios, con su
inteligencia o su cultura. Tenemos que ir allí. Por eso me gusta
usar la frase “ir hacia las periferias”, las periferias
existenciales. Todas, las de la pobreza física y real y las de la
pobreza intelectual que también es real. Todas... Y allí sembrar la
semilla del Evangelio, con la palabra y el testimonio”.
“Y esto significa que tenemos que
tener valor...Quiero deciros algo: En el Evangelio es bello el texto
que habla del pastor que, cuando vuelve al redil, se da cuenta de que
le falta una oveja; deja las noventa y nueve y va a buscarla. Va a
buscar una. Pero... nosotros tenemos una ¡nos faltan las noventa y
nueve! Tenemos que salir, tenemos que ir a buscarlas. En esta
cultura, digamos la verdad, tenemos solo una, somos minoría. Y ¿no
sentimos el fervor, el celo apostólico de salir y buscar a las otras
noventa y nueve? Esta es una gran responsabilidad y tenemos que pedir
al Señor la gracia de la generosidad y el valor de la paciencia para
salir y anunciar el Evangelio”.
“Sostenidos
por esta certeza, que viene de la Revelación, tengamos el valor, la
audacia de salir de nosotros mismos, de nuestra comunidad para ir
allí donde los hombres y las mujeres viven, trabajan y sufren y
anunciarles la misericordia del Padre que se dio a conocer a los
hombres en Jesús de Nazaret... Recordemos siempre, sin embargo, que
el Adversario quiere mantener a los hombres separados de Dios y para
ello infunde en los corazones la decepción cuando no vemos
inmediatamente recompensado nuestro compromiso apostólico. El
demonio lanza todos los días en nuestros corazones la semilla del
pesimismo y la amargura ... Abrámonos entonces al soplo el Espíritu
Santo que no deja de esparcir semillas de esperanza y confianza. No
olvidemos que Dios es el más fuerte y que si le dejamos entrar en
nuestra vida nada ni nadie puede oponerse a su acción. Por lo
tanto, no nos dejemos vencer por el desaliento ni por las
dificultades que encontramos cuando hablamos de Jesús y el
Evangelio. ¡No pensemos que la fe en nuestra ciudad no tiene
futuro!”
“San
Pablo añade: " No me avergüenzo del evangelio". Para él,
el Evangelio es el anuncio de la muerte de Jesús en la cruz ... La
Cruz nos recuerda con fuerza que somos pecadores, pero, sobre todo,
que somos amados, que a Dios le importamos tanto que para salvarnos
no ha dudado en sacrificar a Jesús, a su Hijo. El único orgullo
del cristiano es el de sentirse amado por Dios ... Todo hombre
necesita sentirse amado tal y como es, porque sólo esto hace la
vida bella y digna de ser vivida. En nuestra época, en que la
gratuidad parece debilitarse en las relaciones personales, nosotros,
los cristianos, proclamamos a un Dios que para ser nuestro amigo no
pide nada, sólo ser acogido. Pensemos en aquellos que viven en la
desesperación porque nunca han conocido a alguien que les haya
demostrado su atención, los haya consolado o hecho sentirse
valiosos e importantes. Nosotros, los discípulos del Crucificado,
¿podemos negarnos a ir a los lugares donde nadie quiere ir por temor
a comprometerse o por el juicio de los demás, y así negar a
nuestros hermanos el anuncio de la misericordia de Dios?.
Nuevamente improvisando ha agregado:
“!La gratuidad! Hemos recibido esta gratuidad, esta gracia
gratuitamente y gratuitamente tenemos que darla. Esto es lo que
quiero deciros al final... No tengáis miedo del amor, del amor de
Dios, nuestro Padre.. No tengáis miedo de recibir la gracia de
Jesucristo, no tengáis miedo de nuestra libertad, que procede de la
gracia de Jesucristo o, como decía San Pablo: “No estáis ya bajo
la ley, sino bajo la Gracia”. No tengáis miedo de la gracia, de
salir de nosotros mismos... para ir a buscar a los noventa y nueve
que no están en casa. E ir a dialogar con ellos y decirles que
pensamos, ir y mostrarles nuestro amor que es el amor de Dios.”
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